Partamos de la hipótesis de que el terremoto y maremoto del 27F aceleraron los procesos sociales en un Chile que parecía dormido, y desde hace 2 años la ciudadanía ha despertado. Este doble movimiento telúrico y social que comenzó el 2010 no ha hecho más que acelerarse cada día, primero fue la solidaridad frente a la catástrofe, y luego ha sido la toma de consciencia de la realidad que vivimos a diario. El terremoto y maremoto pusieron en evidencia las escandalosas desigualdades de la sociedad chilena y al mismo tiempo lograron que la gente se reencontrará y comenzará a organizarse.
Así como los terremotos se producen por una invisible, constante y subterránea acumulación de fuerzas telúricas que en algún momento explosionan y nos recuerdan que somos parte y no dueños de la tierra, los procesos sociales hacen lo mismo. Años de acumulación de frustraciones, desigualdades y exclusiones terminan por explotar como un terremoto social que sacude hoy el país con sus demandas por mayor igualdad y por derechos.
La cosmovisión mapuche y el relato de “Tren Tren y Kai Kai“ entienden que terremotos, maremotos y otros fenómenos naturales afectan cíclicamente nuestro territorio y debemos aprender a convivir con ellos. Nuestra sociedad debiera estar preparada para las catástrofes, que no son naturales, sino que sociales como dicen muchos estudiosos del tema, porque no golpean por igual a todos, además de que se pueden prevenir y mitigar.
En Chile es necesaria una nueva institucionalidad, y no solamente para las emergencias como ha sido anunciada, sino que para prevenir y planificar lo que pasa antes y sobretodo después de la emergencia. Se necesita de una política y una institucionalidad intersectorial, un Ministerio de Gestión de Desastres y una Agencia de Reconstrucción como las tiene Japón (desde 2011). Una política de planificación territorial participativa como la tiene Nueva Zelanda (desde 2011) o un programa de reconstrucción integral y descentralizado como lo hizo Colombia (1999). Todas políticas que se adoptaron luego de catástrofes tan o más graves de la que vivimos el 27F del 2010 en Chile. Un ministerio de las ciudades y los territorios como tienen Brasil o Francia no nos vendría nada mal, para superar políticas sectoriales y reduccionistas. En nuestra historia luego de otras catástrofes se creó la CORFO, se crearon políticas de planificación urbana y nueva legislación para la construcción. En este último proceso entre 2010 y 2012 se ha replicado la misma política subsidiaria de los últimos 30 años y seguimos con el “viviendismo”.
Ya en 2010 advertimos desde el INVI que “un Plan de Reconstrucción no es (sólo) un programa de construcción de unidades de vivienda” y vemos que lamentablemente nos quedamos con eso y la discusión pública también se ha reducido a eso, lo que replican los medios de comunicación y las peleas chicas entre gobierno y concertación. Se han quedado en la política chica, mezquina y binominal en que unos le echan la culpa a los otros. Lamentamos que no se hable de la Política con mayúsculas, de la Política que hacen los ciudadanos que informados participan de las Políticas Públicas, y porque no de desenmascarar la ideología que hay detrás de la actual reconstrucción, que se ha basado sobre todo el replicar los programas subsidiarios existentes y ha partido de la premisa liberal de que la mejor política es la no política.
Pueden ser varias las consecuencias y problemas de una reconstrucción cuantitativa a la rápida y sin participación real de los habitantes. Es decir, que se sigan replicando las políticas subsidiarias de vivienda que ya estaban en crisis antes del terremoto, dicho de otro modo el problema conocido como el de los “con techo” que proliferan por las periferias de nuestras ciudades neoliberales. A largo plazo podemos tener deficiencias en la calidad de las viviendas y barrios; problemas con la localización, así como la expulsión de los habitantes desde los centro históricos y los bordes costeros; la aparición de procesos de especulación al no existir una política de suelo, entre otros. Si replicamos los mismos errores de los últimos 30 años profundizaremos las desigualdades en nuestras ciudades. Tenemos que entender que la reconstrucción no es sólo construir objetos-viviendas, sino que es reconstruir proyectos de vida, es construir hábitat en todas sus dimensiones y escalas.
¿Porqué los subsidios de arriendos para damnificados no empezaron en 2010 antes de construir las aldeas? Su aparición ahora es por la mal entendida rapidez de la reconstrucción por la presión política. Lamentablemente llega tarde este programa paliativo ya que muchos damnificados llevan 2 años instalados en campamentos y el hecho de trasladarse será un nuevo trauma. Para que hablar del programa “váyase a vivir con un familiar”, que es lo que ya hacen por obligación muchos allegados (y no sólo damnificados del terremoto) y es prácticamente imposible que ahora se les den recursos por eso como prometió el Presidente.
El Gobierno ha prometido metas imposibles de cumplir jugando con las expectativas de la gente y en los balances se han mezclado “peras con manzanas”, poniendo en el mismo saco entrega de subsidios (papeles), con reparaciones de viviendas (obras mínimas) y con construcción de viviendas nuevas, ahí está gran parte el error político del gobierno y la oposición (como en la desperdiciada interpelación a la Ex Ministra Matte), las expectativas creadas y las cifras poco claras.
Es importante destacar el rol de los movimientos sociales en el proceso de reconstrucción, hace justo un año dijimos que reconstrucción es sociedad civil y participación. Ellos han instalado los temas de participación y de derecho a la vivienda y a la ciudad . Han sido capaces de organizarse a nivel nacional, a pesar de que no han tenido como interlocutor al gobierno que los ha dejado de lado luego de tardías mesas de trabajo inconclusas e inconducentes. Por una lado tenemos al Movimiento Nacional por la Reconstrucción Justa (MNRJ) que ha sido capaz de agrupar a los damnificados de muchas de las localidades afectadas entre Santiago y Talcahuano desde principios de 2011. Por otro lado la Federación Nacional de Pobladores (FENAPO) que nace justo después del terremoto para ir en ayuda directa de los damnificados y que agrupa principalmente a deudores y allegados, pero también a damnificados, con presencia en todo el país. Ambos son movimientos de movimientos, es decir, agrupan a nivel nacional a movimientos con base local. Este 27 de febrero de 2012 a dos años del terremoto ambos MNRJ y FENAPO se han unido y han realizado un congreso de pobladores en la localidad de Dichato, y ya prometen convertirse en una nuevo actor social durante 2012.
Ambos movimientos quieren participar en la producción social de la ciudad y tienen una mirada crítica a la institucionalidad y las políticas urbanas, de vivienda y reconstrucción. Demandan el derecho a la ciudad; a transformar las políticas de medición de la pobreza (Ficha CAS /protección Social FPS); a generar espacios para la autogestión de proyectos habitacionales y herramientas para controlar la especulación con el suelo urbano así como participar de la planificación urbana, entre otras medidas que van más allá del objeto-vivienda, eso que despectivamente llamamos “viviendismo”. Sus demandas a diferencia de los programas vigentes si tienen que ver con construir proyectos de vida cuando dicen por ejemplo que “su sueño es más grande que la casa” y se vinculan a luchas por otros derechos sociales.
Si volvemos a la hipótesis del primer párrafo podemos conectar las demandas de los pobladores organizados del MNRJ y la FENAPO con los procesos “telúrico-sociales” que emergen en regiones como Magallanes , en Calama y hoy en Aysén, ninguna afectada por terremoto o maremoto, pero que despertaron quizás gracias a ese remezón del 2010 y demandan descentralización y una nueva institucionalidad. Lo mismo con el movimiento estudiantil que despertó el 2011 y que en esencia lo que demanda son derechos sociales y hace una crítica a la mercantilización de éstos. Todos coinciden en la crítica al agotado modelo socio-económico y político y en la necesidad de uno nuevo basado en una democracia participativa y en derechos sociales.
Esperamos estar a la altura los desafíos que nos plantea este movimiento telúrico y social que nos sigue sacudiendo y que estas réplicas sociales sirvan para (re)construir verdaderamente nuestra sociedad con mayor igualdad y justicia social. Desde ya tenemos la oportunidad de comenzar a participar en la Consulta Ciudadana de la Reconstrucción hasta el 4 de marzo de 2012 para aproximarnos desde la democracia participativa a un balance ciudadano del proceso de reconstrucción 2010-2012.
Por Claudio Pulgar
Arquitecto
Académico Universidad de Chile
Coordinador Observatorio de la Reconstrucción