La vida no es tan diferente bajo el mar. Los delfines nariz de botella usan herramientas simples, las orcas se llaman por sus nombres y los cachalotes hablan en dialectos locales. Muchos cetáceos viven en grupos unidos y pasan mucho tiempo jugando.
Muchos científicos saben esto, pero en un nuevo estudio, un grupo de investigadores compiló una lista de las conductas complejas detectadas en 90 especies diferentes de delfines, ballenas y marsopas, y descubrieron que cuanto más grande es el cerebro de la especie, más complejas –o humanas– tienden a ser sus vidas.
Esto sugiere que la «hipótesis del cerebro cultural», que plantea que nuestra inteligencia se desarrolló como una forma de hacer frente a grupos sociales grandes y complejos, puede aplicarse no solo a los humanos, sino también a las ballenas y los delfines.
En su publicación en la revista Nature Ecology and Evolution, los investigadores afirman que las complejas características sociales y culturales, como la caza conjunta, el desarrollo de dialectos regionales y el aprendizaje de la observación, están vinculados a la expansión de los cerebros de los animales, un proceso conocido como encefalización.
Los investigadores reunieron registros de delfines jugando con ballenas jorobadas, ayudando a los pescadores con sus capturas, e incluso produciendo silbatos característicos para delfines que están ausentes, lo que sugiere que los animales incluso pueden chismear.
Otro comportamiento común fue que los animales adultos crían a jóvenes que no están emparentados con ellos. «Existe el dicho de que ‘se necesita un pueblo para criar a un niño’ [y esto] parece ser cierto tanto para las ballenas como para los humanos», dijo Michael Muthukrishna, psicólogo económico y coautor del estudio en la Escuela de Ciencias Económicas de Londres.
Al igual que los humanos, se cree que los cetáceos realizan la mayor parte de su aprendizaje en sociedad y no individualmente, lo que podría explicar por qué algunas especies aprenden conductas más complejas que otras. «Aquellos predominantemente encontrados solos o en pequeños grupos tenían los cerebros más pequeños», escribieron los investigadores, dirigidos por Susanne Shultz, de la Universidad de Manchester.
Luke Rendell, biólogo de la Universidad de Saint Andrews, quien no participó en el estudio pero ha hecho trabajos en cachalotes y sus dialectos distintivos, advirtió sobre los problemas de hacer parecer a los animales como si fueran humanos.
«Está el riesgo de [creer que hay] una línea de un solo tren, con los humanos en la estación final y otros animales en el camino de llegar allá. La verdad es que cada animal responde a sus propias presiones evolutivas», dice Rendell.
Fuente, The Guardian
El Ciudadano