Estos días nos hemos desayunado con preocupación por la noticias sobre el uso civil de los vehículos aéreos no tripulados, VANT en su acrónimo castellano. Los VANT son fruto del desarrollo tecnológico militar que por sus virtudes, al aunar poder de fuego y observación, movilidad y reducción de costes, se han ido imponiendo en los ejércitos de todo el mundo. Hoy en día existen 700 tipos, 500 de ellos exclusivamente militares, presentes en 25 países.
Los líderes en la fabricación de estos aparatos son EEUU e Israel y no es casualidad ya que su diseño e implantación fue favorecido de manera decisiva por la llamada «Doctrina Rumsfeld» que es, de hecho, un proyecto de reorganización de las fuerzas armadas estadounidenses, similar al impulsado anteriormente por Brzezinsky, inteligencia gris del verdadero poder estadounidense.
Lo que hace diferente a ambas doctrinas es el aspecto táctico, el cual pivota exclusivamente sobre el poder aéreo, las fuerzas especiales, la tecnología, la información y, como elemento cohesionador, la privatización de grandes áreas que atañen a la defensa.
Frente a la visión de Colin Powell del uso de un poder militar aplastante y decisivo, Rumsfeld propone rebajar los gastos de armamento ya que en la concepción de las nuevas guerras, y sin tener enfrente ejércitos endivisionados con similar poder, es preferible una fuerza más pequeña apoyada, eso sí, por la más alta tecnología y la mejor información.
Curiosamente, y a pesar de ser un republicano neocom, Rumsfeld en su visión estratégica coincide con la del demócrata Brzezinsky. Éste señala a China como el verdadero enemigo, prevé un aislamiento de EEUU cada vez mayor, desecha el Atlántico Norte y Europa Central como ejes centrales y cede su cuidado a los países europeos de la OTAN otorgando un uso táctico a Oriente Medio donde si se adelantan las fuerzas de intervención estadounidenses y se dominan zonas estratégicas se pueda propiciar como objetivo prioritario el aislamiento que lleve a la neutralización de China.
Al principio el concepto «complejo militar industrial» se oponía frontalmente a los planes de Rumsfeld, pero la realidad nos demuestra que finalmente hubo una adecuación de los mismos ya que el presupuesto de Defensa aumentó con una orientación más tecnológica y los emporios que se dedican a la construcción de material militar de alta tecnología salieron reforzados.
Cuando se reflexiona sobre doctrina estratégica estadounidense se aprecian cambios de elementos tácticos, nuevos teatros de operaciones, pero el señalamiento de la prioridad China es anterior a la caída de la URSS aunque se consolida tras la misma.
Dentro de estas similitudes vemos que Rumsfeld es impulsor, desde 2001, del falsamente llamado «Escudo antimisiles», que pretende dejar fuera de juego a Rusia al obligarle a emprender una nueva carrera de armamentos, dejando el peso de esta iniciativa a los países europeos de la OTAN (más Turquía).
Polonia, Rumania y España son actores destacados. Unos ponen bases de misiles y España aporta los mejores y más modernos medios navales, las fragatas dotadas con el sistema AEGIS.
Lo importante del pensamiento de Rumsfeld no es tanto el concepto estratégico que, como ya hemos visto, bebe del de Brzezinsky, sino su aplicación táctica novedosa que da el pistoletazo de salida a la preeminencia de alta tecnología fusionada con el pensamiento neoliberal de privatización de áreas y recursos, los cuales en la concepción de Estado Nación tradicional estaban en manos exclusivas del Estado.
Esta idea es la que hace que, para mantener esa pequeña fuerza estatal, se recurra a ceder a la iniciativa privada áreas de seguridad e información vitales. Funciones asumidas inmediatamente por empresas de seguridad, conocidas popularmente como «contratistas», eufemística manera de llamar a lo que siempre ha sido el alquiler de soldados de fortuna o mercenarios.
A partir de las invasiones de Afganistán e Irak asistimos a la proliferación de esta privatización de la guerra y de la inteligencia, que lleva a crear grandes empresas con más poder que algunos países. Sus beneficios inmediatos convencen a los gobiernos: son más baratas de mantener que las estructuras castrenses tradicionales, no tienen responsabilidades fuera del tiempo de contrato y a la vez se encauza el negocio a sectores ideológicamente afines que podrán llegar a donde la propias Fuerzas Armadas, algo constreñidas por el Derecho Internacional Humanitario, no conviene que lleguen.
Igual que ocurre con la seguridad, en la logística se aplica el mismo principio. Las comidas, los transportes, la construcción de bases, su mantenimiento,… todo es puesto en manos privadas. En las manos privadas de los amigos.
Aunque menos vistosa, la logística es el alma de un ejército. No en vano los grandes historiadores militares hablan con admiración de la logística de las Legiones Romanas o la de los ejércitos de Alejandro Magno que les permitía recorrer cientos de kilómetros teniendo asegurado la comida, el descanso, el material… en definitiva, todas las necesidades en la vida de miles de hombres en movimiento. Imaginemos el formidable negocio que supone mantener el desplazamiento de cientos de miles de soldados en ochocientas bases alrededor del mundo.
Como conclusión debemos tener siempre presente el pensamiento de Rusmfeld pues, con las bases estratégicas de Brzezinski, hace una construcción táctica e ideológica de la proyección del poder estadounidense que estamos viviendo hoy en día, que se resume en: alta tecnología y privatización. Puro pensamiento neoliberal en el ámbito militar imperial.
Todo está relacionado en este tablero mundial donde se juega la geopolítica, aunque la maraña de acciones no nos deje ver el núcleo del bosque.
Queda claro que esta es la construcción ideológica de un futuro en el que las grandes corporaciones van minando y sustituyendo el poder de los estados, llegando incluso a devorar a quien les permitió crecer y desarrollarse: los EEUU.
Lo que parecían distopías literarias o cinematográficas de un mundo dominado por un gobierno mundial de grandes corporaciones, se hacen cada vez más posibles con la permisividad y el impulso de un pensamiento que adelgaza las competencias del Estado de los ciudadanos, emanado de la Revolución Francesa, para entregarlo a entidades privadas con una visión feudal del mundo.
Javier Couso