Cuatro semanas de cuentas alegres tuvieron la izquierda y el progresismo chileno. Cuatro semanas en que parecían desdibujarse algunas de las trincheras por largo ocupadas por las fuerzas del viejo orden político: Encuestadores y medios de comunicación no supieron explicar el yerro de sus pronósticos electorales. La derecha alcanzaba 10 puntos porcentuales menos y la izquierda por fuera de la Concertación llegaba a un 20%, quedando a solo 2% del candidato oficialista que pasó a Segunda Vuelta.
La intencionalidad política de tales instancias quedaba expuesta ante la sociedad como no había sucedido durante la transición y poco margen de defensa tenían. El balotaje se disputaría entre candidatos perdedores. Y, para los nuevos contendores, era una oportunidad de maximizar las señales de agotamiento del ciclo político que denotaban esos resultados. ¿La trampa? La aritmética podía cambiar y urgía transformar la cifra en verso, pasar de “los votos” a “en qué se concretan esos votos”.
El Frente Amplio decidió no tomar esta opción en pos de no ensuciar su resultado electoral y cuidar las diferencias internas sobre la materia, cuestión que fue cambiando a lo largo de estas cuatro semanas. Uno a uno, los principales personeros del conglomerado fueron entregando su apoyo al candidato oficialista, sin conseguir de vuelta un compromiso explícito con las demandas centrales del programa enarbolado. Y lo hicieron con distintas intensidades y énfasis. Algunos parecieron cediendo al chantaje, sin convicción propia, otros derechamente pidiendo disculpas.
Los resultados de la Segunda Vuelta fueron apabullantes.
Con voto voluntario, sufragaron alrededor de 300 mil personas más que en Primera Vuelta. Y Piñera se convirtió en el tercer Presidente más votado desde el retorno a la democracia, con más de 3 millones 790 mil votos a favor (54,6%). El candidato desbordó la suma de todos los postulantes a La Moneda de derecha de la Primera Vuelta en algo así como 800 mil votos.
Por su parte, el candidato oficialista llegó a los 3 millones 160 mil votos, el 45% de las preferencias, que no alcanzaron los 3 millones 640 mil votos que sumaban los candidatos de izquierda o progresistas en la medición anterior.
Valoración política
El ascenso de la derecha en Chile no versa solamente sobre su rearticulación como fuerza dominante en la sociedad chilena -sigue manteniendo los principales medios de producción, comunicación, centros de pensamiento, etc-. Se trata, también, de una rearticulación a nivel Latinoamericano, en el que el agotamiento y derrota de los gobiernos progresistas-neoliberales cedió terreno a opciones derechistas, destacando países tan relevantes para el cono sur como la Argentina de Macri y el Brasil de Temer.
En específico en Chile, se asocia al agotamiento del actor político protagónico del período de la transición: la Concertación.
Capitalizando dicho agotamiento desde los primeros días de este gobierno, la derecha -por fuera de la política formal y centrada en el quehacer de encuestadoras, medios de comunicación y centros de pensamiento- construyó la oposición a un conjunto de reformas que, de todos modos, nunca encontraron en la sociedad su sustento. Reformas con las que Michelle Bachelet pretendió representar a la sociedad chilena, pero sin transar un centímetro los pilares subsidiarios del sistema, volviéndose enemiga de una expansión de lo público. De este modo, la deriva de las reformas del Gobierno, sin apoyo popular, tuvieron su oposición política y social desde las plataformas fácticas de la derecha.
El programa de la derecha, que inicialmente podía concentrarse en trabar las discusiones abiertas durante los últimos ocho años, ahora bien podría tomar el desafío de una contrarreforma. Y desconocemos si se proyectarán por otro gobierno más.
La Concertación, por su parte, no parece tener un derrotero de recomposición. Tiene la oportunidad de fundirse en la oposición social a Piñera, táctica utilizada bajo el último mandato del magnate y que sumada a la posibilidad de que Bachelet postulase por segunda vez, acaso alargó su agonía. En cambio, pesará ahora la total negativa mantenida en torno al reconocimiento del Frente Amplio como interlocutor de cara al balotaje. Sin reconocerle, prefirieron pensar en “los votantes”. En dicho gesto, la Concertación renunció a ser una fuerza de conducción y prefirió asentarse, erróneamente, en la aritmética.
Asoma también, pero todavía como parte del viejo orden, la derecha joven. O la “nueva” derecha. Se trata de una que se autoafirma “liberal”, pero que está contra el aborto y el libre mercado. Una “social”, que con menor densidad ideológica adquiere tintes populistas y, a ratos, se confunde con las banderas de la Concertación. Ambas por dentro de la propia alianza derechista, y por tanto, bajo sus faldas. La que estaría por fuera de ellas, que rompió con Chile Vamos, en realidad lo hizo para reafirmar su compromiso tanto con el Golpe como con la Dictadura Militar, y con los militares en retiro, además de profesar una religiosidad extrema.
Frente Amplio: si bien derrotados, uno de los desafíos al neoliberalismo más interesantes a nivel mundial
Probablemente el dato más interesante de este proceso eleccionario haya sido el asomo de una nueva izquierda, el Frente Amplio, que además del sorpresivo resultado en la elección presidencial, irrumpió en la Cámara Baja con 20 representantes.
Esta entente, a diferencia de otras experiencias surgidas bajo el concepto de “nueva izquierda” alrededor del mundo, mantiene un estrecho vínculo con los procesos de movilización y organizaciones sociales que se han movilizado durante las últimas dos décadas contra el neoliberalismo chileno. El FA es un primer asomo de expresión política de dicho proceso.
Tocará al Frente Amplio balancear sus posibilidades. La entente renunció a incidir entre la Primera y la Segunda Vuelta, de modo que su 20% quedó desdibujado de la discusión pública y reducido a mera estadística circunstancial. Eludió al balotaje como campo de batalla, poseídos por el argumento formal de que no había sido el FA quien pasó a Segunda Vuelta. En este sentido fue inequívocamente derrotado en la arena política.
En adelante, la joven entente deberá escoger sus batallas: no tiene fuerza para oponerse a todo lo que toque el gobierno de derecha que se avecina; pero a la fuerza que tiene debe sacarle el máximo de rendimiento. Se pueden ganar todas las batallas y perder la guerra. El FA debe entender que la guerra que promete librar, no es el conjunto de batallas que libremente escoge, sino la que le plantean sus adversarios.
Si mantiene un sano vínculo entre su arraigo social y la necesaria inteligencia para aprovechar las oportunidades abiertas, el Frente Amplio constituye uno de los más interesantes desafíos al neoliberalismo, y de mayor proyección a nivel mundial.
A la comunidad política e intelectual, nacional e internacional, al campo de izquierda y progresista, le tocará también incorporarse a este debate.
https://www.youtube.com/watch?v=cFpoXy1UBjk