El debut literario de Leandro Calderone, reconocido guionista trasandino de éxitos televisivos como Casi Ángeles, Guapas y Aliados, pone en escena su talento a la hora de construir personajes profundos y carismáticos al mismo tiempo.
En esa dirección, El falso Camote (Planeta, 2017) muestra una historia de amor en clave moderna entre dos hombres, aunque en un constante diálogo con los clásicos de la literatura como El amor en los tiempos de Cólera, novela de García Márquez que uno de los protagonistas de la historia adapta para hacer una película.
Con un estilo ágil, Calderone invita a introducirse en un romance caótico, confuso y fugaz como el de Martín y Julián, dándole a cada uno un lugar central a la hora de narrar los hechos, mostrar sus sentimientos y convencer al lector sobre lo que está pasando. ¿Cómo pasar del terreno del guión, donde es tan reconocido y premiado, al desafío de la literatura?
—¿Que dificultad te produjo el pasaje de escribir guiones a escribir una novela? ¿O esto en algún momento fue un guión?
— No, surgió como una idea para novela. En realidad la gente de Planeta me venía diciendo que porqué no escribía una, yo venía haciendo cosas con ellos pero no se me ocurría nada. En un momento, les presenté una idea pero tampoco avancé con eso. Hasta que se me ocurrió esta, que ya nació con formato y género. Nació comedia romántica y novela, ya desde la idea. En cuanto a las dificultades, la principal es encontrar tiempo dentro del guión, haciendo tiras. La escritura, la narrativa, necesita de unos tiempos muy exhaustivos que cuando estoy haciendo televisión me cuesta encontrarlos.
— En ese sentido, ¿notaste que había muchas diferencias a la hora de encarar un libro como novela?
— Sí, son actividades completamente diferentes. Si bien tienen puntos de contacto, porque lo que uno trabaja como guionista o como escritor es captar la atención del lector o el espectador, esa persona llega de modos diferentes. No es lo mismo si estaba en el zapping, si viene convocado por un actor o actriz o por la curiosidad, y te presta una atención flotante. Ahí hay una serie de estrategias para capturar su atención. El lector es de otra naturaleza, siempre está buscando algo que lo atrape. Entonces, lo que tuve que aprender -pero no hay un lugar al que acceder a ese conocimiento, sino la propia experiencia-, es a mí como lector qué es lo que me atrapa, qué hace que quieras seguir leyendo.
yo trabajo en construir personajes que tengan identificación, volumen, que sean creíbles y que a uno le importe el personaje y su devenir. En ese sentido, hice lo mismo para la novela.
— ¿Qué sería eso que atrapa a un lector?
— Eso para mí está emparentado con cómo trabajo los guiones: para mí las historias no son solo de la trama, sino también los personajes. Yo me ocupo de construir personajes queribles, entrañables, al menos esa es mi intensión. Después, en el caso del guión, está la combinación de personaje y actor, una alquimia que ya escapa mucho de mis manos. Pero yo trabajo en construir personajes que tengan identificación, volumen, que sean creíbles y que a uno le importe el personaje y su devenir. En ese sentido, hice lo mismo para la novela. Y mi elección fue construir los personajes desde las voces. No es un narrador omnisciente, sino que los protagonistas relatan lo que les pasa en primera persona. Hay una diferenciación de lo que piensan y sienten desde cómo articulan su lenguaje.
— ¿Cómo te preparaste mentalmente al saber que, si bien el mundo literario es bastante amplio y Planeta es una editorial grande, el poder de impacto es mucho menor que con una serie o película a la que le vaya bien?
— Las expectativas son distintas. Yo no tengo la expectativa del boom, primero porque no hay ya tantos, la literatura está un poco deprimida. Si bien Buenos Aires es una ciudad llena de librerías, a diferencia de lo que pasa en otras capitales del mundo, no son los números de antes. Una ficción que vende 15 o 20 mil ejemplares es un best seller, y eso antes era de 100 mil para arriba. Las expectativas que tengo son realistas, son las de empezar a construirme como escritor. Después, en cuanto a la recepción, por ahora viene siendo muy gratificante. Porque tanto los lectores como los periodistas lo reciben con mucho entusiasmo, muchos me dicen “lo agarré y no lo pude soltar” o “lo leí en dos días”. En ese sentido siento que el primer paso en este mundo de la escritura está siendo dado.
— Al publicar un libro, la figura del autor es mucho más visible que la del guionista, que a veces el televidente no sabe quien es. ¿Eso te generó otra responsabilidad?
— Pensaba que no, porque estoy habituado a cierto estrés de la exposición con la televisión. Es verdad que los guionistas a veces están en segundo plano, pero en mi caso creo que estoy en un lugar como híbrido, porque aunque el gran público desconoce a los autores, a mí mucho público me conoce, tampoco somos ignotos. Lo que siento es que, mientras que el guión es un eslabón en un proceso de producción -inicial e importante, pero un eslabón-, el libro o la novela es uno de los pocos elementos artísticos que es una obra en sí misma. El guión no lo es, necesita todo lo demás. Pero la novela es una obra en sí misma y acabada. Y ahora que empecé con la prensa y la exposición, me di cuenta que hay algo inseparable entre obra y artista, que cuando salgo a hablar del libro salgo a hablar de mí.
mientras que el guión es un eslabón en un proceso de producción -inicial e importante, pero un eslabón-, el libro o la novela es uno de los pocos elementos artísticos que es una obra en sí misma.
— ¿Cómo analizás el momento actual de la ficción argentina en la televisón, donde cada vez hay menos producciones?
—Yo creo que pasó lo siguiente: Argentina tuvo una expansión internacional hasta 2008 o 2009. En esa expansión muchos de los contenidos argentinos se vendían afuera y había mucho ingreso de divisas, era el cuarto país del mundo en exportación de formatos audiovisuales después de Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda, que tenía Gran Hermano. Después de la crisis mundial que empezó en 2008 en Estados Unidos y se trasladó a Europa, el mundo dejó de demandar contenidos. Entonces venderlos dejó de ser fácil. Y acá lo que pasó fue que, además, empezó a crecer el auge del consumo de contenidos por Internet. Entonces, ante la alternativa de salir a buscar el mercado o achicarse, se achicó la inversión.
— ¿Pensás que en ves de apostar a la televisión, las productoras van a empezar a abandonar la lógica televisiva y pensar en Netflix o productos más orientados a la web?
— Netflix, aunque se ve por Internet, la mayoría de la gente lo ve en un televisor. Lo importante es la forma de consumir el contenido. Lo que está obsoleto es la programación, que un programa esté un día a tal hora. Comenzó a estar obsoleto cuando se inventó la videograbadora y ahora uno no quiere que te digan cuándo ni cómo ver algo. Vos elegís si querés ver un capítulo por semana o todos juntos. Ya dijo Eliseo Verón que la televisión tuvo una prerrogativa inusual en el mercado del consumo que es que el productor te diga cuándo consumir. Ahora eso ya no es así. Lo que tiene Netflix de distinto no es que es Internet, sino que vos elegís cómo y cuándo verlo. Ese es el cambio de paradigma. No se está dejando de consumir contenido sino que se consume distinto. La medición, por tanto, va a tener que ser distinta. Todavía estamos en una etapa en que nos deprimimos cuando hacemos 14 puntos de rating, cuando esa ya no es más la medida. No importa ya el rating sino otras cosas. Si vos medís por ejemplo el impacto de House of Cards, no podés decir cuánto es el equivalente en rating. Pero fue una serie que marcó la agenda, hizo grande a Netflix, le sumó suscriptores.
Lo que tiene Netflix de distinto no es que es Internet, sino que vos elegís cómo y cuándo verlo. Ese es el cambio de paradigma. No se está dejando de consumir contenido sino que se consume distinto.
—¿Cómo ves la relación de la cultura argentina, tanto en producciones audiovisuales como en literatura, con el resto del continente?
—Siempre es una relación compleja, Argentina suele estar dando la espalda, mirando más hacia Europa o Estados Unidos que lo que pasa en la región. El tema es que Latinoamérica en la década anterior ha tenido un desarrollo grande como productor de ficciones y la hegemonía ha ido pasando de un país a otro.
— Por último, ¿qué consejo le darías a alguien que está inciándose en el mundo literario?
—Es muy difícil dar consejos, no se si tengo esa experiencia y ese saber, pero para cualquier actividad artística aconsejo la lectura. La lectura obsesiva y agendada. Poner dos, tres, una hora por día, las que puedas, de lectura, ávida y curiosa. Yo soy un lector ecléctico: cada día leo una cantidad de páginas de un libro en inglés, siempre estoy leyendo un clásico con el grupo de lectura y siempre estoy leyendo algo de las novedades.Me parece que para cualquier disciplina artística y para la creatividad, la lectura es fundamental. En otras cuestiones literarias todavía no me atrevo a aconsejar, sino que por ahora soy el que recibe los consejos.