Las dimensiones inmensas de la crisis financiera estuvieron claras desde un principio. Los medios financieros internacionales más respetados lo informaron con todas sus letras hace más de un año, información que fue reproducida en Chile por CENDA, entre otros. El conjunto de los bancos de los países desarrollados, empezando por los más grandes, estaban liquidados. Desde agosto del 2007 que no se prestan plata unos con otros porque desconfían hasta de su propia sombra; para que decir a sus clientes.
Durante más de un año todos han venido sobreviviendo día a día en base a constantes transfusiones que les inyectan los bancos centrales, las que se vuelven cada día más cuantiosas. Ya han castigado más de un billón de dólares en hipotecas y otros activos vueltos basura; el FMI rápidamente ha subido su estimación de pérdidas totales ahora a 1,3 billones. La corrida general solo se ha evitado sólo porque los gobiernos garantizaron los depósitos y los pagarés de los bancos. Aún así, varios han ido quedando en el camino – 22 sólo en los EE.UU., incluyendo tres que funaron la semana pasada -, nacionalizados por completo o forzados por los reguladores a fusionarse. A los demás, los gobiernos les han venido inyectando capital desde hace un par de meses, es decir, nacionalizándolos en parte. Incluso los más gallitos, como los españoles, han debido recurrir a aumentos de capital.
Sin embargo, nada ha sido suficiente, como lo demuestra el colapso de Citigroup, el más grande de todos. Ya había castigado más de 65.000 millones de dólares en activos basura y despedido a 75.000 trabajadores de un total anterior de 375.000 en todo el mundo. El gobierno ya le había inyectado 25.000 millones de dólares en capital. Sin embargo, ha capotado este fin de semana, tras perder un 60% de su valor accionario la semana precedente, hasta acumular más de un 95% de pérdidas respecto de un año atrás.
El costo del rescate es inconmensurable: el gobierno ha agregado otros 2o.000 millones de capital a los anteriores. Adicionalmente ha asegurado más de 300.000 millones de dólares en activos de mala calidad, con la condición que el Citigroup cargue directamente con los primeros 29.000 millones en pérdidas – es la estimación del total a perder – y el 10% de las que eventualmente excedan esa cantidad. A cambio de este gigantesco salvataje el fisco se ha asegurado 7.000 millones en acciones preferentes del banco, un 8% de interés sobre el capital prestado y prioridad en el pago de cualquier dividendo, aparte de ciertos controles a los pagos a ejecutivos y otras gabelas. Es decir, algo así como la deuda subordinada chilena.
Tras un par de días de euforia bursátil al respecto, todos empiezan a caer en cuenta de la triste realidad que las pérdidas del Citi probablemente van a exceder de lejos los 29.000 millones estimados en este banco y que todo el resto de la banca se haya en condiciones similares.
Es decir, más que un salvataje de un banco, lo ocurrido con Citigroup es el certificado de defunción del conjunto de la banca internacional.
¿Qué va a pasar en Chile?
Por Manuel Riesco
NOTA: Recordar que el Citi compró durante el 2008 gran parte del Banco de Chile