Una columna cargada a las loas le dedicó el poeta Cristián Warnken al fallecido Luis Bonini, preparador físico de la Selección Chilena bajo la dirección técnica de Marcelo Bielsa. A juicio del columnista, Bonini vino a Chile “no para ser locutor ni siquiera profesor, sino para ser maestro”.
“Porque para eso vino a Chile con el Profesor Bielsa: no a pasar la lista, no a marcar el paso, no a marcar tarjeta sino a quemar todas las naves en cada jugada, a explorar todas las infinitas posibilidades que cada uno de nosotros guarda como potencial desaprovechado, a ‘quemar los astros con nuestra voz’, como pedía Huidobro en Altazor”, escribió en The Clinic.
Si bien Bonini también ejerció como preparador físico en el equipo de la Universidad de Chile –en ese momento, dirigida por Sebastián Beccacece–, su trabajo destacó al lado de “El Loco” Bielsa. De ahí las loas de Warnken.
“Si ustedes convirtieron el fútbol otra vez en poesía, ¿acaso la poesía –que tanto abunda en estos lares– no debiera devolverles la mano? Porque ¿cuándo volveremos a ser inmortales, como lo fuimos en esos efímeros días en que usted y el profesor Bielsa le ganaron el partido a la ‘gana’, ese nefasto estado de ánimo nacional? Ese ‘no tengo ganas’ tan chileno fue reemplazado por el ‘¡te quiero ver, papá!’ Usted mismo fue un papá de esos jugadores ‘huachos’ de un Chile de ‘huachos’. Y ahora me dicen que le ha ganado la muerte. ¡A usted, que nos sacó de la muerte en vida!”, expresó el entrevistador de Una belleza nueva.
Además reflexionó que “la muerte gana siempre por goleada. La muerte se lo ha llevado, profesor, no sabemos a dónde, justo cuando usted había empezado a quedarse en esta lejanía, en este fin de mundo, enamorado de una mujer, pero también de un país que comenzó a quedarse huérfano cuando Bielsa hizo las maletas y le cerró las puertas en las narices a los ladrones, a los que han convertido al fútbol en usura y también en derrota”.
“Gracias a usted tuvimos la ilusión de ser menos nada de lo que somos. ¿No es suficiente eso entonces para gritarle ahora a usted, cuando se dispone a entrar en la aciaga frontera de la muerte ‘¡te quiero ver, papá!’? ¿Pero para qué decirlo? Si ya lo vimos, Maestro, ya lo vimos y su sonrisa se nos quedó a todos, a todo un país, adentro”, remató Warnken.