Carabineros y el potencial desconocido del aliado inconcebible

Luego de cada jornada de protesta ciudadana, como la ocurrida el martes pasado, es imposible sustraerse de la avalancha de noticias relacionadas con la brutalidad policiaca

Carabineros y el potencial desconocido del aliado inconcebible

Autor: Director

Luego de cada jornada de protesta ciudadana, como la ocurrida el martes pasado, es imposible sustraerse de la avalancha de noticias relacionadas con la brutalidad policiaca. Y luego vienen los comentarios desde el mundo político -a favor o en contra- y las quejas de los estudiantes y los gritos mediáticamente silenciados, en gran medida, de la ciudadanía que dice “ya es suficiente”.

Pero, ¿acaso nos detenemos a pensar por qué suceden estos hechos? El carabinero es, en efecto, un representante del Estado y de la ley pero, ¿no es acaso, antes, una persona? ¿Acaso no es, luego, un trabajador mal pagado como tantos otros? ¿Acaso no se beneficiaría él y sus hijos de los cambios estructurales, en materia de legislación educacional, que el movimiento estudiantil pone sobre la mesa de los poderosos? ¿Por qué el carabinero actúa con violencia? ¿Acaso él agrade a los manifestantes debido a que, en el fondo de  su ser, alberga una incontrolable maldad primigenia o, probablemente, como el ser humano que es, su comportamiento es una reacción, un síntoma del conglomerado de circunstancias que componen su cotidiano?

Para responder a estas preguntas sólo son necesarias dos cosas: sentido común y hambre de respuestas.

Cuando un carabinero sale a la calle a reprimir manifestantes lo más probable es que se encuentre con reacciones violentas por parte de estos últimos. ¿Por qué los manifestantes son proclives a adoptar conductas agresivas? Debido, en gran medida, a la acumulación de frustración causada por las profundas desigualdades sociales en nuestro país. ¿Qué involucra, en el facto, la presencia de desigualdades sociales? El desarrollo de stress y ansiedad que son directamente proporcionales a las dificultades para gestionar las condiciones materiales necesarias para perpetuar la propia existencia de forma tranquila. ¿No? Pues entonces ¿por qué no son los jóvenes pudientes del barrio alto de Santiago a los que se ve protestando o los que aparecen en los noticiarios cometiendo la atrocidad de robar en un supermercado? Debido a que las necesidades crean conflicto, siendo este último, nuevamente, directamente proporcional a las primeras en términos materiales.

Ahora, cuando el carabinero, como cualquier otro ser humano, es sometido a situaciones que involucran un alto grado de violencia, ¿cuál es la respuesta conductual más probable? Sin duda responder con más violencia. Luego, siendo muy sucintos, ¿cuál es el origen de la agresividad y la frustración de los manifestantes, que luego absorbe el carabinero, que luego termina perpetuándose en un círculo de odio innecesario? La institucionalidad. La forma en que se encuentran dispuestas las reglas del juego social. Luego, el sistema.

La institucionalidad y lo conocido como orden público apunta, fundamentalmente, en el Chile del presente, a proteger la propiedad privada de los que tienen más. El carabinero sale a la calle a recibir toda la ira y el descontento ciudadanos creados, fundamentalmente, por ordenamientos, disposiciones y políticas gubernamentales que ellos jamás han decidido directamente. El carabinero da la cara y recibe el odio que debería estar dirigido, sin duda alguna, contra aquellos que dictan las normativas que generan la infelicidad popular. La misma dinámica sucede, en el comercio, cuando alguien va a quejarse de un producto o servicio defectuoso. No es el encargado ni el diseñador del producto, sino el vendedor, aquel en el escalafón jerárquico más bajo, el receptáculo del odio y el descontento del cliente. Tal como en el caso del vendedor, el carabinero de calle, aquel que se encuentra en el peldaño más bajo, es quien realiza los esfuerzos para que los poderosos disfruten de los beneficios.

Por tanto, la concepción del carabinero como obrero, luego, la empatía para con sus causas y motivaciones desde la óptica de ella o él como personas, facilitarían el ejercicio de vincular al funcionario de calle con las demandas sociales más relevantes en términos de equidad y oportunidades. Demostrarle al funcionario, por medio de acciones concretas, que se encuentra actuando en pos del interés de los poderosos por preservar las dinámicas de apropiación de la riqueza, riqueza que estos últimos jamás podrían haber alcanzado de no existir la sociedad, teniendo en cuenta que la maquinaria económica se construye, desarrolla y perpetúa a partir de un esfuerzo comunitario en pos de la producción sería, muy probablemente, el golpe más terrible que las estructuras de poder podrían sufrir. La policía, como dedo ejecutor de la premisa de orden-estructura del Estado, como la herramienta que previene el ejercicio de la voluntad de las personas en el plano de lo físico y lo tangible, es el último eslabón de poder que les queda a aquellos que insisten en perpetuar sistemas sociales no representativos de la voluntad de las mayorías.

Lograr que el funcionario de carabineros cuestione sus circunstancias personales, y vea cómo la intensidad de sus preocupaciones encuentra eco y proyección en aquellos a quienes debe reprimir, es el primer paso para lograr un grado nunca antes visto de integración y pluralidad sociales, dignos de la indignación transversalizada que es, finalmente, la piedra angular de este movimiento. El estudiantado tiene la llave y el poder simbólico para educar a la fuerza pública desde un nuevo paradigma, lejos de la prepotencia y la descalificación, en pos del objetivo último: una verdadera revolución de nuestras conciencias, fuera del “yo” y más cercana al “nosotros”.

Por Israel Arce Soto

Licenciado en Cine, Universidad de Valparaíso
Magíster en Periodismo, Pontificia Universidad Católica de Chile


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