El contundente triunfo de Sebastián Piñera en la Segunda Vuelta presidencial, que le permite volver a la Presidencia de la República, ha borrado de un plumazo –nuevamente- las ajustadas proyecciones realizadas en la previa a este domingo 17 de diciembre y deja a su futuro gobierno en una posición algo más cómoda para el inicio de su gestión en marzo de 2018.
Los 3.795.896 votos obtenidos (54,5%) por Piñera frente a los 3.160.225 (45,4%) conseguidos por el candidato oficialista Alejandro Guillier son expresivos y una demostración de fuerza de la derecha, que viene a ratificar su intención de instalarse en el poder por más de un período presidencial.
La jornada electoral venía precedida por el consenso de analistas de diferentes sectores políticos, los que señalaban que la definición presidencial se daría por un margen de no más de tres puntos porcentuales –unos 150 mil votos-, dependiendo de la baja en la participación que se esperaba para estos comicios y el posible traspaso de votación de las candidaturas de Beatriz Sánchez, Marco Enríquez-Ominami y Carolina Goic.
La sensación de baja en la participación se fortalecía con las informaciones que daban cuenta de centros de votación sin aglomeraciones, situación por la que se hicieron recurrentes los llamados de ambas candidaturas a sus electores para que fueran a votar.
Todo eso quedo en nada, ya que la participación electoral aumentó, llegando al 49% -7.032.585 votantes-, votos que en su mayoría recayeron en el candidato de Chile Vamos, aumentando en 8% la base de casi 3 millones de preferencias con la que partía si se le sumaban los más de 500 mil que le traspasaba el candidato de extrema derecha, José Antonio Kast.
A pesar de que la votación de Guillier creció en casi 1.7 millones de votos, los resultados dejan en evidencia que los nuevos sufragios se inclinaron por el proyecto representado por Piñera, crítico de las reformas realizadas durante la actual administración de Michelle Bachelet y que viene a cerrar el giro a la derecha que se viene dando en el cono sur latinoamericano.
Además, la votación de Piñera rompe el techo electoral de la derecha, abriendo el margen de crecimiento del sector que ya presenta a tres posibles sucesores del ahora presidente electo: Manuel José Ossandón, Felipe Kast y su tío, José Antonio.
Pero a pesar de lo expresivo del triunfo, Piñera prefirió la cautela a la hora de los festejos: “El camino hacia los tiempos mejores no va a ser fácil”, sostuvo desde el escenario instalado en la Alameda y -repitiendo el discurso de unidad que rememora la democracia de los acuerdos noventera- recalcó que «las cosas no se logran de un día para otro y debemos priorizar con justicia. Para hacer un buen gobierno necesitamos el apoyo de todos los chilenos». Eso mientras el público asistente gritaba «Chile se salvó» y lanzaba cánticos recordando a Pinochet.
Con este mensaje busca tender puentes con los sectores más conservadores de la agónica Nueva Mayoría, a fin de poder desarrollar su programa legislativo en un Congreso que se prevé complejo y sin mayoría para ninguno de los sectores políticos. Junto con eso, pone paños fríos a las expectativas de cambio a las políticas desarrolladas, principalmente en materia económica, durante la administración Bachelet.
Piñera, como buen negociador que es, pone en la mesa su capital, o parte de él, para conseguir los acuerdos que le permitan a la derecha llevar adelante, tal como dijo alguna vez el senador Andrés Allamand, su plan de 12 años en el poder.
Guillier: “Es en la derrota cuando más se aprende”
En la vereda del frente los resultados calaron hondo. Los rostros de decepción de los encargados de la campaña de Alejandro Guillier y de los parlamentarios oficialistas daban cuenta del rudo remezón que significaban.
Al igual que en el piñerismo, se esperaba una ajustada diferencia a favor o en contra, lo que permitía mantener con vida a la coalición socialdemócrata y, de paso, poder posicionarse como el principal referente de la oposición al gobierno de derecha.
Pero en la medida que los resultados se iban conociendo, la certeza de que éste era el golpe definitivo a la Nueva Mayoría era evidente y con ello el proceso de reconstrucción del sector se podía dar por iniciado.
Esto fue el eje del mensaje a los adherentes de Guillier, quien se presentó acompañado por parte de su familia y sin representantes políticos en el sobrio escenario preparado. Desde allí, junto con reconocer el triunfo de Piñera, el senador por Antofagasta sostuvo que “hemos sufrido una derrota dura. Es en la derrota cuando más se aprende”.
“Renovar nuestros liderazgos, renovar nuestras formas de acción política, abrirnos a los movimientos sociales, abrirnos a la ciudadanía, dejar los palacios e ir a las juntas de vecinos, recorrer el país y conversar con la gente”, fue el llamado realizado por el ex candidato presidencial, quien además agregó que la tarea es “aprender esta lección, estudiar los resultados y reconstruir una opción democrática basada en los principios de la solidaridad, libertad e igualdad de oportunidades”.
Finalmente, Guillier hizo hincapié en el rol de oposición “republicana y constructiva” y en su voluntad de mantenerse frente a la coalición que resulte del venidero proceso de ajuste de la Nueva Mayoría: “Me comprometo a seguir trabajando por la unidad y renovación del progresismo», dijo.
Bachelet en silencio y La Moneda intentando defender su legado
Por segunda vez Michelle Bachelet deberá hacer entrega de la banda presidencial a Sebastián Piñera, hecho que buscaba evitar a toda costa con tal de que el legado del proceso de reformas que encabezó se mantuviera en la palestra.
Para evitar este escenario, Bachelet asumió gran protagonismo en la campaña de Segunda Vuelta, recalcando que lo que se jugaba no era solo el traspaso del mando sino que la continuidad y profundización del proceso de reformas que ella había iniciado. Sin embargo, el despliegue presidencial no alcanzó para asegurar el triunfo del candidato presidencial oficialista.
Su abatido rostro, momentos antes cumplir con el protocolo y la ceremonia del saludo telefónico a Piñera, graficaba la escena que en La Moneda solo imaginaban en sus peores cálculos. El posterior silencio presidencial vino a ratificar el fúnebre ambiente en palacio.
La tarea de dar cuenta de la hoja de ruta del Ejecutivo en los próximos tres meses recayó en la vocera de gobierno, Paula Narváez, quien expresó que “lo que corresponde como Gobierno es seguir trabajando, como lo hemos dicho siempre, hasta el último día, para cumplir los compromisos que adquirimos con la ciudadanía”.
“Tenemos casi tres meses de Gobierno por delante y muchas iniciativas, como ustedes saben, muy importantes que debemos sacar adelante”, acotó Narváez en una compacta declaración pública en la que no respondió preguntas de la prensa.