El investigador Daniel Schavelzon, autor de ‘Arqueología de un refugio nazi en la Argentina’, contó en exclusiva a RT la historia de esta particular edificación.
Tras varios años de trabajo en Teyú Cuaré (Misiones, Argentina), Daniel Schávelzon y Ana Igareta publicaron en 2017 el libro ‘Arqueología de un refugio nazi en la Argentina’. Ambos, investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), hallaron una pequeña edificación en medio de la selva al norte del país sudamericano que les llamó la atención.
Esa casa de 3×3 metros estaba construida de una forma muy distinta a las ruinas de los jesuítas que se pueden ver en el lugar; más bien tenía características modernas, del siglo XX. A esto se sumaba que, según las historias locales, allí se habían escondido altos jerarcas del régimen nazi.
«El lugar tenía ‘algo’ que no me cerraba, no era jesuítico ni muy antiguo, como me explicaron», contó Schávelzon en diálogo con RT. El investigador explicó que la primera vez que vio el refugio fue en 2001, «cuando se abrió el parque al público» pero, como en aquel entonces trabajaba en la «restauración de las ruinas jesuíticas cercanas», solo pudo «guardarlo en la cabeza como posible trabajo futuro».
Los primeros hallazgos
El investigador detalló que tardaron «un año, con varias temporadas de trabajo en el lugar», hasta darse cuenta que se encontraban frente a un hallazgo muy importante. No fue hasta dar «con el primer grupo de monedas enterradas debajo de un cimiento» que comprendieron por qué «era tan moderno, pareciendo tan antiguo; por qué no había datos, registros ni nada».
Schávelzon apuntó que el descubrimiento de «una lata en medio de un gruesa pared de piedra con las fotos de Mussolini y Hitler y el resto de objetos aclaró la situación«.
Tal como reseñó el diario ‘Clarín’, además aparecieron recortes de diarios donde aparecía un soldado alemán con una esvástica, una moneda alemana de 1942 de 50 ‘Reichspfennig’, dos coronas eslovacas de 1940, un dinar yugoslavo de 1938 y una moneda de un centavo argentino de 1939.
El entrevistado explicó que estaba «todo muy escondido, bajo tierra, entre piedras, nada visible». Lo que se veía a simple vista eran «ruinas y muros de piedra que solo con mucho trabajo se puede entender que son del siglo XX», pero «hasta no encontrar lo escondido fue imposible entender».
Los mitos y los problemas
Uno de los principales mitos que circulaba entre los lugareños era que en esa casa había vivido Martín Bornman, el secretario privado de Adolf Hitler. Incluso, hay carteles que señalizan el lugar de esa forma. También, al comenzar la investigación los medios locales aseguraron que se había encontrado un «tesoro nazi».
«La verdad es que tuvimos problemas. No tenemos que exagerar, pero los diarios locales insistieron en tesoros, los ensayos con humanos de Mengele y otras aberraciones o tonterías para vender«, subrayó Schávelzon. En un momento, «llegó la Policía para llevarse el ‘tesoro’ haciendo el papel de idiotas, realmente», agregó el investigador.
Asimismo, reconoce que el hecho de que circulara el mito de Bormann «muestra que la gente local algo imaginaba o alguien supo algo». Sin embargo, la decisión del equipo de investigación fue «no hacer caso a habladurías y buscar evidencia material».
Un lugar único en América Latina
Finalmente, Schávelzon comentó que «todo lo encontrado apunta a la fecha 1945 o, al menos, para mitad del siglo XX, si no se puede ser tan preciso». En ese sentido, consideró que «es probable que haya sido construido por algún grupo neonazi local como lugar de refugio para ofrecérselo a alguien, quizás incluso se usó poco tiempo».
No obstante, puntualizó que, al menos durante aquellos años, «los jerarcas refugiados en el país vivieron libremente y sin tener que esconderse».
Al ser consultado sobre lugares similares, sostuvo que «no hay referencia alguna a otro sitio así en el continente», aunque no descartó que existan y aún no hayan sido descubiertos: «Es necesario revisar los datos de excavación y relevamiento de muchos lugares que, quizás, tengan historias parecidas».
Santiago Mayor