La Concertación y la política del engaño en Derechos Humanos y reformas políticas

El responsable de publicaciones como “Chile, una democracia tutelada”, “El mito de la democracia chilena” o “Historias desconocidas de Chile”, se sumerge en esta entrevista en el periodo de la transición, un acuerdo pactado entre las elites democratacristianas y socialdemócratas con la dictadura cívico militar para repartirse las cuotas de poder. Al final del día, ambas elites compartían la fruición por el mercado y las políticas escoradas hacia la derecha.

La Concertación y la política del engaño en Derechos Humanos y reformas políticas

Autor: Daniel Labbé Yáñez

Dicen que el proyecto de ley del Gobierno de Michelle Bachelet de levantar el secreto que oculta por 50 años los antecedentes de la Comisión Valech I sorprendió a todo el mundo, y esto después de 44 años del Golpe de Estado de Pinochet. Primero que nada, ¿de qué se trata cuando se habla de “secreto”?

El secreto estipulado en la Ley Valech constituye una falacia, porque aprovechándose de la petición efectuada por algunos de los denunciantes de que se mantuviese discreción con los relatos de las atrocidades sufridas, se estableció una aberrante prohibición para que los tribunales pudiesen acceder a las denuncias de los delitos efectuados ante la Comisión Valech. Esto -como lo denunciaron en su momento varios ministros de Corte y el conjunto de las organizaciones nacionales e internacionales de DD. HH- promueve la impunidad y atenta flagrantemente contra la Constitución y los tratados internacionales de DD. HH. de los que Chile es Estado Parte. Peor aún, dicha ley que impone el secreto se aprobó en 48 horas, impidiendo toda reacción oportuna de los anteriores. Además, con dicha ley se actuó al revés de la Comisión Rettig, que envió de oficio todos los antecedentes recogidos que indicasen la comisión de crímenes a los tribunales.

¿Cómo se explica a tu juicio esta actitud de Lagos y de la Concertación? ¿Puede decirse que hubo una voluntad deliberada de mentir?

Todo lo anterior no constituyó, lamentablemente, un hecho excepcional. En realidad Lagos y la Concertación promovieron engañosa y permanentemente la impunidad, contrariamente a sus proclamaciones que buscaban «la justicia en la medida de lo posible».

Pero la Concertación prometió derogar la Ley de Amnistía hecha por la dictadura para proteger a los responsables de violaciones de los Derechos Humanos …

En lugar de cumplir con su programa de intentar derogar el decreto-ley de autoamnistía de 1978, promovieron incansable e infructuosamente cohonestar sus términos o, incluso, proyectar de algún modo su alcance hasta 1990. Esas fueron las finalidades prácticas del Acuerdo Marco (1990); de las propuestas de los presidentes del Senado (Gabriel Valdés) y de la Cámara (José Antonio Viera Gallo) efectuadas en 1991; del proyecto de ley Aylwin (1993); del proyecto de ley Frei (1995); del Acuerdo Figueroa-Otero (1995-96); de un proyecto de la Comisión de DD. HH. del Senado (1998-99); del proyecto de inmunidad de Lagos (2003); de un proyecto de ley de disminución de penas promovido por senadores concertacionistas y aliancistas en 2005; y su intento de reflotamiento por Bachelet en 2007.

En definitiva, se terminó por reforzar la impunidad …

Felipe Portales

Obvio. Otra política de reforzamiento de la impunidad la constituyó la designación o intento de designación de numerosos diplomáticos y agregados militares involucrados en graves violaciones de DD. HH. efectuadas por los gobiernos de Frei Ruiz Tagle y Lagos en países como España, Suiza, Rusia, Ecuador, El Salvador y Honduras y en misiones de Naciones Unidas. Incluso, en varios de ellos se mantuvieron los nombramientos, no importando siquiera el bochorno internacional que irrogaron.

¿Cuál fue la actitud de la Concertación y de sus políticos ante las investigaciones de casos de crímenes que fueron de magnitud internacional? ¿Y qué puedes decir de la impunidad de la que gozó y en la que murió el mismo dictador Augusto Pinochet?

En varios casos judiciales de repercusión internacional, los gobiernos concertacionistas adoptaron posturas de prescindencia o de franca no colaboración con la Justicia. Fueron los casos del químico de la DINA, Eugenio Berríos (asesinado en Uruguay), de los asesinatos de Carmelo Soria y Carlos Prats y del intento de asesinato de Bernardo Leighton. Y, por cierto, sin pretender ser exhaustivo, el caso más elocuente fue el de la «búsqueda frenética» de la impunidad de Pinochet. Primero, a través de las presiones dirigidas contra los partidos de la Concertación y sus parlamentarios para evitar que aprobaran una acusación constitucional en su contra en 1998. Luego, por el desvergonzado lobby internacional para lograr la liberación de Pinochet en Londres. Y, por último, por las insistentes presiones públicas del ministro del Interior de Lagos, José Miguel Insulza, dirigidas al juez Guzmán y los tribunales de justicia para lograr eximir de juicio a Pinochet en base a falsas razones de salud mental.

¿Hubo un contexto político o un cambio de actitud ideológica de la Concertación que explica el giro a establecer acuerdos con las fuerzas de derecha? ¿Qué explicación de fondo le das a esta actitud de la Concertación ante lo que podríamos llamar las fuerzas dictatoriales? ¿Hubo un gran acuerdo a espaldas del pueblo —el que había en las calles derrotado a la dictadura— y por consiguiente una preocupación por el “orden” y la transición de parte de los poderosos sectores económicos que habían adherido al neoliberalismo e instalado el modelo económico que las favorecía y que querían mantener en “democracia”?

Sin duda que el mayor engaño efectuado por la Concertación a nuestro país fue el falaz giro copernicano efectuado por su liderazgo a fines de los 80 en su pensamiento económico, y que ha mantenido bastante oculto hasta el día de hoy. Se trata de lo reconocido por el ideólogo de la «transición» y principal ministro de Aylwin, Edgardo Boeninger, en un libro desgraciadamente muy poco leído hasta la fecha: «Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad» (Edit. Andrés Bello; 1997): La «convergencia» de dicho liderazgo con las tesis liberales de la derecha, «convergencia que políticamente (la Concertación) no estaba en condiciones de reconocer» (p. 369). Este vuelco no reconocido es el que explica cabalmente porqué dicho liderazgo, luego de veinte años ininterrumpidos de gobierno se ufanó de una «transición» que legitimó, consolidó y perfeccionó el conjunto de las instituciones («modernizaciones») impuestas por la dictadura de Pinochet: Plan Laboral AFP, Isapres, LOCE-LGE, ley minera, etc.

{destacado-1} Tú sostienes la tesis de que la Concertación tuvo los medios legales para hacer reformas sustanciales y no las quiso hacer. ¿Puedes explicarte?

Ahora bien, en consonancia con lo anterior, el liderazgo concertacionista ha mantenido oculto hasta hoy el virtual regalo de su inminente mayoría parlamentaria que efectuó por medio de los acuerdos de reformas constitucionales con Pinochet a mediados de 1989 y ratificados por un plebiscito en que prácticamente nadie sabía lo que estaba votando. Virtual regalo porque la Constitución original del 80 (pensando obviamente que Pinochet sería ratificado por ocho años más en el plebiscito de octubre de 1988) le confería al futuro gobierno una segura mayoría parlamentaria, en la medida que establecía un quórum de mayoría absoluta en una cámara y un tercio en la otra para la aprobación de las leyes simples. Así, de haber triunfado Pinochet se habría sobrepuesto a la tradicional minoría histórica electoral de los partidos de derecha, obteniendo de todos modos la mayoría en el Senado, gracias a los nueve senadores designados. ¡Pero también, de ser gobierno, la Concertación hubiese contado con dicha mayoría! Ello dado que por la integración del Senado original (26 senadores electos por las 13 regiones, más los 9 designados), incluso con su peor resultado la Concertación habría elegido un senador por región, es decir, trece. Y el tercio de 35 es 12. Entonces, en el paquete de 54 reformas aprobado a mediados del 89 se incluyó una que estipulaba que se requeriría ¡mayoría absoluta en ambas cámaras para aprobar la legislación simple!; algo que por la preservación de los senadores designados le iba a ser evidentemente imposible de obtener para la Concertación…

Entonces hubo una posición deliberada y consciente de los líderes concertacionistas (socialistas, DCés, PPDés, radicales) para justificar el incumplimiento de las reformas …  

La única explicación razonable para algo aparentemente tan absurdo como lo anterior, está en lo que dice Boeninger: los líderes de la Concertación no podían políticamente reconocer su profundo giro a la derecha. Entonces, frente a las demandas de sus bases de cumplir con sus promesas de cambio del modelo económico-social impuesto por Pinochet, ahora les podrían decir algo que era cierto: Que no tenían la mayoría parlamentaria para hacerlo. Lo que obviamente no les dirían (¡y que hasta hoy no reconocen!) era que no la tenían… porque la habían regalado.

Una jugada bastante maquiavélica para no reconocer que ya no eran de izquierda  …

Si así lo dices. Complementario con lo dicho más arriba fue el hecho que la Concertación no quisiese realizar en los 90 un pacto meramente electoral con el PC, pese a que en 1989 se había efectuado fácticamente en algunas circunscripciones ¡y con pleno éxito para la Concertación! De haberlo hecho, y extrapolando los resultados, la Concertación hubiese obtenido la mayoría en ambas cámaras en marzo de 1998. Más aún, cuando Lagos obtuvo fortuitamente la mayoría en ambas cámaras entre agosto de 2000 y enero de 2002, por los desafueros combinados de los senadores Pinochet y Errázuriz, ¡no hizo nada para aprobar los cambios que se habían prometido en 1989! Y lo mismo pasó durante el primer gobierno de Bachelet, en que ella obtuvo mayoría absoluta entre marzo de 2006 y diciembre de 2007, cuando el PDC expulsó de sus filas al senador Adolfo Zaldívar. Sin embargo, en diversas ocasiones tanto los propios Lagos y Bachelet, como otros líderes concertacionistas, han recurrido al engaño de sus bases al sostener que nunca tuvieron los quórums requeridos para hacer reformas sin necesidad del apoyo de la derecha.

Edgardo Boeninger y Frei Ruiz Tagle

¿Hay otras eminencias grises de la Concertación que han redundado en el punto del viraje pro neoliberal de la vieja elite concertacionista para justificar lo que designas como “política del engaño”?

Por supuesto, en 27 años más de una vez algún líder de la Concertación «se ha ido de lengua» y ha reconocido las visiones económicas profundamente derechistas adoptadas desde fines de los 80. Seguramente el caso más desfachatado ha sido el de Alejandro Foxley, quien señaló en 2000, cuando dicho liderazgo buscaba la impunidad de Pinochet en tierras nacionales luego de haber logrado su liberación de Londres, que … aquí cito: «Pinochet realizó una transformación, sobre todo en la economía chilena, la más importante que ha habido en este siglo. Tuvo el mérito de anticiparse al proceso de globalización que ocurrió una década después, al cual están tratando de encaramarse todos los países del mundo. Hay que reconocer su capacidad visionaria y la del equipo de economistas que entró a ese gobierno el año 73, con Sergio de Castro a la cabeza (…) que fueron capaces de persuadir a un gobierno militar (…) de que había que abrir la economía al mundo, descentralizar, desregular, etc. Esa es una contribución histórica que va perdurar por muchas décadas en Chile y que, quienes fuimos críticos de algunos aspectos de ese proceso en su momento, hoy lo reconocemos como un proceso de importancia histórica para Chile, que ha terminado siendo aceptado prácticamente por todos los sectores. Además, ha pasado el test de lo que significa hacer historia, pues terminó cambiando el modo de vida de todos los chilenos, para bien, no para mal. Eso es lo que yo creo, y eso sitúa a Pinochet en la historia de Chile en un alto lugar. Su drama personal es que, por las crueldades que se cometieron en materia de derechos humanos en ese período, esa contribución a la historia ha estado permanentemente ensombrecida» («Cosas»; 5-5-2000).

Entrevista publicada en la edición nº 217 de la revista El Ciudadano.


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