El 26 de marzo, fecha que fue propuesta como aniversario del Día Mundial del Clima, aún no representa motivo de celebración sino más bien de reflexión sobre las actividades del ser humano que alteran el orden natural del medio ambiente.
En la actualidad el día es sinónimo del debate mundial sobre el cambio climático y el desarrollo sostenible que se ha mantenido por décadas, el cual se ha visto enfrentado a intereses de distintos actores de la política mundial, en una controversia que no augura todavía un futuro seguro para el único planeta del que dispone la raza humana para su existencia.
Un estudio realizado por la World Resources Institute, en 2015, arrojó como resultado que en el mundo se emiten 43.286 toneladas métricas de dióxido de carbono producido por la actividad del hombre.
Cabe destacar que en 1972 se celebró por primera vez, en Estocolmo, la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano, el propósito era el de introducir en la agenda de los gobiernos mundiales estrategias para frenar la degradación del planeta. Nació posteriormente el Programa de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente (PNUMA) con el fin de crear una nueva conciencia ecológica.
Dos décadas más tarde, en 1992, se celebró en Río de Janeiro la Cumbre Tierra sobre Medio Ambiente y Desarrollo, de la cual surgieron cinco textos fundamentales: La Declaración de Río o Carta de la Tierra, la Declaración sobre el Bosque, el Convenio sobre la Biodiversidad, el Convenio sobre el Clima y la Agenda 21 o Programa para el siglo XXI, que contenían las acciones que se llevarían a cabo en el decenio siguiente.
Diez años más tarde en 2002, se organizó en Johannesburgo La Cumbre Mundial del Desarrollo Sostenible, en la cual se debatió sobre el consumo energético excesivo, la producción agrícola y la biodiversidad de especies animales, y se enfocaron en la necesidad de un crecimiento en conformidad con el medio ambiente, poniendo énfasis en la erradicación de la pobreza y el acceso al agua.
Finalmente en 2015, se suscribió el Acuerdo de París, un pacto mundial para reducir la contaminación atmosférica, firmado por 147 estados, incluyendo las grandes naciones industrializadas como Estados Unidos a través de su presidente Barack Obama.
El texto proponía como meta que para 2025 Estados Unidos, segundo país responsable de la emisión de gases de efecto invernadero, redujera dicha emisión entre 26 y 28 % respecto a los niveles registrados en 2005. Sin embargo, tras la toma de posesión del presidente Donald Trump, ésta sería la única nación que no se sumaría al esfuerzo global por detener el cambio climático.
En algunas regiones, los fenómenos meteorológicos extremos se hacen cada vez más frecuentes: El sur y el centro de Europa, por ejemplo, sufren más olas de calor, lo cual ocasiona incontrolables incendios forestales y sequías, y la zona mediterránea se hace aún mas seca. Las zonas urbanas donde habitan en promedio cuatro de cada cinco europeos, están cada vez más expuestas a las olas de calor, inundaciones y aumentos en el nivel del mar.
En el continente asiático los glaciares están perdiendo masa y retrocediendo debido al aumento de las temperaturas. Un estudio liderado por la Universidad de Utrecht (Holanda), sugiere que de no limitar el calentamiento global a no más de 1,5 ºC por encima de los niveles (tal como se planteó en 2015 en el Acuerdo de París) para finales del siglo los mismos podrían perder hasta el 65% de su masa, ocasionando desastres sin precedentes.
En el caso del continente africano, a pesar de ser responsable de apenas el 3% de las emisiones de gases, ya es evidente la drástica disminución de lluvias. La reducción en un 82% de la extensión de las nieves permanentes del Kilimanjaro (montaña ubicada al noreste de Tanzania), o que el Lago Chad (centro norte de África) ocupe solo el 10% de la superficie con la que contaba en la década del 60, son muestra de las consecuencias que está sufriendo esa región.
América Latina y el Caribe, que conservan la biodiversidad más grande del globo, aunque poco tienen que ver en la gestación del cambio climático en comparación con el resto de los países industrializados, han sufrido las consecuencias a través del aumento significativo de huracanes, sequías, calor y precipitaciones.
De no tomarse en conjunto las medidas necesarias para preservar nuestro hábitat, en un futuro el 26 de marzo podría convertirse en el día que se conmemore el fin de las especies del planeta tierra.