Los derechistas de la Democracia Cristiana han adoptado el camino de desangrar su nido poco a poco: primero, renuncia Mariana Aylwin, después Clemente Pérez y lo sigue en la procesión Andrés Aninat y, recientemente, la pareja Alvear-Martínez. En esta lista sólo faltan los cuatro hermanos Walker Prieto y otros cuantos momios que les da vergüenza definirse como tales.
La autopsia de la DC determina como causa de muerte la falta de ideas y el sinsentido del socialcristianismo: el que haya perdido más de un millón de electores, sumado a que actualmente pesa muy poco dentro del panorama político nacional y que no exista la red de militantes democratacristianos en la mayoría en las regiones, provincias y pueblos, son sólo síntomas de la enfermedad mortal que llevó a la muerte a ese Partido.
Cuando la muerte, entre los deudos se genera el debate de cómo repartir los bienes que el finado dejó. En el caso de la Democracia Cristiana ni siquiera ocurre este hecho tan natural: los derechistas de esa tienda – la Alvear y su marido y otros – acusan que el finado terminó envenenado debido a sus devaneos con los comunistas; la izquierda de la DC, liderada por Yasna Provoste y Francisco Huenchumilla, acusan a los derechistas de haber conducido a la DC a la muerte a causa de haber optado por “el camino propio” y de haber dividido a la Nueva Mayoría en dos candidaturas presidenciales.
En los velorios, no sólo se recuerdan las virtudes del “fiambre” que siempre son muchas después de muerto, salvo la opinión de algunos y algunas viejos y viejas peladoras que les gusta recordar barrabasadas de extinto únicamente cuando era un joven católico y bello.
Soledad Alvear, en su carta de renuncia a la DC recuerda a escritores y filósofos muy respetables, pero muy desfasados para el mundo de hoy – Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Georges Bernanos, León Blois, Charles Peguy, y tantos otros que, en los años 30 del siglo pasado, dieron sentido al socialcristianismo -. Que la Democracia Cristiana se divida hacia la derecha o hacia la izquierda, no es ninguna novedad, pues este fenómeno ha ocurrido desde su fundación.
Hablar de las “dos almas” de la democracia es una estulticia mayúscula, pues es cierto que las tuvo cuando se escindió en el Mapu y en la Izquierda Cristiana, en que los renunciantes tenían un cuerpo de ideas muy distintas del freísmo reinante; al menos, había que optar entre la Unidad Popular o bien, el camino propio prospectado a la derecha.
En la transición-traición los muy cristianos demócratas vendieron su alma al diablo, pues había que ser pragmático y no ideológico. Como es necesario alimentar convenientemente a militantes y dirigentes, nada mejor que apropiarse de las mejores pegas durante todos los gobiernos de la Concertación, es decir las gerencias de CODELCO y demás empresas del Estado, así como de Ministerios claves.
A lo mejor, si hubiese ganado Alejandro Guillier o la Virgen del Carmen hubiera intervenido para producir el milagro del triunfo de Carolina Goic, a lo mejor el difunto hubiera sobrevivido algunos años más, así fuera con un pulmón de menos, pero con un estómago llenito de dinero y de trabajos muy entretenidos.
Desgraciadamente, cuando los cadáveres son expuestos al calor por largo tiempo tienden a descomponerse. Todos nosotros, cada año que transcurre nos vamos acercando al día en que comience el banquete de los gusanos. A la Democracia Cristiana también le está ocurriendo esta ley natural y cada día se le va “un gusano o una gusanita”.
Del destino de las Marianas, de las Soledades, de los Gutenberg, los Clementes…, no hay que preocuparse: no tienen otro proyecto político que el obsoleto socialcristianismo, que hace mucho tiempo que no disputa, ni siquiera, con la derecha reaccionaria. Cuando no hay ideas ni pegas de por medio, nada mejor que la muerte. Al fin y al cabo no somos nada.
Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)
24/04/2018