De suyo se comprende que cuando se desea entregar una información exenta y equilibrada hay que esforzarse por dejar de lado los puntos de vista personales para no perjudicar el contenido de lo que se pretende comunicar. Es precisamente lo que, denodadamente, me propuse hacer al urdir estas consideraciones acerca de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en Rusia el día 4 de marzo de 2012. Empero, mis esfuerzos han sido vanos: es tal el nivel de injusticia, corrupción, mentiras, calumnias, manipulación y violación abierta no sólo de la legislación electoral en vigor, llevados a cabo por Putin, su partido “Rusia Unida” y sus adeptos, que me asiste la convicción de que cualquier hijo de vecino sentiría algo análogo a lo que yo experimento en este momento ante esta innoble realidad que nos brindan los neoliberales rusos.
En el ámbito de la manipulación de la conciencia de la población de todo un país, los chilenos conocieron y conocen en carne propia una realidad bastante análoga a la que viven los rusos, donde los medios de comunicación están concentrados en manos de la oligarquía y del gobierno, que, precisamente, representa los intereses de aquella. En todo caso, en Rusia esta situación ha alcanzado ribetes que no tienen parangón en la historia de este país. Para los neoliberales rusos –la UDI y RN serían, en rigor, sus equivalentes chilenas– todo es permitido en aras de sus fines: no hesitan un instante en mistificar la realidad existente con la finalidad de justificar todas las fechorías imaginables –las cometidas y por cometer- y, en verdad, también aquellas que nuestra estrecha e indigente imaginación es incapaz de concebir.
Falta una semana para el decisivo escrutinio. Decisivo, porque, al parecer, esta es la última posibilidad de que la población de Rusia -en el ámbito del imperio de las reglas del juego que el sistema del poder criminal ha impuesto– pueda a través de la elección de un nuevo presidente emprender un cambio radical del curso político del país, toda vez que Rusia se encuentra ad portas de una total catástrofe: nos referimos a la plena realización de los antiguos planes de Reagan, Bush, M.Tatcher y Clinton de atribuirle a Rusia el papel de proveedor de materias primas, dividir el otrora “Imperio Rojo”en pequeñas repúblicas o regiones “amigas”, bajo el control directo de los Estados Unidos, y reducir la población de Rusia a unos quince millones de habitantes. Gran parte de estos planes ya ha sido ejecutada, primero, con la inestimable y decisiva contribución de Gorbachov, luego con la de Yeltsin y, en los últimos doce años, con la participación directa de Putin y Medvédev.
Sin embargo, todo parece indicar que Putin, obstinadamente, no abandonará el poder aunque venga a perder las elecciones: es que la práctica de los últimos cinco años muestra que Putin y sus adeptos, ante la alternativa de perder el vellocino de oro, prefieren recurrir a todos los medios –incluyendo, por cierto, los ilegales– para alcanzar sus fines. Lo demuestra inequívocamente la falsificación masiva de los resultados de las elecciones al parlamento habidas en diciembre pasado, lo cual, hasta ahora, continúa siendo un perceptible motivo de descontento de la mayoría aplastante de la sociedad. Incluso hoy, en la prensa, continúan siendo publicadas pruebas documentales contundentes de la falsificación de los resultados de las elecciones parlamentarias. Abundan los testimonios de los arrepentidos de haber vendido su honestidad a cambio de algunos rublos. Lo que sorprende en sí no es tanto la confesión del delito, sino el lujo de detalles suministrados y hasta los originales de los documentos que fueron usados para votar a favor de “Rusia Unida” [1].
Amén de las avanzadas tecnologías de manipulación, extensamente probadas en la práctica por los siempre abnegados asesores oriundos del “imperio de la democracia” –hábiles y experimentados hacedores de “revoluciones naranjas” y de otros inciertos colores, como lo muestra la realidad de Libia, Túnez, Egipto y, ahora, Siria-, el régimen de Putin ha empleado técnicas innovadoras en la tarea de manipular la conciencia de las masas, como es el caso del surgimiento de un “acérrimo defensor” de la Unión Soviética y de su historia que, hace un par de años, sorprendentemente para todo el mundo, comenzó a participar en un programa de la televisión central rusa* titulado “El Juicio de la Historia”. Pues bien, el personaje principal de esta historia es un intelectual de alto vuelo, tribuno de excelencia y gran polemista que, en sus intervenciones en el dicho programa, simplemente, barrió el suelo con sus oponentes neoliberales, detractores de todo lo soviético. Este matemático y director de teatro se llama Serguei Kurginyan y dirige un “Centro Creativo Experimental” [2], que se preocupa de todos los procesos y fenómenos que tienen lugar en la sociedad, partiendo de la economía, pasando por la historia y la sociología y terminando con la religión y la filosofía. Siempre se ha presentado como un individuo de izquierdas, aunque nunca ha dejado de lado la más mínima oportunidad para criticar a los comunistas rusos, supuestamente desde posiciones de izquierda, denunciando que el Partido Comunista ruso (PCFR) es un partido “social-demócrata”. En efecto, este luchador por la rehabilitación de la URSS que -bajo la consigna de “construyamos la URSS-2.0”, engañó y continúa engañando a numerosos adeptos de las ideas socialistas -ha sido el organizador de un multitudinario mitin, que tuvo lugar el día 4 de febrero, en apoyo a… Putin. Claro está que él, supuestamente, no apoya a Putin, pues el mitin convocado era para denunciar a los “traidores a la patria” que quieren organizar una “revolución naranja” en Rusia. No obstante, la verdad es que los organizadores, discursantes y la muchedumbre que participó en el mitin, principalmente funcionarios del Estado y pensionistas de las afueras de Moscú, fueron pagados y llevados hasta el lugar por las huestes putinistas. En suma, esta maniobra tenía y tiene como fin dividir al electorado de izquierda y debilitar las posibilidades de que el candidato del PCFR a la presidencia de la República, G. Zyuganov, venza las elecciones. No está demás referir que el candidato del PCFR es el único que, a lo largo de veinte años, ha hecho una oposición cerrada al régimen y, todavía más, el único con posibilidades reales de vencer a Putin en la corrida presidencial.
“Rusia Unida” volvió a repetir el espectáculo del día 4 el día 23 de febrero recién pasado, llevando a millares de funcionarios públicos, pensionistas, estudiantes e inmigrantes en autocares e, incluso, en un tren especialmente contratado para el efecto, de acuerdo con el característico modus operandi de las fuerzas del gobierno: usando recursos del presupuesto para transportar, pagar y comprar alimentos y bebidas a los “manifestantes” con base en el “principio” conocido en Rusia como “voluntaria-obligadamente” (“dobrovol’no/prinuditel’no”).
Ahora bien, los candidatos a la presidencia de Rusia son cinco, en orden de preferencia según las encuestas:
1. V. Putin – actual Premier y Presidente del Partido “Rusia Unida” y del “Frente Popular Patriótico”;
2. G. Zyuganov – Presidente del Comité Central del PCFR;
3. V. Zhirinovskii – Presidente del Partido Liberal Democrático de Rusia;
4. S. Mironov – Presidente del Partido “Rusia Justa”;
5. M. Projórov – oligarca sin partido.
Como decíamos, hay sólo dos candidatos que tienen posibilidades ciertas de triunfar en las elecciones: V. Putin y G. Zyuganov, asumiendo, claro está, que Putin no recurrirá nuevamente a la falsificación de los resultados del escrutinio, aunque…
Todo, absolutamente todo, indica que, desde ya, el proceso eleccionario está marcado no sólo por injusticias de parte del grupúsculo gobernante, sino, además, por violaciones abiertas a la legislación electoral.
Efectivamente, en primer lugar, Putin, para poder ser electo, de acuerdo con la ley, debería haber abandonado el cargo de Primer-Ministro. No lo ha hecho y las reiteradas protestas y quejas de la oposición parecieran haber caído en un pozo sin fondo. Por un lado, la Comisión Electoral Central (CEC) y, por otro, el Tribunal Supremo han hecho oídos de mercader y no han querido “ver” la violación flagrante de la legislación en vigor.
En segundo lugar, Putin, que está obligado por la ley electoral a participar en debates con los candidatos de la oposición, se ha negado pertinazmente a tomar parte en dichos debates, porque él –y aun cuando es paradójica su argumentación, la cual, en términos jurídicos, lo torna todavía más vulnerable–, a diferencia de los candidatos de la oposición, cumple funciones de Primer-Ministro y no tiene tiempo para participar en discusiones políticas. Y, una vez más, CEC y Tribunal Supremo nada hacen para poner orden y hacer cumplir la ley.
En tercer lugar, la distribución del tiempo de antena en los canales de televisión pública de Rusia, por ley, debe ser equitativa. Es evidente que, también aquí, la ley es violada abiertamente por Putin, quien hace uso indebido del recurso administrativo para imponer su persona al elector. Veamos el siguiente gráfico, que nos ayudará a corroborar la aserción anterior:
Como se puede ver, Putin ha dispuesto de 68 por ciento del tiempo de antena, mientras que Zyuganov, líder del segundo partido más votado, de sólo 6 por ciento. Es notable, por su injusta connotación, el hecho de que a Prójorov, que se sabe es un “proyecto del Kremlin” y que no representa a nadie, le haya sido dado 8 por ciento del tiempo de antena, es decir, más que a Zyuganov, que representa a millones de ciudadanos [3]. Está claro que la campaña electoral de Prójorov es llevada a cabo en beneficio directo de Putin. En rigor, toda la actividad de Prójorov está dirigida a denigrar, con una grosería y cinismo sin parangón y sin cualquier fundamento lógico, a la Unión Soviética, para lo cual recurre a las añejas y ya manoseadas consignas antisoviéticas de los tiempos de la “guerra fría” o de la “perestroika” gorbachoviana que, manifestando un odio visceral al pasado socialista de Rusia, sirven de subterfugio para justificar los robos descarados que él, junto a otros bandidos y rapaces hombres de negocios, llevaron a cabo en los tiempos de Eltsin. Es tal su cinismo, que, sin titubeos, declara que el “poder comunista” soviético destruyó las fábricas que ellos, ahora, rehabilitaron. Sin duda alguna, no estamos ante un psicópata; estamos ante un ladrón neoliberal que se cree su propio cuento. El lado preocupante y triste que tiene esta historia, es que Putin ha declarado que “Prójorov” tiene “buenas ideas” y que, eventualmente, sería “un buen Primer-Ministro”. En suma, si le añadimos al tiempo de antena utilizado por Putin el usado por Prójorov, concluirremos que Putin ha hecho uso de 75 por ciento del tiempo de antena dedicado a los candidatos a Presidente. Y esto sin considerar el hecho de que las estaciones de televisión privada y pública, majaderamente, durante todo el tiempo de emisión, hacen propaganda a favor de Putin sin tasa ni medida.
En cuarto lugar, el uso por parte de los partidarios de Putin de la posición administrativa que poseen -desde directores de servicios centrales, pasando por instituciones autónomas financiadas por el Estado, continuando con estamentos locales de la administración y terminando con los gobernadores y dirigentes regionales– para obligar a sus subalternos a participar en manifestaciones a favor y, finalmente, a votar por Putin.
Es, a todas vistas, este uso y abuso desvergonzado del recurso administrativo por parte de Putin lo que está provocando, como contrapartida, la unidad de las fuerzas opositoras que, no obstante su diversidad ideológica y política, han encontrado puntos de coincidencia, especialmente en lo que atañe a la voluntad de la oposición de no permitir una nueva falsificación de los resultados de la elección. Una manifestación candente de esta nueva situación que ha surgido la ofrecen los debates entre los candidatos, que, exceptuando a Prójorov, son usados no para marcar las diferencias programáticas existentes entre las distintas plataformas políticas, sino para analizar y denunciar la criminal política del gobierno de Putin y Medvédev. Es, sin lugar a dudas, una inteligente respuesta al corrupto ordenamiento putinista.
Llama la atención la circunstancia de que, por doquier, se escucha decir que Putin “tiene que irse”, y en esta expresión hay varias ideas implícitas, toda vez que ello no solamente significa que la gente no va a votar por Putin, sino, además, que Putin debe irse en el sentido literal del término. Y es precisamente éste uno de los posibles motivos por los cuales Putin y los oligarcas no quieren un cambio de gobierno y se aferran al poder: se trata, al fin de cuentas, de conservar el cuero y los miles de millones robados. Y, en aras de ello, no escatiman ni escatimarán esfuerzos y recursos para, una vez más, doblarle la mano a la “chusma”, que es como ellos llaman al pueblo.
Ante la perspectiva de que el PCFR pueda acceder al poder de Estado e implementar su programa, donde la nacionalización de los recursos naturales y la expropiación de las grandes empresas que fueron privatizadas por Eltsin, Gaidar y Chubais –en buen romance, robadas al Estado- ocupa un lugar señero, la oligarquía, con Putin y Medvédev a la cabeza, han echado mano a los más sucios argumentos para impedir semejante vuelco de la situación. Para ello, han recurrido al conocido método de las encuestas oficiales y oficiosas, que proliferan como las setas después de la lluvia. Se trata de hacer creer a las personas que la mayoría aplastante del electorado apoya a Putin y que no hay alternativa al actual dueño del poder. De acuerdo con esas encuestas, éste ganaría rotundamente en la primera ronda del escrutinio con una votación del orden de los 60 por ciento, lo cual no se compadece ni con los resultados electorales falsificados del 4 de diciembre de 2011 ni con el ambiente claramente “antiputinista”, que, en estos momentos, reina a lo largo y ancho de toda Rusia. En este contexto, no es muy difícil formular pronósticos, toda vez que aparece claramente definida la conducta del principal candidato: ganar las elecciones cueste lo que cueste. Y, disponiendo de todas las palancas del poder administrativo y financiero del Estado y del apoyo incondicional de la oligarquía, que no representa a más del cinco por ciento de la población del país, y estando, por lo demás, decidido a no abandonar el poder, el escrutinio, luego a la partida, está viciado, pues, antes de la corrida, ya se sabe quién será el triunfador.
En presencia de este gris panorama, existe un cierto optimismo, que se plasma en un consenso generalizado en cuanto a la posibilidad de que -gracias al control del escrutinio que la oposición está organizando para impedir la repetición de la falsificación de los resultados de la elección, así como el cohecho directo como práctica frecuente del partido en el poder, la introducción de paquetes de votos en las urnas, la repetición masiva, sobre todo por parte de jóvenes a sueldo, del sufragio en diversos puntos de votación, etc., etc., etc.-, habría una segunda vuelta el 4 de marzo, existiendo fuertes probabilidades de que Zyuganov sea electo Presidente, a despecho de Putin. Sin embargo, con un sentimiento de impotencia y de resignación, la mayoría de la población siente que el 4 de marzo, nuevamente, la voluntad popular será burlada por la cáfila que, ilegalmente, se adueñó del poder político hace 20 años. La ocurrencia de tal circunstancia, tácitamente, implicará que Putin ha usurpado la presidencia de Rusia y, por tanto, es un Presidente ilegítimo. En tal caso, ya ni siquiera la legislación del sistema creado por ellos mismos servirá de fundamento para justificar su presencia al frente del Estado. Las masas ya no podrán ni desearán seguir viviendo como lo han hecho hasta ahora. Lamentablemente para Rusia, vendrá un período de grandes convulsiones sociales, cuyo contenido, forma, alcances y desenlace, habida cuenta de las condiciones imperantes en Rusia y en el mundo de hoy, son prácticamente imposibles de prever. Los responsables de tales nefastos acontecimientos están debidamente identificados.
Por otro lado, incluso si no hay falsificación, ni sobornos, ni cohecho, ni lanzamiento de paquetes de votos favorables a Putin en las urnas, ni sufragio reiterado de las mismas personas en diversas mesas de voto, igualmente la sombra de la duda y de las sospechas, como una espada de Damocles penderá sobre los resultados de las elecciones, esto es, nadie en su sano juicio pensará que la votación ha sido limpia y justa. El daño que Putin, Medvédev y el partido de gobierno “Rusia Unida” han causado a la credibilidad de su propio e injusto sistema institucional es irreparable.
Por Jaime Canales
Desde San Petersburgo, 27 de febrero de 2012.
[1] http://kprf.ru/rus_soc/102757.html
* Es menester señalar que las estaciones de televisión, tal como en Chile, se encuentran, sin excepción, en manos de la oligarquía. Nunca antes ni después, exceptuando a este personaje, a voceros de la oposición, que se identifican con los valores del socialismo y de la Unión Soviética, les fue otorgada cualquier posibilidad de defender sus posiciones en un programa televisivo, al cual tiene acceso toda la población del país. Sintomático, por decirlo de alguna manera.