Durante los años 50’s, Londres era llamado “el gran humo”. Un verdadero infierno sobre la tierra donde el nubes de humo y azufre provocadas por las fábricas se cernían sobre la ciudad. A principios del siglo XIX, la niebla podía durar una semana y era tan densa que incluso no se podía leer dentro de un espacio interior, ni menos junto a una ventana. En un cementerio de Londres, un epitafio reza que el difunto “murió de asfixia en la gran niebla de Londres de 1814”.
Una ciudad en expansión, con dos millones de habitantes en ese momento y una intensa actividad industrial, los gases nocivos estaban destruyendo la calidad de aire.
Las nieblas espesas y amarillentas de Londres comenzaron en la década de 1840 y para 1880 era un fenómeno que se repetía unas 60 veces al año.
Para finales del siglo XIX, el carbón contaminaba todo, y la suciedad y el polvo llegaban hasta las aldeas remotas en la periferia de la capital. La luz solar llegaba cada vez menos y los árboles morían a causa de una sustancia nueva y catastrófica que se descubrió a mitad de siglo: la lluvia ácida.
El smog y la niebla de Londres eran tan carácterísticos de la ciudad que quedó representado en innumerables obras pictóricas de artistas como Turner o Monet, que pintaban barcos de vapor, fábricas o ferrocarriles. La contaminación era un elemento tan esencial del paisaje como los árboles o los edificios.
La quema indiscriminada de carbón ahogaba a los ciudadanos y liberaba enormes concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera. Muchos londinenses padecían trastornos respiratorios, sobre todo la clase trabajadora que trabajaba en las mismas fábricas y cargueros.
La “Gran Niebla” ocurrió un 4 de diciembre de 1952 y fue provocada por un frente frío y una ausencia total de viento. Una densa nube amarilla se ubicó como un manto sobrenatural sobre el centro de Londres, en un radio de 32 kilómetros. El smog (mezcla de smoke y fog, es decir, humo y niebla) fue tan espeso que era imposible ver a través de él, como si fuera un mar de concreto. El tráfico se paralizó totalmente, la ciudad entera quedó detenida. Se calcula que la contaminación causada por el carbón provocó la muerte de 12.000 personas.
La Gran Niebla inspiró una serie de leyes que restringieron el uso del carbón y fomentaron el de gas, y la quema de coque, que producía menos humo.
En estos tiempos en que el cambio climático debido a los gases de efecto invernadero tiene al mundo en un estado de alerta roja, es fundamental recordar estas experiencias, y tomar conciencia sobre estos tipos de combustibles contaminantes, y exigir a nuestros mandatarios políticas concretas en energías renovables.
Mira a continuación algunas fotografías de cómo fue este horrendo suceso en Londres.