Ha muerto el último rinoceronte blanco del norte, lo que significa que su especie está naturalmente condenada a la extinción, porque después de Sudan, solo quedan dos hembras en el mundo. Ahora todas las esperanzas estarán puestas en la fertilización in vitro (FIV), para intentar rescatar al animal de su destino, aunque aún no está claro si con esta tecnología se logrará algo.
El último macho vivía el otoño de sus días en el Parque de Conservación Ol Pajeta, en Kenia, después de haber sido rescatado de un zoológico Checo en 2009. A sus 45 años ya era considerado un macho maduro, pero después de contraer una infección en su pata trasera derecha, la vejez realmente se le vino encima, haciendo que su esperanza de vida se viera seriamente amenazada. Al final se decidió que la mejor opción era la eutanasia, informa IFLScience.
«En Ol Pejeta estamos todos muy tristes por la muerte de Sudan», dijo Richard Vigne, director del centro de conservación. «Era un gran embajador de su especie y será recordado por el trabajo que hizo en despertar conciencia global sobre los aprietos en que están no solo los rinocerontes, sino también las muchas miles de otras especies que enfrentan la extinción como resultado de la actividad humana insostenible», agregó. «Es de esperar que un día su deceso sea visto como un momento trascendente para los conservacionistas del mundo».
Cuando Sudán fue capturado de su medio en 1973, se pensaba que todavía sobrevivían 500 rinocerontes blancos del norte en estado salvaje, más algunas docenas en cautiverio. Ahora solo quedan dos hembras.
Este podría no ser el final, sin embargo. Hay esfuerzos masivos concentrados en usar los 20.000 rinocerontes blancos del sur para salvar a sus primos del norte. Antes de la muerte de Sudan, los investigadores congelaron muestras de su ADN y de su esperma. El plan es usar FIV para que la subespecie vuelva desde la extinción, implantando embriones, creados con los óvulos de las dos hembras supervivientes, en rinocerontes blancas sureñas para producir crías. Como esto nunca antes se ha logrado con éxito en rinocerontes, el plan es arriesgado y excitante.
No es fácil distinguir la diferencia entre un rinoceronte blanco del norte y uno del sur. La variedad del norte es más pequeña en promedio, con un lomo más recto y nivelado que sus primos de sur. También tiene un cráneo distintivo; menos cóncavo y mucho más plano, y sus orejas y cola son más peludas. Su dentición también es distinta de la variedad del sur.
Estas diferencias morfológicas, más la evidencia genética, sugieren que las dos poblaciones han estado separadas durante al menos un millón de años, llevando a algunos a proponer que el rinoceronte blanco del norte y el del sur deberían clasificarse como especies distintas. Si es así, significa que hay profundas implicaciones para la conservación del animal, lo que hace que la pérdida de Sudán sea aún más significativa y trágica.
El rinoceronte blanco del sur protagoniza uno de los casos más exitosos en la historia de la conservación, aunque en un momento hubo tan solo 15 individuos. Mientras tanto, la destrucción del rinoceronte blanco del norte es una tragedia vergonzosa. Estos animales residen en países que han experimentado poca estabilidad en el último siglo y han sido blanco constante de los cazadores furtivos. Como eran considerados parte de la misma población que sus parientes del sur, no se tomaron suficientes medidas para su salvación cuando era necesario.
Esto resultó en la extinción de la especie en estado natural, con todas las esperanzas puestas en los pocos ejemplares que permanecieron en cautiverio. Eventualmente, los cuatro rinocerontes blancos del norte rescatados de un zoológico en la República Checa, que incluían a la hija y nieta de Sudán, fueron trasladados a Kenia, donde recibieron protección las 24 horas, incluyendo una guardia armada. Ahora ellas son las últimas sobrevivientes.
Ahora, con los esfuerzos focalizados en la FIV, la tecnología podría usarse no solo para salvar al rinoceronte blanco del norte, sino también al rinoceronte de Java y al de Sumatra, que están en peligro crítico y muy cerca de la extinción.
El Ciudadano, vía IFLScience