La llamada “bancada F”, espacio que conformamos las diputadas electas del FA, tuvo por objeto base visibilizar a las mujeres en tanto nuestra negación histórica en política, en un mundo que ha sido por excelencia propiedad de los hombres. La presencia en estos espacios es algo que indudablemente las mujeres debemos estar disponibles y dispuestas a disputar.
Sin embargo, es necesario e imperativo aclarar que dicha bancada no nace -ni podría hacerlo en su constitución actual- en nombre del feminismo, entendido como una política que busca subvertir la totalidad del orden social neoliberal y patriarcal. Por ejemplo, el uso del término “femenino” es difícilmente reivindicable por una política feminista, por ser un concepto que engloba y proyecta una determinada visión de mundo, hegemónica por cierto. Como decía Julieta Kirkwood, esos conceptos operan y refuerzan nuestra propia subordinación y nos sitúan en esa “otra política o poder” del “amor, el sacrificio, la postergación y los cuidados” como propio de lo femenino, entendido como una característica natural/biológica del ser mujer. Por ello, el feminismo no podría sino apostar por la superación de estas categorías que no hacen sino reproducir el orden político-sexual dominante. El episodio de la semana, estuvo lejos de eso.
Otro ejemplo y que va más allá de los conceptos, es la polémica a propósito de la disputa por la presidencia de la Cámara de Diputados como único y principal tema de la bancada. Y no porque sea un problema disputar el poder sino por la reproducción de una política elitaria, esa que en vez de bregar por empujar las luchas antineoliberales, pelea por cupos de poder, promueve carreras individuales y sigue ampliando la distancia entre la política y la sociedad. No vale la pena, que en nombre de las mujeres, se siga practicando un tipo de política que las fuerzas transformadoras debemos superar.
Asumir la política feminista es asumir un lugar polémico e incómodo, donde el solo hecho de ser mujer no basta ni es garantía de nada si de transformar la sociedad se trata. De hecho, podemos ver, por un lado, cómo la derecha levanta una política de mujeres que no busca interrogar la opresión de género y, por otro, cómo la Concertación, con su lectura esencialista del feminismo, entiende a la mujeres en tanto madres y busca resolver desigualdades estructurales mediante políticas de integración. En ello solo hay renuncia. El feminismo del FA debiera aspirar a superar esos límites y volverse improcesable en términos neoliberales.
Si las integrantes de la bancada F y el Frente Amplio en su conjunto (comunales, bancada e incluso su mesa política) queremos tomarnos en serio el feminismo, no podemos entenderlo como auxiliar o como separado de la política misma. Y tenemos que poner en debate que “ser mujer” no es suficiente, tampoco siendo viable asumir pasivamente el discurso meritorio en que siempre calza un hombre en el parámetro de ”mejor” o “más capacitado”. Feminismo es precisamente romper con aquellas categorías que se nos han impuesto como mantras y luchar por la emancipación de la humanidad toda.
Desde Izquierda Autónoma nuestra convicción radica en transformar la democracia elitaria y convertir a la política en una herramienta para mejores condiciones de vida en la sociedad, incluidas las vidas de mujeres que con dobles o hasta triples jornadas laborales y sin cabida en el espacio público, han sido relegadas a la reproducción y los cuidados. En ese legado de lucha histórica feminista nos ubicamos, ahí están nuestras fuerzas y desde allí proyectamos nuestro trabajo.
Camila Rojas Valderrama. Diputada electa Izquierda Autónoma. Frente Amplio.
- Publicada en https://antigonafeminista.wordpress.com