Analista Ernesto Águila (PS): “Me parece lógico que izquierda histórica y emergente compitan, pero también que cooperen”

El académico y miembro del comando de Alejandro Guillier subraya que independiente de quién gane el balotaje, “la izquierda debe construir sus propios medios de comunicación y conexión con la realidad”. Esto, en el ánimo de construir fuerza para enfrentar a “un mundo de derecha y conservador muy sólido en términos ideológicos, sociales y económicos”. Javier Paredes Godoy/ @jparedesgodoy

Analista Ernesto Águila (PS): “Me parece lógico que izquierda histórica y emergente compitan, pero también que cooperen”

Autor: Javier Paredes

Ernesto Águila es académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Pero antes que eso, es socialista. Militante PS. Si bien forma parte del equipo de educación del comando de Alejandro Guillier, considera que el debate televisado entre los candidatos de segunda vuelta no estuvo bueno y que los contendores empataron.

Precisa, eso sí, que el abanderado de la coalición de gobierno zanjó públicamente lo que era una diferencia dentro del comando: La condonación del 40% CAE.

Entusiasmado por la idea de que, contrario a lo vaticinado por las encuestas, la mayoría electoral expresada en primera vuelta lo hizo en favor de cambios, apuesta por la pronta convergencia de una izquierda histórica y una emergente. Para ello, adelanta, esta última todavía debe decantar más su identidad política y la primera, recuperar su identidad histórica, ajustando cuentas con el proceso de la renovación socialista.

¿Qué impresiones te llevas del último debate antes del balotaje?

En términos generales no fue un buen debate. No hubo un claro ganador. Quizás a ello contribuyó un formato que era muy difícil. No obstante el alto rating, aparentemente el debate no fue decisivo en la recta final. A ello contribuye que los candidatos están en lógica de cometer la menor cantidad de errores y, por eso, no arriesgaron demasiado.

Ernesto Águila

Creo que Guillier tiene que asumir un discurso en estos pocos días, haciéndose cargo que en la primera vuelta se instaló una mayoría de ciudadanos que quieren reformas en distintos ritmos y profundidad, pero que están en esa línea. El gran derrotado fue el diagnóstico de la derecha: que estábamos en un país que había girado al conservadurismo y rechazaba reformas sociales. Ese programa de restauración y autocomplaciente con el neoliberalismo fue derrotado, y también la idea de que -si este era el ambiente general-, lo que Guillier debía hacer era moderarse.

En el debate público hay una contradicción importante: la condonación de la deuda del CAE. El candidato dice que se condona al 40% más pobre y desde el comando se ha señalado que sería una suspensión del pago mientras un endeudado esté en ese 40%…

Efectivamente. Se habló de condonación, que fue entendida de dos formas: El candidato entendió que había extinción de la deuda, mientras que la jefatura programática apuntaba a la suspensión del pago mientras se estuviera en condición de vulnerabilidad, pero que en la medida en que se saliera de dicha situación, correspondía pagar. La diferencia no ha sido buena para la campaña, pero ayer (lunes) el candidato marcó su autoridad y dijo que la solución al CAE la definía él, y la entendía como perdonar la deuda al 40% más vulnerable.

19 de noviembre de 2017/SANTIAGO
La candidata presidencial del Frente Amplio, Beatriz Sanchez, habla tras saber sus resultados de la votacion de las Elecciones Presidenciales 2017.
FOTO: SEBASTIAN BELTRAN GAETE/AGENCIAUNO

Izquierda histórica, izquierda emergente

A comienzo de año usted afirmaba que, agotada la popularidad de Bachelet, se había agotado el impulso transformador del Gobierno en la misma proporción. ¿Cómo construir fundamentos para una izquierda que no dependa de carismas?

Hay que hacerse cargo de algo, sobre todo los que no somos tan jóvenes, sobre la historia larga. En Chile no es fácil realizar transformaciones en sentido popular y progresista, porque hay un mundo de derecha y conservador muy sólido en términos ideológicos, sociales y económicos. Por tanto, cómo se construye la fuerza social y cultural para las transformaciones, debiera ser la reflexión central para la izquierda.

Por ello, es secundario el tema de los liderazgos. En este caso, discutir muchos sobre los atributos es poco conducente porque lo que Guillier representa es el resultado o producto de las fuerzas que se agrupen en torno a su eventual gobierno, más que sea un líder conductor y constructor de un movimiento transformador.

¿Qué observaría para la construcción de dicha fuerza?

Veo tres problemas para construir esa fuerza: posibilidad de una convergencia política entre dos izquierdas a lo menos, la histórica y la emergente. Me parece lógico que compitan, pero también que cooperen. Se pone en la agenda nuevamente, después de muchos años, la unidad de esa izquierda. Desde el punto de vista político es una tarea fundamental.

Luego, un proceso de transformación debe sustentarse en una sociedad civil muy fuerte, movilizada y activa. Eso pasa por despejar que no hay que desactivar esa sociedad en el gobierno; muy por el contrario, hay que estimularla y dialogar con ella.

En tercer lugar, se requiere el desarrollo de un conjunto de instrumentos y herramientas culturales, y que tienen que ver con medios de comunicación, centros de pensamiento; se trata del desarrollo de ideas que salgan a disputar la subjetividad neoliberal y las ideas conservadoras.

La construcción de esta fuerza es política, social y cultural. Y debiera ser la preocupación de los líderes políticos de la izquierda histórica y emergente. Y abiertos a otras fuerzas más de centroizquierda como la DC, que está en un momento expectante, porque han disminuido su influencia y en la interna han sido derrotados los conservadores.

Roberto Izikson, gerente de Asuntos Públicos de Cadem

Además, se verificó que algunos de esos instrumentos tampoco representaban fielmente la realidad. En especial las encuestas de opinión

Sí, hay lecciones que van quedando. Una es que la derecha tuvo la capacidad de crear un clima de opinión muy fuerte a partir de unas encuestas de dudosa calidad e independencia política. Ahí decían que el programa de reformas era rechazado, que la gente quería incorporarse al modelo en vez de cambiarlo. Ello motivó muchas columnas sobre una supuestamente exitosa “modernización capitalista”, que dejaba heridas pero un ánimo de incorporación, y que eso era el país.

La izquierda debe construir sus propios medios de comunicación y conexión con la realidad.

¿Qué tipo de encuentros te imaginas entre esa izquierda histórica y la emergente, dónde podría suceder concretamente?

Lo primero es reconocerse mutuamente. Creo que ahí hay distintos procesos que se pondrán en marcha. Del lado del Frente Amplio se van a generar síntesis orgánicas y políticas que van a disminuir el grado de fragmentación y se establecerán hegemonías más precisas sobre cuál será la identidad política y programática. De la izquierda histórica, hay procesos pendientes. Sobre todo en el PS, hay una fuerza que tiene que hacer revisión y reconstrucción de una identidad y programa que ha postergado por mucho tiempo. Tiene que tomar una definición en esta etapa antineoliberal y jugar un rol de diálogo y articulación con la izquierda.

Hay una tesis desde la que se construyó el PS en los 90: Que las transformaciones en Chile requerían de una acuerdo con la DC. Ese dogma se supera con la idea de que hay que rearticular a la izquierda. Claramente, bajo cualquier gobierno, construir acuerdos en la izquierda será fundamental. No se pueden apurar los procesos, pero hay que encontrarse en ciertos espacios de pensamiento y sociales para construir poder cultural. Ahí se irá viendo. Pero el diálogo y la unidad serán tema en la izquierda.

Condición para algo así es, entonces, revisar el denominado proceso de “renovación socialista”

El último proceso de revisión del PS comenzó con la separación entre Almeyda y Altamirano, y se cierra con la reunificación bajo la salida de la dictadura, favorecido por la caída del Muro del Berlín, que consagra una mirada más socialdemócrata y facilita el éxito de la renovación.

Ya transcurridos 27 años desde el retorno a la democracia, el PS tiene que entrar a una etapa de reconstrucción de un proyecto histórico, y para eso tiene que hacer una lectura crítica del proceso de renovación socialista, que tuvo aciertos, pero derivó en un partido despolitizado con debilidad ideológica y sin proyecto histórico. Por otro lado, también es difícil pensar en adelante sin la presencia de un socialismo recuperado. La corriente socialista sigue siendo fundamental en un socialismo que siempre ha sido plural.


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