Entre el vasallaje y el miedo a la libertad

La debilidad y la falta de rumbo son los peores consejeros durante las crisis sistémicas. Es lo que se refleja en las reacciones de algunos aliados de EEUU a la imposición de aranceles al acero y al aluminio por parte del Gobierno de Donald Trump.

Entre el vasallaje y el miedo a la libertad

Autor: Wari

La Unión Europea y Brasil, por poner apenas dos ejemplos, no han sido capaces de hacer otra cosa que pedir, y hacer lobby, sin la menor firmeza.

Hasta ahora hubo declaraciones y pocas acciones concretas. Más allá de las opiniones que se tengan sobre los anunciados aranceles del 25% al acero y del 10% al aluminio, resulta interesante observar cómo se posicionan los diversos países, para concluir que muchos reaccionan sin verdadera convicción, intentando poner paños tibios por temor a un empeoramiento de las relaciones.

Los que se consideran aliados, sólo esperan que Trump los excluya de los aranceles. La Casa Blanca decidió no imponer impuestos al acero proveniente de Canadá y México, que representan el 16% y el 11% de las importaciones de Washington, siendo el primer y el tercer proveedor. La medida de excepción se sostiene en que son dos países vecinos de EEUU que mantienen una fuerte alianza, a través del TLCAN.

Sin embargo, deja fuera a Brasil, segundo proveedor de acero a EEUU, abasteciendo el 13% de sus importaciones. China, que aparecía como el objetivo de Trump, apenas representa el 3% de las importaciones de acero estadounidense. Lo más curioso es que Brasil exportó 2.600 millones de dólares en productos siderúrgicos semiacabados al país del norte, pero para elaborarlos debió importar mil millones de dólares de carbón desde allí. Una paradoja, porque las siderúrgicas brasileñas instaladas en suelo estadounidense emplean a más de 70.000 trabajadores.

Ante lo que consideran como un maltrato de su «aliado», los empresarios brasileños, las asociaciones industriales y los congresistas, dedicaron seis meses a recorrer despachos en Washington para convencer de los «sólidos vínculos económicos y políticos entre ambos países».

La Brazil Industries Coalition es el principal grupo de empresarios siderúrgicos trabajando en Washington. Se muestra muy cautelosa e intenta no irritar a Trump con reacciones fuera de tono, según enseña un artículo del diario O Globo. Más aún, está convencida que Brasil deberá hacer concesiones. Una de ellas consiste en la asociación entre la aeronáutica Embraer y la Boeing, y la otra será con el etanol de maíz estadounidense, mucho menos rentable que el etanol de caña de azúcar brasileño de mayor rendimiento y menor costo.

El lobby del acero no quiere llevar el caso al arbitraje de la Organización Mundial de Comercio (OMC) porque defiende la hipótesis de que «EEUU es un aliado comercial importante«, por lo que «no hay interés en crear conflictos». Por eso defienden la idea de hacer concesiones, aunque sea en sectores estratégicos para el país como la aeronáutica.

Detrás de esta floja posición que comparten los empresarios y los principales funcionarios del Gobierno de Michel Temer, aparecen dos tensiones fundamentales que la explican. La primera es que Brasil sigue estando marcado por su pasado colonial, al punto que unos y otros sienten que deben comportarse como vasallos más que como aliados.

La segunda es que esa actitud revela el vacío de proyecto de nación. Brasil ha perdido sus orientaciones de largo plazo, sus gobernantes y empresarios no tienen un norte, brújulas que los orientan, y están a la deriva dependiendo de las presiones internacionales. Veamos más de cerca ambas cuestiones.

La historia de un país impacta su presente. Naciones que han sufrido invasiones devastadoras, dedican grandes esfuerzos a asegurar su integridad territorial, la defensa de su población y su independencia nacional. Brasil se ha expandido a sus anchas en la región sudamericana, a expensas de sus vecinos, blandiendo siempre la amenaza de la espada con la aceptación de Washington.

La sumisión a los EEUU, empero, no es algo inevitable y hubo muchos gobernantes y estadistas que se negaron a seguir el mandato de la superpotencia. Los gobiernos de Getúlio Vargas, por ejemplo, son una referencia ineludible. Primero como dictador (1934-1945) y luego como presidente electo (1951-1954), Vargas desarticuló a la oligarquía terrateniente que había prosperado gracias a la esclavitud y no hacía más que mirar hacia Europa.

Los presidentes Juscelino Kubitschek (1956-1961) en democracia y Ernesto Geisel (1971-1979) en dictadura, también tomaron distancia de Washington. En su carta-testamento Vargas denuncia la presión del imperialismo contra los intereses de Brasil, y decide suicidarse antes que claudicar ante los intereses de «los grupos económicos y financieros internacionales» que socavaban a su país para que «no sea independiente».

El otro punto a destacar es, como señalo líneas arriba, el problema de la ausencia de proyecto de país. Mientras los industriales y el Gobierno cortejan a EEUU, parecen olvidar que desde hace cinco años el principal socio comercial de Brasil es China, que es también un gran inversor.

Es llamativo que hasta los militares, que siempre tuvieron un sector nacionalista, crean ahora que las inversiones chinas (o rusas o iraníes) pueden socavar la independencia nacional, pero no enseñan la misma preocupación con la asociación de Embraer y Boeing, que afecta a importantes proyectos del área de Defensa.

Las empresas aeroespaciales Lockheed Martin y Boeing intentan meter un pie en la base de cohetes de Alcántara. Un informe de Reuters del 10 de marzo, señala que ambas empresas estadounidenses pueden ser las primeras en usufructuar la «apertura de una base de lanzamiento espacial comercial». La localización, cercana a la línea ecuatorial, reduce los gastos de combustible en un tercio, lo que resulta muy tentador para la nueva industria de microsatélites de los EEUU.

Como señala el embajador Rubens Barbosa, Brasil necesita definir una política exterior coherente con su papel de décima economía mundial y abandonar sus posiciones «ambiguas en relación con los cambios globales». Para eso debe ampliar los puntos de vista centrados en la conveniencia económica inmediata y en las ganancias a corto plazo. Algo que no se puede hacer sin pensamiento estratégico y sin el coraje necesario para navegar contra la corriente.

Por Raúl Zibechi

Publicado originalmente el 16 de marzo de 2018 en Sputnik.


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