Si usted, señor, quiere hacerle el quite al tenebroso cáncer de próstata, lo mejor es que, de acuerdo con la ciencia, empiece a saltar de cama en cama hasta completar al menos veinte parejas sexuales (mujeres) diferentes durante su vida.
Aclaro que eso no es ningún invento mío, sino la recomendación que se desprende de una rigurosa investigación hecha por la Universidad de Montreal y el Instituto Armand Frappier (Canadá) que concluyó que a mayor diversidad en las encamadas masculinas, menos tumores en su departamento inferior.
Como para irse de espaldas, pues la tal investigación se dedicó a averiguar a profundidad sobre la actividad en la cama de 1.590 hombres que habían sido diagnosticados con cáncer de próstata y la comparó –bajo las mismas variables– con las costumbres de 1.618 varones sin cáncer en el mismo rango de edad. Lo que se topó fue algo sorprendente: quienes se dedicaron al aquello con más de veinte mujeres, tenían una disminución del 28 por ciento en el riesgo de padecer cáncer en su glándula masculina, además de que este agite multipersonal, los amparaba de padecer los tumores más agresivos de este tipo.
Lo inquietante es que los monógamos, al parecer, pagan su serenidad con este maligno mal y que esto funciona solo en el caso de los heterosexuales, porque, de acuerdo con los resultados, los homosexuales que habían tenido muchas parejas, por el contrario, aumentaban con eso la posibilidad de padecerlo.
Y aunque ya se había demostrado que las eyaculaciones frecuentes y generosas son una contra para este padecimiento, ahora llama la atención la relación de este fenómeno con el número de parejas femeninas diferentes.
Según Marie Elise Parent, coautora del estudio, el contacto con mujeres distintas puede generar reacciones a nivel celular que favorecen las defensas contra las células malignas, una suerte de reacción de tipo inmunológico.
Frente a las relaciones homosexuales masculinas, al parecer no está claro el porqué en ellas este mecanismo no funciona, pero estos magos creen que el aumento del riesgo podría estar relacionado con una mayor exposición a enfermedades de transmisión sexual y también porque las características de las relaciones en este grupo de personas favorecerían la presencia de microtraumas, incluso directos en la próstata, si no como desencadenantes, al menos como elementos confabulados con la génesis del mal.
Ahí ve. ¿Quién lo diría?, una conclusión de origen biológico con claros tintes promiscuos y hasta machistas al servicio de la salud.
Ojalá no vayan a entender como que sus polvos sin control a diestra y siniestra los van a volver inmortales. De pronto en su afán de poner en práctica el remedio, terminan con cosas peores.