La fracturación hidráulica, o fracking, está diseñada para abrir pasajes hacia los depósitos subterráneos de gas natural o petróleo. Es una técnica profundamente controvertida que conlleva riesgos para la salud humana. Un nuevo estudio de gran alcance ha revelado todas las aristas de este problema y la revista Rolling Stone lo destacó en su última edición.
En la última publicación sobre los riesgos y daños del fracking, las organizaciones Concerned Health Professionals of New York (CHPNY) y Physicians for Social Responsibility han llegado a una conclusión imprescindible.
Los profesionales hicieron una revisión de más de 1.300 estudios y encontraron que «el fracking representa una amenaza significativa para el aire, el agua, la salud, la seguridad pública, la estabilidad climática, la estabilidad sísmica, la cohesión comunitaria y la vitalidad.»
«No hay evidencia de que el fracking pueda funcionar sin amenazar directamente a la salud pública», escriben en el informe (PDF).
La Dra. Sandra Steingraber, una de las principales investigadoras, bióloga de salud pública y cofundadora de CHPNY, dijo a la revista IFLScience que, al igual que la pintura con plomo o el humo de cigarrillos en los aviones, «el fracking no es seguro y no puede serlo ni siquiera con las mayores regulaciones que hemos estudiado».
Steingraber agregó que «las personas tienen derecho a saber sobre los riesgos para su salud, los que que están obligados a soportar al vivir cerca de las operaciones de fracking».
La fracturación hidráulica contamina el agua potable a través de derrames, descargas de desechos y filtraciones subterráneas de químicos hacia los pozos de agua, además de causar contaminación del aire. Como si esto fuera insuficiente, al intervenir destructivamente en el reino subterráneo, desencadena la liberación de una infinidad de otros compuestos químicos naturales.
Las consecuencias de esto son riesgos directos para la salud; mucho más variados de lo que las personas alcanzan a notar. Aunque la magnitud y la prevalencia de estos riesgos varían enormemente de un lugar a otro, los documentos individuales suelen ser fuente de alarma.
Podemos citar dos ejemplos particularmente atroces. En Pensilvania hubo un aumento del 40% en el riesgo de nacimientos prematuros de madres que viven cerca de sitios de fracking, mientras las personas de Colorado que viven cerca de los sitios, vieron una incidencia elevada de defectos cardíacos congénitos. También son frecuentes los problemas respiratorios, incluido el asma.
Se sabe que durante las operaciones de fracturación hidráulica se liberan alrededor de 55 carcinógenos, 20 de los cuales están asociados con leucemia o linfoma. El fracking incluso está relacionado con el aumento de los niveles de radón, y este material radiactivo que se encuentra en la naturaleza está llegando cada vez más a los hogares de las personas.
Más allá de los efectos directos en la salud, la revisión también reveló graves consecuencias sociales.
Steingraber explicó que «la afluencia de trabajadores temporales de fracking en una comunidad está asociada con aumentos en el tráfico sexual, violencia, abuso de drogas, embarazo en adolescentes, enfermedades de transmisión sexual, muertes por accidentes de tránsito y pérdida de viviendas asequibles con situación de calle relacionada. Las escuelas públicas también sufren».
A los que trabajan en sitios de fracking tampoco les va bien: en esta industria las muertes ocupacionales cuadriplican o septuplican el promedio nacional, pero los procedimientos normales de seguridad no se aplican a la industria del petróleo y el gas, debido a las exenciones legales.
La eliminación de aguas residuales es la causa principal del reciente repunte de los terremotos inducidos en Estados Unidos, incluida la eliminación vinculada a la fracturación hidráulica.
Los autores del informe señalan enfáticamente que no se puede ignorar el contexto histórico de este informe, publicado en un momento de «profundo atrincheramiento ambiental», negación del cambio climático, importantes retrocesos en la protección y exclusión de los académicos.
«Con 17 millones de personas viviendo a menos de una milla de un sitio de fracturación, se está gestando lentamente una crisis de salud pública», dijo Steingraber.
El Ciudadano