Al Monopoly, este clásico juego de mesa, le debemos horas de diversión en familia o con amigos, y además le debemos el enseñarnos cómo se comporta el capitalismo salvaje y demostrarnos cómo el humano puede traicionar a sus más cercanos con tal de acaparar y acaparar capital.
Este juego existe desde los años 30 y desde su creación ha vendido más de 250 millones de copias. La mayoría ha jugado alguna vez Monopoly, y todos los que lo hemos jugado creemos conocer sus reglas al dedillo. Conocemos lo que es adquirir una propiedad, y también la frustración de languidecer en la cárcel mientras todos pasan a tu alrededor y recolectan el dinero que podría ser tuyo.
Lo cierto es que no lo sabemos todo sobre este juego.
Existe una regla que, por algún motivo, todos desconocemos, pese a que sí está en el libro de reglas. Esta regla, amigos y amigas, cambia las cosas considerablemente.
Por lo tanto, otros jugadores pueden pujar por una propiedad sobre la que han aterrizado y no están comprando, con el banquero actuando como subastador.
En cuanto a lo que otros jugadores pagarían por dicha propiedad, esto dependería de si otra persona hiciera una oferta, lo que elevaría el precio. Si nadie hace una oferta, entonces, en teoría, un jugador podría obtener una propiedad por debajo del valor de mercado.
De acuerdo con el libro de reglas oficial: «Siempre que aterrice en una propiedad sin propietario, puede comprar esa propiedad del Banco a su precio impreso. Recibes la tarjeta de título de propiedad que muestra la propiedad, colócala boca arriba frente a ti. Si no deseas comprar la propiedad, el banco la vende en una subasta al mejor postor. El comprador paga al Banco el monto de la oferta en efectivo y recibe la tarjeta de título de propiedad de esa propiedad. Cualquier jugador, incluido el que rechazó la opción de comprarlo al precio impreso, puede pujar. Las pujas pueden comenzar a cualquier precio».
Esto cambia todo.
Un juego de Monopoly entre, digamos, cuatro jugadores puede tomar un mes y generalmente termina en ataques de ira. Esta regla acelera el juego, y potencialmente hace que la propiedad sea más asequible.
La única desgracia es que esto no ocurre en la vida real.
Fuente: Mirror