«Yo quiero ser normal».
Esa sencilla frase es una de las más impactantes del documental «Ciro y yo», que se presentó esta semana durante el Hay Festival Cartagena que se celebra en la ciudad colombiana.
La dice Esneíder, el único hijo que le queda vivo a Ciro Galindo, el protagonista de la película y que arrastra las cicatrices más descorazonadoras de la guerra en Colombia.
Es impactante porque a pesar de que Ciro y su hijo son gente común y corriente, su vida y la del resto de su familia (ya muerta) fue determinada por una cadena de tragedias absurdas, que en un país distinto a Colombia, uno sin guerra, jamás hubieran sido normalizadas.
«Ciro es un colombiano de a pie, común y corriente, del campo, al que la guerra lo arrasó y le quitó todo. Pero no la guerra lejana, sino la guerra en vivo y en directo y de todos los actores armados», le dice a BBC Mundo el director de la película Miguel Salazar.
«La guerrilla le quitó a su hijo, Elkin. Después el ejercito lo usó como informante siendo todavía menor de edad.
Luego ellos mismos se lo pasaron a los paras (paramilitares), para que después estos otros lo asesinaran.
Ciro fue desplazado varias veces y tras varias vueltas, Esneíder, su otro hijo, también fue reclutado por los paras. El Estado colombiano le incumplió varias veces. Su esposa, Anita, murió de tristeza…».
«Ciro es la historia de Colombia, la historia de la guerra de Colombia en persona», enfatiza Salazar.
Salazar es un historiador y cineasta colombiano que es también protagonista activo en la película. Ostenta ese «Yo» del nombre «Ciro y Yo», y no es solo por ser el escritor, director y narrador.
En diciembre de 1996 el destino lo unió para siempre con Ciro y su familia, también por una dolorosa tragedia.
«Tenía 14 años y se ahogó frente a mis ojos»
Miguel Salazar era un joven fotógrafo de 20 años, que viajaba por Colombia haciendo unas complejas panorámicas para un libro sobre los lugares más bonitos del país.
Su misión de fotografiar Caño Cristales, conocido como «el río más lindo del mundo», lo llevó hasta La Macarena, Meta, el suroriente colombiano, donde se topó con Ciro, que trabajaba como guía de la Sierra de La Macarena, que a pesar de tener un estatus reserva natural, era también «zona roja» del sangriento conflicto que sacudió al país por décadas.
Como Ciro estaba ocupado ese día le dijo a Miguel que se fuera con John, su primogénito, de 14 años.
Después de un viaje por el Río Guayabero, conocido por sus cinco colores, y una caminata de casi dos horas «en total soledad», los jóvenes llegaron a la casa de Don David, un campesino que vivía cerca del río.
Miguel se quedó dormido por unas horas y cuando se despertó en la mitad de la tarde, John no estaba, así que bajó al caño a buscarlo.
«Recuerdo que estaba nadando ahí. Fui por la cámara, armé el equipo para tomar esas fotos panorámicas, que eran difíciles de tomar».
Me acomodé en lo que llaman la zona de las moyas o los ochos, que es una de las zonas más bonitas de Caño Cristales, donde hay una serie de cascadas que se meten entre unos huecos», cuenta Salazar, que hizo antes otras tres películas sobre la historia de la violencia en Colombia.
«De golpe John cruzó el caño por el otro lado, se hizo frente a uno de esos huecos, cruzamos miradas y el saltó de cabeza», comenta.
«Yo seguí tomando las fotos. Pensé que él sabía lo que hacía. Guardé la cámara. Y vi que ese muchacho no salía y no salía, y no salía…».
Y John nunca salió.
Miguel pensó en saltar, se alcanzó a quitar los zapatos y la billetera, y se asomó dentro del pozo para medir el riesgo.
«Era como una licuadora, un cilindro de piedra donde caía el agua durísimo, no había de dónde agarrarse», ilustra.
«Después me enteré que es un sistema como de túneles subterráneos de unos ocho a diez metros de profundidad, donde estos niños jugaban, donde aprendieron a nadar. Era como el jardín de su casa de alguna manera. Pero estaba muy crecido ese día por las lluvias…».
«John tenía 14 años y se ahogó frente a mis ojos. Y a mí me tocó contarle a su padre que su hijo se había ahogado y esa tragedia, nos unió de por vida«.
Salazar participó en el rescate del cuerpo de John, estuvo en el entierro, pero además siguió durante años a los Galindo. Después de estudiar cine, regresó a Colombia, se reencontró con Ciro y empezó a registrar su historia.
Elkin, reclutado a los 13 años, asesinado a los 17
Tras la muerte de John, a Ciro le cuentan que la guerrilla de las FARC estaba lista para reclutarlo, según relata él mismo en la película.
El reclutamiento de menores era una de las prácticas más comunes de los grupos armados en Colombia y fácil de ejercer en las zonas rurales de Colombia. Los grupos llegaban a los pueblos y se llevaban a los niños que empezaban a ser adolescentes.
La Defensoría del Pueblo en Colombia calcula entre 2004 y 2014 se registró reclutamiento de menores de edad en 470 municipios de Colombia, un tercio del país. Siendo el departamento del Meta, donde vivían los Galindo, uno de los cinco más afectados por la práctica.
En 1999 se llevaron a Elkin, el segundo hijo de Ciro, cuando tenía tan sólo 13 años.
En «Ciro y yo», su hermano Esnéider cuenta cómo fue la partida su hermano y también cómo su propio curso en la escuela quedó vacío cuando casi todos los niños se fueron también reclutados por la guerrilla, muchos de los cuales regresaron convertidos en cadáveres tras violentos enfrentamientos contra el ejército colombiano.
A Elkin, al igual que a otros niños le dieron entrenamiento militar, lo convirtieron en francotirador y lo obligaron a matar.
Este episodio de su vida no se narra en el documental solo a través de los testimonios de su familia.
Incluye imágenes de archivo desgarradoras —y que tal vez puedan conducir a una investigación por parte de la justicia— en las que el mismo menor de edad delata a sus excompañeros de guerrilla, ya como informante del servicio de inteligencia colombiano.
Luego relata cómo se lo entregan ellos mismos a grupos paramilitares y su asesinato, cuando tenía 17 años.
«Elkin fue un niño soldado durante casi dos años. En 2002, cuando desertó de la guerrilla, Ciro y su familia fueron desplazados, tuvieron que salir de la zona porque quedaron de medio de enemigos del ejercito, de la guerrilla, de todos», resume Salazar, para explicar las posibles razones que motivaron su asesinato.
Ciro, el héroe colombiano «de a pie»
«Después de que se acabó la primera función que hicimos en pantalla grande en Bogotá, hace unos seis meses, Ciro y Esneíder estaban presentes en la sala. El teatro entero hizo fila para darle un abrazo a Ciro. Yo nunca había visto eso en mi vida», cuenta Salazar.
«Lo mismo pasó con la función de prensa la semana pasada donde muchos de los periodistas salieron a decirle a Ciro ‘perdón’. Otros salieron a decirle ‘usted es un verraco (fuerte), usted es un héroe, usted es un ejemplo para tantos colombianos, no se dio por vencido, usted de verdad tiene mucho que enseñarnos'».
Lo que dice Salazar es lo que yo misma viví cuando vi la película.
Yo soy colombiana y para mí fue inevitable preguntarme constantemente «¿dónde estaba yo?», «¿qué estaba haciendo cuando a Ciro, Anita, John, Elkin y Esneíder les pasó todo eso que les pasó?».
La película narra sobre una línea de tiempo sutil, pero rigurosa y bien definida, la historia del conflicto en Colombia.
«Yo creo que la guerra y el conflicto en Colombia se vio, sobre todo en las ciudades, a través de la televisión. Se vio de una manera fragmentada, a veces politizada. Una tragedia siempre borraba la otra», dice Salazar.
«Y sí, Ciro es un héroe. Es una persona bondadosa. Con amor siguió luchando por su familia y eso hace que uno se identifique con él. A Ciro finalmente le hacen daño todos y él nunca opta por bando alguno ni por la violencia, ni por las armas, ni por la venganza».