Un fantasma recorre Estados Unidos: El de la indignación, aseveración que se justifica al valorar los primeros seis meses del movimiento Ocupar Wall Street (OWS), el cual ha pretendido sacudir las conciencias de los ciudadanos de la nación.
A la usanza de los movimientos por los derechos civiles, de los negros y en contra de la guerra de Vietnam, que estremecieron a la sociedad estadounidense en la década de los sesentas, OWS surgió de la insatisfacción con los poderes hegemónicos en esta primera década de la centuria.
Los efectos de la crisis económica, una elevada tasa de desempleo, el peso financiero de dos guerras (Irak y Afganistán), y la depauperación de los principales indicadores sociales, abrieron una especie de caja de Pandora de la cual emergieron las contradicciones del American Way of Life.
El movimiento lo iniciaron sobre todo desempleados e individuos de la clase media baja, pero adquirió un carácter plural a medida que se integraron afroamericanos, latinos, jóvenes universitarios, mujeres, ancianos y veteranos de guerra, entre otros grupos sociales.
Cientos de manifestantes tomaron el 17 de septiembre de 2011 la Plaza Zuccotti, en el bajo Mannhattan, como un símbolo de sus proyecciones: apuntar al centro de los problemas que sobrecogen a quienes se consideran el 99 por ciento de la ciudadanía, precisamente en el corazón financiero del país.
En la bautizada rápidamente como Plaza de la Libertad, los pacifistas exigieron poner fin a las desigualdades generadas por el sistema capitalista, el cual propició el empoderamiento de empresas y megabancos, demostrados causantes de la crisis que sacudió a la primera economía del mundo en 2008.
Otras ciudades secundaron rápidamente la iniciativa de la cosmopolita urbe y emergieron movimientos homólogos de una costa a otra del país, hasta llegar incluso a la gélida Alaska y a las mismas puertas del Congreso y la Casa Blanca.
Activistas de «Ocupar Washington» se han encargado de recordarle al presidente Barack Obama, en múltiples ocasiones, que acabe de cumplir sus promesas de cambio, justo cuando la nación más lo necesita.
Así, a principios de año, el grupo plantó bandera frente a la residencia presidencial durante varias jornadas para demandar el cierre de la prisión en la ilegal base naval en la bahía de Guantánamo, Cuba, reclusorio donde se asegura que han sido torturados prisioneros y más de 700 permanecen en un limbo legal.
El cierre de la penitenciaría fue un subrayado compromiso de quien a la postre se convirtió en el mandatario 44 de la Unión, sin que hasta el momento, casi al término de su primer mandato, se vislumbre la clausura de un sitio calificado por analistas como «una vergüenza en materia de derechos humanos».
Con el tiempo, las acciones de OWS se han extendido más allá de demandas de mejoras económicas, como ocurrió el 20 de febrero durante la jornada en contra de la existencia de prisioneros políticos, acaecida en las inmediaciones de San Quentin, la prisión al norte de San Francisco.
Ese día, los denominados indignados se solidarizaron con Fernando González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y René González, conocidos mundialmente como los Cinco antiterroristas cubanos, a los cuales Washington mantiene injustamente encarcelados después de procesos judiciales.
A la par de la extensión del movimiento de ocupación, la reacción de las autoridades estadounidenses se tradujo en violentas represiones que la revista Forbes debió calificar de «injustificadas».
Bajas temperaturas, perros, policías antidisturbios, garrotes, desalojos, encarcelamientos hasta el número de más de seis mil personas, son algunos de los riesgos a los cuales se han expuesto los pacifistas al tomar las calles y espacios públicos.
Fotos y videos caseros exhiben la inusitada brutalidad policial, uno de los cuales reveló en noviembre a un oficial rociando gas pimienta en la cara de estudiantes de la Universidad de California, sentados tranquilamente en el suelo y con los brazos entrelazados.
En Manhattan y con el ánimo de entorpecer la atención mediática obtenida por el movimiento cívico, fueron detenidos hasta periodistas que cubrían las protestas para agencias de noticias y el diario New York Daily News.
La administración Obama sancionó recientemente una iniciativa que apunta a impedir el acceso de los pacifistas a lugares bajo la custodia del Servicio Secreto.
Tal disposición restringiría el acercamiento no solo a las dependencias gubernamentales, sino hasta eventos como las convenciones de nominación presidencial, cumbres de líderes mundiales y actos por fechas significativas, algo denunciado por la Unión de Libertades Civiles.
No obstante, a juicio de expertos, el principal riesgo que enfrentan los indignados es la capacidad de aglutinar las disímiles ramas del movimiento en un cuerpo de demandas realistas, coherentes y bien articuladas, que permitan agenciarse cada vez más seguidores entre la ciudadanía.
La falta de un liderazgo concreto, algo saludado por algunos para evidenciar la democratización de las acciones de protestas, pudiera resultar a la postre un bumerán, al carecer en ocasiones del agente aglutinador que encauce los objetivos del grupo.
Tras un apreciable descenso del número de eventos en los meses invernales, los miembros de OWS se disponen a fortalecer al movimiento con el llamado a nuevas acciones. Hasta el momento han hecho saber que encabezarán fuertes protestas durante la cumbre de líderes de la OTAN, la cual tendrá lugar en Chicago el 20 y 21 de mayo.
Para el primero de mayo convocaron a una huelga general nacional en saludo al Día Internacional de los Trabajadores y anunciaron su presencia durante las convenciones de los partidos republicano y demócrata, en Florida y Carolina del Norte, respectivamente, en agosto y septiembre venideros.
Por Luis Brizuela Brínguez