«Para nosotras, el 8 de marzo es un día de lucha, no es de celebración, es de resistencia en los territorios”, comenta a El Ciudadano la historiadora Millaray Painemal Morales, quien coordina la Red de Mujeres Mapuche TrawunpuZomo de Cholchol y ejerce como vicepresidenta de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri).
Desde la comunidad de Coihue, la activista sostiene que la lucha de las mujeres mapuche se vincula profundamente con la reivindicación territorial y con el resguardo de la Ñuke Mapu (madre tierra), por lo que este 8 de marzo, fecha que conmemora el Día Internacional de la Mujer, marcharán en Temuco contra la firma del Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, su sigla en inglés).
¿Cómo describiría la posición o rol que ha ocupado la mujer en la sociedad mapuche? ¿Ha cambiado ese lugar?
En general, la mujer mapuche ha ocupado un rol bien protagónico, ocupando diversos cargos, como en el caso de la machi, pero también han sido líderes dentro de las comunidades. Aunque tampoco se puede idealizar tanto, igual ha habido machismo, pero hoy las mujeres están asumiendo otros roles, porque la cultura va cambiando con el tiempo.
Hay mujeres que están asumiendo roles más políticos, de defensa de los territorios y a la madre tierra. También se tienen que enfrentar a este Estado machista, patriarcal y violento, que hoy nos tiene sin agua en las comunidades. Entonces, la sobrecarga de trabajo para las mujeres se acentúa en el actual contexto. Es cosa de ver los casos emblemáticos de mujeres que han sido violentadas: el caso de Lorenza [Cayuhan], que tuvo que parir engrillada, y el de la machi Francisca [Linconao], que todavía está en proceso.
Nosotras hemos dado una lucha bastante fuerte por nuestro pueblo. Yo creo que esa es la diferencia con los movimientos feministas, porque no damos una lucha solamente de mujeres. Si bien es cierto, participamos en organizaciones de mujeres para abordar problemáticas propias, nuestra lucha es como colectivo, como un pueblo que lucha por autonomía y autodeterminación.
¿Qué implicancias tiene el hecho de ser mujer, mapuche y muchas veces pobre, en el contacto con la sociedad chilena y con las instituciones del Estado?
Es complicado, porque cada día nos tenemos que enfrentar a este racismo institucional; como cuando las mujeres van a la posta, al consultorio que tenemos acá, y reciben maltrato de la matrona, que es otra mujer, pero blanca y rubia. De repente la gente no está acostumbrada a evidenciar estos maltratos, entonces, eso también habla de violencia.
Las mujeres mapuche tenemos que esforzarnos mucho más, tenemos que estar dando constantemente explicaciones. Por ejemplo, está ese famoso discurso que poco menos que el Estado nos da todo y que, por otro lado, está con esa política de dejarnos sin agua, que nos violenta todos los días, que no hay plantas medicinales de dónde sacar, que hay una pérdida de nuestra lengua y que el Estado tampoco tiene ninguna política para que esto se difunda.
Yo no espero tanto del Estado. Hoy apuesto más por los cambios desde abajo, apuestas más territoriales y autónomas, que no dependan tanto del Estado porque, en general, eso habla de que hay mucho asistencialismo y la gente se vuelve dependiente de eso, que es lo que ha pasado en estos años.
El tema de los famosos proyectos sirve para que la gente se pelee. Ahora vienen con el cuento de que somos emprendedoras y no todas van en ese sentido, porque hay mujeres que se quedan a medio camino. Este sistema propicia el individualismo y la competencia entre nosotras y yo creo que en ese juego, al menos las que estamos conscientes, no vamos a caer.
¿Siente proximidad por los planteamientos del feminismo y los vinculados a la igualdad de género? ¿Cómo interactúan las ideas feministas con los planteamientos internos de la sociedad mapuche?
Hay de todo dentro del mundo feminista. Lamentablemente, no he tenido muy buena relación con algunas, que en definitiva se ven como las salvadoras, como las que nos quieren venir a salvar de nuestros patriarcados. En definitiva, nosotros decimos que tenemos que empezar a descolonizarnos también entre nosotras, porque no todas somos iguales, y dentro de nosotras, como mujeres mapuche, tampoco somos iguales, hay mucha diversidad interna y de eso tenemos que hacernos cargo y conversar los problemas que nos aquejan y los machismos que también están presentes acá.
Nosotras no apostamos por ser igual a los hombres; ese concepto de la «igualdad», que viene de Francia. Nosotras apostamos más por el equilibrio y la armonía. Yo no quiero ser igual a un hombre, porque cada uno tiene sus diferentes roles. Esa es la diferencia con las mujeres feministas. Nuestra apuesta es por la dualidad y la complementariedad.
Ahora, tampoco estamos diciendo que esa dualidad y complementariedad existen. Pero ese es nuestro sur, nuestro objetivo, de estar en equilibrio. Pero no solo entre nosotros, sino que es una dualidad mucho más amplia, en el sentido de decir que no solo se habla de lo heteronormativo.
Yo creo que sí podemos hacer alianzas, que el feminismo nos puede servir, es como mirarnos a nosotras. Con las que más tenemos afinidad es con las feministas negras, pero con las feministas de clase alta, que en su casa generalmente quien les hace la pega son otras mujeres, en este caso mujeres indígenas o migrantes, nosotras nos revelamos. Decimos que podemos hacer alianzas, pero esas alianzas no tienen que ser jerárquicas.
En este proceso tampoco excluimos a los hombres, porque a veces las mujeres dicen «no queremos hombres en la marchas». Personalmente, no estoy a favor de eso. Nosotras no vemos las cosas separadas del hombre, tiene que ser en el contexto de pueblo: hombres, mujeres, niños, ancianos.
¿Qué significa ser mujer mapuche en la cotidianidad del conflicto que viven las comunidades con el Estado chileno por la recuperación territorial?
Es difícil, porque hoy tenemos mujeres que están siendo perseguidas. En general, para las que están viviendo los procesos de recuperación territorial es complicado, porque cuando ellas o su familia son afectadas, toda la comunidad se ve perjudicada.
La persecución y el racismo que proviene de Carabineros -que no les dicen «mujer», ni siquiera «mapuche», dicen «eres una india»-, es fuerte y cotidiano.
Las mujeres tienen que estar preocupadas de visitar a sus familiares presos, pero también preocupadas del cuidado de la huerta, del tema de la sobrevivencia, que en el ir y venir a las ciudades, no hay tiempo. Entonces, toda la economía se viene abajo.
Entonces, la comunidad y otras redes tienen que apoyar, porque es difícil estar en ese proceso de recuperación territorial, sobre todo cuando hay presos. Los niños sufren mucho, también por el estigma, porque dentro de los colegios les dicen que son hijos/as de terroristas, porque hoy es así el apodo que nos hemos ganado. Los medios de comunicación han armado todo eso.
En la cosmovisión mapuche, se habla de la Ñuke Mapu, la madre tierra o matria. ¿Qué elementos entrega esa definición en contraste con un orden cuyo origen reside en lo masculino?
Para nosotras, la madre tierra es a la que generalmente ofrendamos en nuestras ceremonias. Desde los análisis feministas se dice que como es femenina la tierra, se la puede expoliar y violentar. Pero nosotras pensamos que si a una madre se le violenta, nosotras la defendemos. ¿Quién no defiende a su mamá? Si la madre está en peligro, todos nos tenemos que movilizar, porque nos da la vida y al final, cuando dejamos este mundo material, hacia ella retornamos y nuevamente florecemos, a lo mejor en árboles o en viento o en semillas.
Hay que levantarse para liberar a la madre tierra. En esa liberación están todos/as invitados/as, la gente chilena también.
¿Cuán duro es el golpe que reciben como mapuche al ver el trato que el Estado chileno ha tenido con la machi Francisca Linconao?
Para nosotros es algo bien grave que nuestras autoridades espirituales estén perseguidas y apresadas, es un golpe bien fuerte, porque tienen mucha importancia en nuestra cultura [NdR: además de la machi Linconao, imputada por el caso Luchsinger, el machi Celestino Córdova cumple una condena de 18 años por el mismo suceso].
Vamos a tener que movilizarnos, porque no puede ser que se haya hecho eso, sobre todo en estos gobiernos llamados democráticos. Bachelet se va, pero durante su gobierno se cometieron los mayores asesinatos. Con eso no quiero decir que con el gobierno que viene va a ser todo mejor. Yo creo que será igual, porque el sistema neoliberal sigue, solo cambia de rostro. Que una mujer lidere un país o que sea de izquierda, no significa que las mujeres estemos mejor.
¿Cuál es su mirada sobre lo acontecido con Lorenza Cayuhan y su hija, nacida mientras su madre permanecía engrillada?
Para mí es algo demasiado violento. Hubo muchas organizaciones que nos movilizamos, pero no todas. Desde el Sernameg, que se supone que es una entidad del Estado, no hubo nada, ningún apoyo. Algunos sectores feministas tampoco, porque como somos mujeres mapuche, no era algo importante.
Es algo grave. ¡Qué se siente estar allí, pariendo engrillada! Es algo que atenta con los derechos fundamentales del ser humano.
Yo creo que hay que seguir denunciando esas violencias, que como mujeres mapuche vivimos día a día. Hay gente humilde en el campo que naturaliza la violencia, que ven normal que la matrona te atienda de esa manera o que cuando están teniendo guagua les digan «ah, te gustó». Esas son prácticas que se dan en el cotidiano.