El puma del este está oficialmente extinto. Solía vagar por los bosques, montañas y pastizales en todos los estados al este del Mississippi, en Estados Unidos, pero no se lo ha visto en las últimas ocho décadas. Aunque el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de EEUU (FWS) abrió una revisión sobre el estado de este león de montaña en 2011, fue solo en 2015 que se llegó a la conclusión de que no hay evidencia de una población viable.
Los expertos en vida silvestre recomendaron retirar al puma del este del Acta de Especies en Peligro de Extinción y este lunes la subespecie (Puma concolor couguar) fue declarada extinta. Había estado en la lista desde 1973, aunque nadie había visto ninguno en las tres décadas anteriores. Se cree que al último le dispararon cazadores en Maine en 1938.
En los 80 años desde el último avistamiento confirmado de un puma del este, ha habido algunos que dicen haberlos visto. Pero el FWS señala que estos individuos probablemente sean fugados de zoológicos o de colecciones privadas, o que son pumas occidentales que han ampliado su cobertura hacia el este. Esto se basa en que no hay evidencia científica o física que apoye a las poblaciones sobrevivientes.
Extrañamente, la declaración oficial de la extinción del puma del este tiene un lado bueno. Significa que ahora se les debe permitir a los estados reintroducir animales de la población occidental; algo que se ha evitado por décadas.
«Necesitamos grandes carnívoros como los pumas para mantener sana la red alimentaria, por lo que esperamos que los estados del este y del medio oeste los reintroduzcan», dice Michael Robinson, defensor de la conservación del Centro para la Diversidad Biológica. «Los pumas podrían frenar la sobrepoblación de ciervos y las enfermedades transmitidas por garrapatas que amenazan la salud humana», explica.
Mientras que este gran gato ha sido persistentemente perseguido y cazado porque las personas lo perciben como peligroso para el ganado y las mascotas, es importante comprender el papel que desempeñan los grandes depredadores en un ecosistema más amplio y los beneficios que nos confieren indirectamente.
El Ciudadano, vía IFLScience