Las aves están con trastorno de estrés postraumático por la contaminación acústica

Hace poco unos investigadores descubrieron que la exposición al ruido persistente causa estrés crónico en las aves. El efecto es tan grave que sus síntomas rivalizan con el trastorno de estrés postraumático (TEPT) en los humanos.

Las aves están con trastorno de estrés postraumático por la contaminación acústica

Autor: Sofia Olea

Azulejo de garganta azul

Poco se habla de la contaminación acústica, sin embargo esta puede llegar ser tan dañina como el plástico que en los mares o el derrame de desechos tóxicos. Pero irónicamente es un daño silencioso.

Hace poco unos investigadores descubrieron que la exposición al ruido persistente causa estrés crónico en las aves. El efecto es tan grave que sus síntomas rivalizan con el trastorno de estrés postraumático (TEPT) en los humanos.

Nosotros podemos silenciar el ruido persistente con tapones en los oídos o auriculares con cancelación de ruido, pero los animales que comparten nuestro planeta no tienen esta suerte. Muchas especies, desde enormes ballenas hasta diminutas ranas arborícolas, se ven afectadas negativamente por los sonidos artificiales de barcos, automóviles y construcciones, que pueden causar sordera, estrés severo y cambios en el comportamiento natural.

El estudio de tres especies, el azulejo de garganta azul (Sialia mexicana), el azulejo de las montañas (Sialia currucoides) y el copetón cenizo (Myiarchus cinerascens), reveló que el ruido continuo de los compresores de gas natural cercanos, parece generarles altos niveles de estrés, lo que a su vez afecta a la descendencia, ya que las aves adultas tensas pasan más tiempo cuidando sus nidos y menos tiempo alimentando a sus polluelos.

Publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, la investigación observó la relación entre el ruido, las hormonas del estrés y el estado físico en las tres especies. Los científicos instalaron 240 cajas nido a varias distancias de compresores de gas que emiten gran ruido, lo que les permitió evaluar qué tan grave era el efecto del ruido en las aves.

Midieron los niveles de una hormona del estrés conocida como corticosterona, producida por las aves. Sorprendentemente, encontraron que los niveles iniciales de esta hormona eran menores cuando las aves estaban más cerca del ruido. Sin embargo, al comparar estos resultados con estudios previos de estrés crónico, los investigadores encontraron que era más alarmante que sorprendente. Los niveles bajos de base de corticosterona en realidad pueden ocurrir como una reacción al estrés intenso, ya que el cuerpo reduce los niveles de la hormona para protegerse. Esto se ve en casos de TEPT.

Además, cuando los polluelos estuvieron expuestos a una amenaza repentina, sus niveles de corticosterona se dispararon y tardaron en volver a la normalidad. La combinación de bajos niveles de referencia de la hormona del estrés con puntos máximos anormales, debido a las amenazas, se correlaciona con las investigaciones que se han realizado sobre estrés crónico, tanto en roedores como en humanos.

Los pollitos que crecieron más cerca del ruido también resultaron ser más pequeños y con un pobre desarrollo de plumas; dos factores que afectan la supervivencia. Es probable que esto se deba a que las aves paternas pasan más tiempo vigilando y menos tiempo buscando comida debido a una disminución en el «área de escucha», es decir, una disminución de la capacidad de escuchar a los depredadores acercándose a la distancia.

«Este estudio muestra que la contaminación acústica reduce el hábitat de los animales e influye directamente en su estado físico y, en última instancia, en sus números», dijo el coautor del estudio, Rob Guralnick. «Al [disminuir su población] se hace más difícil para los animales sobrevivir. En conjunto, es una imagen bastante condenatoria de lo que el ruido producido por el hombre puede hacer a las poblaciones naturales de los animales», concluye Guralnick.

El Ciudadano, vía IFLScience


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