De E. Durkheim a M. Weber, pasando por E.Goffman y P.Bourdieu, varios son los sociólogos que han aportado para enriquecer el conocimiento sobre las estructuras sociales estables en el tiempo, que contribuyen a la regulación de las relaciones sociales. El Estado, la Justicia, la educación, la familia, la iglesia etc. han sido objeto de investigaciones pioneras y fundamentales en la estructuración de la sociología política.
Desde siempre, nuestras vidas han estado afectadas por las múltiples actividades políticas y su accionar sobre las Políticas públicas, leyes, decretos, etc. Ese poder es ejercido sobre los ciudadanos que viven en un territorio definido, y aunque éstos no participen a ninguna actividad, ni sean miembros de ninguna institución política. En efecto, es difícil de escapar: podemos cambiar de religión, de empresa, dejar su familia, pero, cambiar al Estado, de régimen político o una ley, es mucho más complicado.
Las instituciones políticas son elitistas, son codificadas en textos constitucionales, que son a la vez una jerarquía de todas las normas jurídicas. Son un lugar solemne, de un carácter sagrado que se deja ver a través de atributos distintivos (uniformes, ceremonias), son en apariencia un universo abstracto, donde se habla un lenguaje jurídico. Éstas se caracterizan por una idea de permanencia, de continuidad, de fuerza; tienen años de historia, que nos hace perder la memoria, son inalterables, los hombres pasan y las instituciones quedan. Tenemos la sensación de no tener control sobre ellas, ya que se imponen ante nosotros.
Al parecer obedecen a su propia lógica, a su propia racionalidad. Podemos decir que se trata de algo frío y distante, inhumano. No hay pasión, no hay amor ni odio. Las instituciones producen tensiones internas, son operadoras de la violencia simbólica, en el sentido que nos imponen una presentación del mundo, jerarquías, ranking, una división del espacio y que nos dicen como cumplir con dicha presentación.
Es éste contexto, durante la visita del Papa Francisco, hubo un acontecimiento que puede ser la lápida a la profunda crisis de nuestras instituciones. Esta semana — La Justicia— de la mano del Ministerio público, confirmó su decadencia, otorgándole una salida alternativa al senador Iván Moreira, acusado de emitir boletas ideológicamente falsas en el marco del Caso Penta.Manuel Guerra, jefe de la Fiscalía oriente solicitó la suspensión condicional del procedimiento en contra del Senador UDI. La decisión fue acordada junto a la defensa del senador: la fijación de un domicilio y el pago de 35 millones de pesos.
Casualmente, la frase que más hizo eco en la sociedad Chilena durante la visita del pontífice, fue la de la capellana Nelly León, quien aprovechando la visita del Papa en el al Centro Penitenciario femenino de San Joaquin , dijo “Lamentablemente En Chile se encarcela la pobreza”. Sus Palabras hicieron reaccionar al fiscal Carlos Gajardo, escribiendo en twitter: “En Chile se encarcela la pobreza”. Me gustaría desmentirla, pero las frías cifras le dan la razón a Nelly León.
Platon, preconizaba que la máxima virtud de una sociedad es su justicia. En el artículo 7 de La Declaración Universal de Derechos Humanos declara que “Todos los seres humanos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección ante la ley” [ ONU, 1948]. En Chile no todos somos iguales ante la ley, es una realidad y un desprestigio para uno de los tres poderes constitutivos del Estado. Efectivamente, en nuestro país hay ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría. El peso de la Justicia cae en función del patrimonio económico e influencia social.
La justicia Chilena se compra, el mismo presidente electo fue declarado culpable por robar un banco, pero jamás pagó condena alguna por su delito. El dictador, nunca fue juzgado por tribunales chilenos. Martincito, hijo del ex Senador Carlos Larraín, quien en estado de ebriedad atropelló a una persona, posteriormente se fuga, y el pobre ser humano padeció como un simple animal tirado en la carretera, dejando sin condena al hijo del ex honorable senador. Con esa impunidad, los tribunales de justicia violan sistemáticamente la igualdad ante la ley. Si, el excelente periodista Daniel Matamala tiene toda la razón: en el largo y angosto país al sur del mundo hay impunidad para los poderosos, la ética y los principios son corrompidos por el dinero.
Por último, La renuncia de los fiscales Carlos Gajardo y Pablo Norambuena a la Fiscalía oriente confirman la crisis de credibilidad que sufre la justicia en Chile, que da un un mensaje claro de impunidad para aquellos que corrompen nuestras instituciones y pagan para ser absueltos. Mientras que aquellos que nacen en la injusticia social se les condena con encarcelamiento.
Por Juan Pablo Pezo Dalmazzo