Hay elecciones que marcan rumbos. Que definen destinos. Un “sí” o “no” que impactan en futuros personales y profesionales. Que significan que, de lograr reconocimientos, se acabe navegando en la intrascendencia.
Hablamos de alguien que eligió. De alguien cuya elección (respetable, por cierto) le cerró las puertas de la fama. Hablamos de Melissa Sue Anderson, la actriz detrás de Mary Ingalls – la mayor de las hermanas de la familia en “Little House In The Prairie” (La Pequeña Casa en la Pradera)-, serie por la que fue nominada a los premios Emmy.
Serie que fue furor en especial en la década del ’70 (y lo sigue siendo) y termina de una manera triste, difícil, trágica. La carrera de Anderson, luego de una oferta de trabajo que no se animó a aceptar, siguió de una manera similar. Porque la negativa para tomar ese rol, que incluía aparecer en pantalla sin ropas, fue también un “momento bisagra” para su profesión.
“The Blue Lagoon” (La Laguna Azul) fue grabada en 1980, cuando “La Pequeña Casa en la Pradera” aun se encontraba en el aire. En un principio se pensó en ella para que, como actriz principal, personificara a Emmeline Lestrange.
La cinta incluyó gran cantidad de escenas sexuales entre adolescentes. Ese fue el motivo principal por el que la intérprete nacida en Berkeley, California, en los Estados Unidos, desestimó de participar.
La imagen de una Mary Ingalls inocente, que dedicaba la mayor parte de su tiempo para estudiar y para colmo en su adolescencia sufre la pérdida de la visión, pudo haber pesado para que la intérprete decida rechazar el papel de Lestrange.
No era descabellado pensar en una reacción adversa, por parte de los espectadores, si comparaban a Lestrange con la habitante del pueblo de Walnut Grove… aun cuando el director del film aclaró que, para las tomas de desnudos, se utilizaron dobles.
Lo cierto es que el lugar vacante fue tomado por Brooke Shields, quien en ese entonces tenía 15 años, 3 menos que Melissa. El resultado: si bien fue nominada y ganó varias veces el premio Razzie a la peor actriz, Shields se mantuvo siempre vigente, también por posar en la portada de las revistas Vogue y Playboy.
El caso de Anderson fue por el camino contrario: luego de “La Pequeña Casa en la Pradera”, obtuvo papeles secundarios, de escaso vuelo y poca -por no decir nula- relevancia. Aunque probablemente esté tranquila con su conciencia al haberse negado a desnudarse ante las cámaras.