Il Manifesto, histórico diario cooperativo italiano, enfrenta hoy una profunda crisis económica. Un pedazo de la cultura y de la política internacional corre el riesgo de apagarse.
“Nuestras dificultades son el espejo de la profunda crisis política, el efecto de esa contrarevolución que cultivó las semillas de la antipolítica, del ‘todos son iguales’ hasta una especie de limpieza étnica de las ideas y de la información”, explicó el diario Il Manifesto, de Italia, en un editorial en respuesta al anuncio del Ministerio del desarrollo económico del comienzo del proceso de liquidación administrativa, un procedimiento a través del cual el Estado, por medio de comisarios ministeriales, comienza la evaluación para el llamado a concurso de acreedores para empresas cooperativas. “Vendrán funcionarios del gobierno que sustituirán nuestro consejo administrativo. Es un procedimiento al que fuimos obligados por la nueva ley editorial. Mario Monti y el ministro Passera podrían lograr lo que Berlusconi y Tremonti no pudieron. Usamos el condicional porque no abandonamos el campo de batalla y estamos aún más determinados a pelear contra las leyes de mercado, que con la libertad de información querrían hacer una gran fogata”, explicó el periódico, que vive una de sus peores crisis económicas en 40 años de historia.
Un proyecto de comunicación
“Diario comunista”, es el epígrafe o eslógan que acompaña la cabecera de uno de los diarios más importantes para la cultura y la política europea desde 1969. Il Manifesto, diario que supo, y sabe, juntar las plumas más talentosas del periodismo y la literatura mundial vive hoy una de sus peores crisis económicas. Desde sus páginas Osvaldo Soriano deslumbró a un continente entero con sus crónicas sobre el mundial de España de 1982, y Eduardo Galeano contó los avatares de una América Latina convulsionada en la lucha para deshacerse de los gobiernos neoliberales a principios de este siglo. Así como Toni Negri, Umberto Eco y otros tantos intelectuales eligieron la distintiva portada naranja y negra para contar historias, dar a conocer opiniones, experimentar con sus plumas.
Il Manifesto nació para contar y hacer otro periodismo. Todos, incluso los técnicos, son parte de la cooperativa editorial, y cobran el mismo sueldo. Tiene la sana costumbre de no salir los lunes, porque el domingo los trabajadores se merecen su descanso.
Nacido entre los torbellinos de las revueltas estudiantiles italianas de 1968, el diario comenzó a funcionar, en su versión mensual, gracias a la iniciativa de un grupo de intelectuales expulsados del Partido Comunista Italiano por ‘fraccionistas’. De la batalla por la democratización del PCI, el primer colectivo editorial pasó a editar un periódico que tuvo un gran éxito en la izquierda italiana y europea, que en ese momento vivía uno de sus más importantes impulsos políticos. Ya desvinculado del partido, Il Manifesto creció, cultivando un fuerte interés por el debate y la cultura, y convirtiendose en el periódico donde encontrar lo que los demás no dicen. Un proyecto comunicacional, con una perspectiva política clara, independiente de estructuras partidarias y alejado del ‘panfletarismo’, y con un fuerte concepto solidario aún presente en estos días que llevó, por ejemplo, a su vicedirector, Angelo Mastrandrea, a leer y colaborar con Marcha.
Los avatares vividos por la redacción en los cuarenta años de vida son muchos. Entre los más trascendentes, el caso de la enviada del diario en Irak, Giuliana Sgrena, raptada por un grupo comando en 2005 fue uno de los más conocidos mundialmente. Tras un mes de cautiverio, Sgrena fue entregada a un agente de los servicios secretos italianos, Nicola Calipari, asesinado durante el rescate por el ‘fuego amigo’ de los soldados estadounidenses. En esa ocasión, así como en muchas otras, Il Manifesto se puso a la cabeza de iniciativas culturales, manifestaciones de protesta y recogida de firmas para la liberación de la periodista, que investigaba la actuación de las tropas de invasión durante la guerra.
Luego, las complicaciones económicas. En 2006 y en 2009 el diario vivió dos crisis muy fuertes. En ambos casos, debidas a la imposibilidad de competir en la industria editorial, cada vez más dominada por la leyes del libre mercado y la competencia desenfrenada. La intervención de los lectores siempre fue clave para destrabar esas situaciones. El diario logró juntar casi 2 millones de euros en pocos meses a través de donaciones de seguidores y personajes de la cultura, y de esa manera salir de las crisis económicas. Esa es la misma estrategia que intenta hoy. La sanción de la nueva ley editorial, que quita la financiación estatal a los periódicos y limita su actuación a las simples leyes de la competencia fue un golpe durísimo. A través de sus páginas llamó a respaldar el diario, que es más que una publicación, es un proyecto político en franca oposición al neoliberalismo y a la economía de mercado que está, lentamente, hundiendo Italia y el viejo continente.