Entre las buenas noticias que hemos recibido últimamente se cuentan algunas referentes a los personajes que por fin desaparecen de nuestro Congreso Nacional. Uno de estos es el miembro de una de las dinastías que nos gobiernan desde hace más de un siglo: el señor Ignacio Walker.
Este señor, perteneciente a una familia propietaria de recursos naturales, se destacó por sus incomprensibles acciones como Canciller de la República, a lo menos por una, simbólica, y que vale la pena siempre recordar. Una acción tan notable como esta puede definir a una persona, especialmente a un líder político, o al que pretende serlo.
A comienzos de este siglo apareció un programa juvenil, del que se ha vuelto a hablar en los últimos días, Rojo, fama contrafama. Allí tuvieron protagonismo un grupo de jóvenes por primera vez desde los años de dictadura. En este caso lo hicieron con sus talentos en un programa que fue genuinamente democrático. Allí se pudo comprobar que era mucho más fácil de lo imaginado lograr que los jóvenes “estuvieran ahí”. También que la escasez de talentos que se observaba a nivel público en el país, no significaba que estos no existieran, sino sólo a la metodología para seleccionar la muestra.
Bastaba una convocatoria amplia, un llamado a competir solo con el talento, una selección transparente mediante el voto democrático del público, telespectadores, jurado y compañeros, para que aparecieran los talentos ocultos. Una competencia sin compadrazgos, nepotismo, pitutos, ni pago de favores, avalada por la mirada ciudadana y legalizada por un Notario Público.
Fue un placer ver el triunfo de los mejores concursantes por estos medios eficazmente democráticos sobre un número amplio de contendores. Ver a jóvenes con voces maravillosas sin grandes estudios ni formación, que habían aprendido a bailar rap en las calles, pero diestros, dispuestos e inteligentes. Muchos de familias pobres que fueron aprendiendo en el programa y que sin mezquinas competitividades reconocían el talento de sus compañeros. Ellos supieron perder o ganar con humildad. Triunfaron sólo con su talento, cantantes y bailarines de diferentes regiones, aquellas que nunca se incorporan pese a “los esfuerzos descentralizadores”.
Triunfó, sin la duda de nadie, una joven argentina emigrada económica de su país, como tantos chilenos en el pasado. Con su sencillez y talento triunfó sobre el chovinismo que en un comienzo la insultó para luego ser derrotado cuando ella entregó un conocimiento más directo de los argentinos. Los que la llamaban agrediéndola pudieron darse cuenta que la caricatura del argentino pesado o prepotente no pasa de ser otro mito que podría haber sido fácilmente superado con educación. A las clases dominantes siempre les ha convenido mantener a los pueblos separados para poder fomentar guerras y estimular el negocio de la producción de armamento. Esta artista se encuentra ahora en un canal de la televisión chilena.
MARÍA JOSÉ QUINTANILLA Y MON LAFERTE
Conocimos el talento maravilloso de jovencitas de doce y trece años como María José Quintanilla la que, al poco tiempo de concursar, tuvo más de 120.000 discos vendidos. Constituyó un fenómeno de calidez y simpatía. Actualmente, quince años después, reapareció en un canal y esperamos que siga cantando. Como Mario Guerrero que aún nos deleita con su voz, dulzura y sabiduría; hijo de un profesor de música de niños de bajos recursos y de una temporera agrícola de Graneros, Región Sexta. Mon Laferte, quien construyó un personaje exitoso y ganó el Grammy 2017, también viene de Rojo.
También de la Sexta Región, cantó con éxito en el programa Catherine Orellana, hija de un comerciante de verduras, con una impresionante voz y vocación por el jazz. Lamentablemente la fama la ha afectado, pero sin impedir que ello deje de reconocer su gran talento.
Todos ellos convocaron a miles de espectadores en Santiago, cuatro mil espectadores en Iquique, otros tantos en Talcahuano, admiradores que se movilizaron por la belleza, la alegría, los nuevos rostros y la capacidad de elegir ampliamente.
En esos años, los partidos políticos democráticos y de izquierda carecían de jóvenes, debido a que no existían estructuras abiertas y participativas a ningún nivel político. La clase política se caracterizó por los enroques en sus cambios de gabinete, recurriendo a las dinastías familiares y al duopolio perpetuado en el poder. Hasta hoy, a codazos, con las más patéticas “estrategias comunicacionales”, pretenden seguir perpetuándose a la fuerza en el poder sin que nadie les crea, respirando con fruición el poco aire fresco que se filtra dentro del asfixiante y demasiado reciclado que los invade.
Por todo ello, a comienzos de este siglo, cuando los jóvenes no participaban en política, cuando no se incorporaban nuevos espíritus ni nuevos conocimientos, normalmente muy poco conocimiento, soñábamos y nos imaginábamos cómo sería nuestra vida con un Rojo, fama contrafama en la política chilena, en la dirección del Gobierno, en las municipalidades, en las organizaciones sociales, donde se compitiera por talento, donde los partidos de izquierda con amplias convocatorias renovaran sus militancias con jóvenes de todos los estratos sociales y de todas las regiones más recónditas, llevando así la diversidad a las cúpulas.
Nos amargábamos pensando cuántos talentos escondidos, cuántos buenos cuadros políticos se pierden, por no tener dónde participar y, más aún, cuántos rechazados y excluidos. ¡Qué frescor habría en la administración pública y en los partidos políticos que se definen como populares, con rostros nuevos! ¡Qué entusiasmo mostraría la ciudadanía al mirar rostros frescos con ideas que vinieran del talento de los ahora excluidos, de los que ahora no tienen voz! Sin considerar que todo ello, además, lo exigen los nuevos desafíos de la competencia, las tecnologías y las necesidades de innovación. ¿Qué modernidad y nuevas ideas puede haber sin juventud y diversidad?
Pero el talento, entusiasmo y grandeza de los jóvenes chilenos que aparecían “no estar ni ahí”, no solo revivieron en Rojo, sino también en otros ámbitos a lo largo de todo Chile, como lo demostraron los Pingüinos y lo están demostrando los jóvenes en la protesta política y en la militancia en el Frente Amplio.
Lentamente, gracias al movimiento estudiantil, a la eliminación del binominal, al llamado a cambiar la Constitución y al compromiso de muchos por una Asamblea Constituyente, comenzó a cambiar el escenario.
Pero, en el contexto de los jóvenes en silencio de comienzos de los 2000, los éxitos de María José Quintanilla -una niñita de 13 años que irradiaba dulzura, bondad y modestia, la menor del programa, con un padre afectado por una difícil enfermedad, caracterizada por su ternura y humildad-, renovaron en muchos de nosotros la capacidad de soñar.
María José Quintanilla constituyó un símbolo de esperanza, el ejemplo que muchos niños siguieron, con aquella lejana convicción, que algún día tuvimos con Gabriela y Pablo, y luego con Violeta, el que todos, aun los más pobres, viniéramos de donde viniéramos, podíamos triunfar. Podríamos dedicarnos a nuestro arte, podríamos comunicar algo a los demás. Podríamos ser importantes.
Cuando se decidió la canonización del Padre Alberto Hurtado fue muy fácil incorporar al feliz evento a los jóvenes del programa y así lo sintió también el sacerdote Renato Poblete. Todos los jóvenes de Rojo participaron en la campaña. En esta se pudo observar que el mensaje del Santo se encarnaba en la humildad de María José Quintanilla. Así lo sintió todo el país cuando el sacerdote Poblete nos comunicó que María José era la elegida por la Iglesia para cantar en su canonización en Roma.
Con ella, muchos jóvenes y niños se sintieron también elegidos. Incluso, los más viejos y ateos, como yo, nos sentimos cantando en la canonización. La selección también se debió a su voz maravillosa, a que había trabajado y puesto su fama al servicio de la campaña, a que había cantado gratis para el Hogar de Cristo.
Gracias a la participación de los jóvenes de Rojo se había logrado que el sacerdote chileno Alberto Hurtado y su canonización, identificara a muchos jóvenes latinoamericanos, porque Rojo contaba con jóvenes de todo el continente, e incluso el programa se trasmitió en Paraguay. Una actividad de nuestro país convocaba a otros pueblos, más allá de las relaciones diplomáticas y los negocios.
Pero el Canciller Ignacio Walker revirtió la decisión de la Iglesia y los encargados del programa. Incluso en la Iglesia, avergonzados, no encontraban cómo justificar la nueva decisión frente al público, porque el Canciller había decidido que María José no cantaría. La reemplazaría su mujer, Cecilia Echeñique. Nos enteramos por los diarios. Había sido soñar demasiado.
La codicia de las dinastías es insaciable y no se puede esperar de ellas que ni por pudor demuestren bonhommía. Ellas lo tienen todo y también cantaron en Roma a la pobreza.
Pero, aunque esa desilusión jamás será borrada, hoy podemos sentirnos, medianamente gratificados, solo por lo que este señor siente en estos momentos, al no haber sido reelegido. Ojalá que, de ahora en adelante, se dedique a sus negocios, aunque lamentablemente los enroques continúan y el Frente Amplio todavía deberá dedicar mucho en fuerza, amor y vida, para que podamos recobrar nuestra dignidad perdida.