¿Qué hay detrás del silencio de Tati? Es la pregunta que intenta responder el historiador Marco Álvarez al escribir “Tati Allende. Una revolucionaria olvidada” que será presentado el próximo 11 de octubre, a las 18:45 horas, afuera de la librería del GAM.
Editado por Pehuén, desentraña la intimidad y las luchas de Beatriz Allende, la hija más cercana al ex presidente, su puente con Cuba y la izquierda revolucionaria.
Pese al participativo rol que tuvo al lado de su padre, Beatriz Allende, desde pequeña llamada “Tati”, es uno de los personajes más desconocidos del núcleo del ex presidente Salvador Allende.
Sin embargo el libro “Tati Allende. Una revolucionaria olvidada” (Pehuén Editores), que será presentado a exactos 40 años de su muerte (11 de octubre, a las 18:45 horas, afuera de la librería del GAM), recupera la memoria de la corta e intensa vida de la integrante más revolucionaria de la familia Allende.
Su autor Marco Álvarez, director de la Fundación Miguel Enríquez, fue quien decidió emprender el rescate de la memoria de Beatriz, en momentos en que investigaba la vida del fundador del MIR,
“Beatriz se volvía a aparecer en los pasajes más importantes de la historia reciente, apoyando la gesta guevarista en Bolivia, siendo la más leal colaboradora de su padre durante el gobierno de la UP, articulando a las izquierdas para impulsar un frente común en el exilio. En ese camino me pregunté por qué nadie se ha centrado en recuperar su historia.”
En el volumen se pueden reconocer las múltiples dimensiones de la “hija guerrillera” de Allende. Militante del Partido Socialista, tuvo un rol destacado en Chile para el Ejército de Liberación Nacional conducido por el “Che”, se casó con un miembro de los servicios de inteligencia cubana, y acompañó a su padre en La Moneda hasta su último día, a pesar de tener un embarazo de siete meses.
“La Tati fue socialista pero también media mirista, media guevarista, media allendista. Nadie sospechaba que ella caminara por todos esos senderos, porque le era natural.
Por eso Salvador Alllende le deja el mandato de articular a las izquierdas en el exilio. Si uno ve el contexto político actual, este legado es fundamental a la hora de construir proyectos transformadores hacia el futuro”, dice el autor.
Según explica el libro, Beatriz fue la hija favorita de Allende, algo que marcó su vida y también su muerte. Al llegar su padre a La Moneda en 1970, ella se convirtió en su más cercana asesora en la Secretaría Privada de la Presidencia, donde estrechó lazos con Miria Contreras, la “Payita” y fue clave en las negociaciones entre su padre y la extrema izquierda chilena.
Nunca se perdonó el haber salido de La Moneda por petición de Allende y cuatro años después del Golpe de Estado, luego de innumerables giras por Europa organizando sin mucho éxito la solidaridad en el exilio contra la dictadura de Pinochet, Beatriz Allende se suicidó en La Habana, confiando sus hijos Maya (hoy diputada) y Alejandro (residente en Nueva Zelanda), a Mitzi Contreras, hermana de “Payita” y quien sería para ellos una segunda madre.
“El hecho de haberse suicidado la marginó al silencio, además era mujer y la revolución ha sido históricamente patrimonio masculino. Pero también la izquierda es responsable, durante la Transición, de no volver sobre su figura. La Tati incomoda en tiempos como el nuestro porque representa la dimensión más revolucionaria de Salvador Allende”, indica Álvarez.
El libro “Tati Allende. Una revolucionaria olvidada” ya fue presentada por el autor, hace unos días, en Casa de las Américas en Cuba. Específicamente en “Casa Tomada”, encuentro de la intelectualidad latinoamericana donde participaron más de 100 jóvenes de todo el continente.
“Presentar el libro en la Habana fue hacer el recorrido de vuelta y una buena oportunidad, a 40 años de su muerte, para recuperarla del olvido.
Recuperar a Tati tiene sentido, no sólo por su aporte histórico en los convulsionados procesos recientes, sino porque su legado político es fundamental para las nuevas generaciones de luchadores sociales ya que fue políticamente radical sin ser sectaria, atributo que muy pocos revolucionarios tuvieron en el siglo XX y, a la vez, tuvo la capacidad de articulador a las diferentes izquierdas en Chile”, concluye el autor.