Noche pingüina

Que si a uno lo invitan a sumarse a la toma de un liceo, para entretener, alegrar o potenciar la rebeldía con estas letras sin mordaza

Noche pingüina

Autor: Wari

Que si a uno lo invitan a sumarse a la toma de un liceo, para entretener, alegrar o potenciar la rebeldía con estas letras sin mordaza. Siempre hay un tiempo para adherir a la justa causa de los péndex secundarios que defienden su noble derecho al pase escolar gratuito. ¿Y porque no?, si los excedentes monetarios del cobre son de todos, si por años los gringos, se hicieron los gringos con el Royalty explotando nuestra riqueza minera hasta que se cansaron del saqueo. ¿Por qué no?, si ahora chorrea la plata en Chile dicen los ministros en el extranjero. ¿Por qué no?, si desde siempre, para los estudiantes de liceo público subir a una micro fue una pesadilla. Un madrugar eterno para trepar a la pisadera y encontrarse con la cara del chofer que te recibe con un gruñido. Digo alcanzar a subirse, porque en la mayoría de los casos, los micreros cuando ven escolares, hunden el acelerador y pasan de largo, con el peligro de accidente que eso significa.

Siempre fue igual, madrugar a diario tomando el té a la rápida y comer el pan con margarina de un mordisco, y salir soplado porque ya son las siete, grita la vieja desde la cocina. Salir corriendo, el pelo mojado en pleno invierno, con las manos moradas apretando las monedas del pasaje, las únicas monedas que, con cueva, si el escolar se sube por atrás sin pagar, le sobran para un cigarro suelto. Las únicas monedas que son un tesoro cuando el chico logra encaramarse a la pisadera, pero en el apuro de sujetarse, se le caen al suelo, con tanta mala raja, que ruedan por un desague. Entonces tiene que tratar de llegar al liceo como sea, caminando, pidiendo que lo lleven, suplicarle al chofer que le contesta con un insulto. Siempre fue lo mismo, un llegar atrasado a clases con idéntica justificación: No pude tomar la micro, profe. Entonces el castigo, la citación al apoderado, cargando eternamente con el estigma de flojo.

Que si me llaman los estudiantes en paro, voy contento, me dije, a pasar una noche con los péndex, que me reciben con cariño y aplauden mis letras sucias con la frescura de su rebelión. Y toda la noche cantamos, y toda la noche hablamos tomando cafecito, escribiendo carteles: “Querimos mejor heducasión” Y como a las cuatro, nos fuimos a los baños a fumarnos algo (que por ahí salió, o quizás lo llevé yo enredado entre mis papeles). Y seguimos hasta el amanecer, riendo y enamorando las estrellas que desde el cielo nos apoyaban con su irrenunciable chispear. La noche se hizo corta, entonando canciones de protesta con o sin causa, da lo mismo. Total la razón en estos sistemas, es comprable, tranzable, y la tiene quien argumenta mejores razones económicas. Nuevas excusas clasistas para evitar que el acceso a la universidad esté al alcance de todos.

Por eso estuve con ellos, animando el paro, salpicando con versos y crónicas la noche pendeja. Chachareando y coqueteando con los bellos péndex que compartían la seducción del canto a través del guitarreo. Los chicos y chicas que defendían fieros las rejas de entrada, por si se colaba un sapo. Los secundarios, tomando este gesto político tan en serio, que a las cinco de la mañana renovaron la guardia bostezando, muertos de cansados por la vigilia de la resistencia. Con tanto empeño, que se daban tiempo para ponerse melancólicos con canciones ochenteras, canciones como himnos y amores de estudiantes y besos con capucha tras una barricada.

Ay que noche pasé con los estudiantes, soñando despierto la ilusión de un abordaje en sus ojos cansados, sus ojos trasnochados de utopía rabiosa. Que noche memorable viví con los chicos cantando sus slogan de educación gratuita, educación libre, educación para todos, educación para el que no tiene, educación para el que llegó tarde, total en pedir no hay engaño. Y si se trata de pedir, exijamos lo imposible.

El resto fue esperar que la cordillera recortara su lomo en el clarear del alba, a esa hora, cuando el frío escarcha la mirada de los estudiantes en paro, los bellos estudiantes que le dan una lección de dignidad a este país, en la trinchera de su desacato.

Por Pedro Lemebel

El Ciudadano Nº104, segunda quincena junio 2011


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