Para algunos puede ser espectacular hablar de inteligencia artificial y de los secretos algoritmos protegidos bajo penas del infierno, para seguir ese camino e intervenir a los humanos, un flanco no regulado que desprecia los derechos básicos de las personas. Las grandes corporaciones compran sistemas de gestión de datos inteligentes, como también los gobiernos o a las funestas agencias dedicadas al control de los nuevos esclavos del siglo XXI, que son los ciudadanos. El médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, el español Roberto Cataldi, escribió hace algunas semanas que, “los algoritmos nos producen pánico cuando nos enteramos que gracias a ellos nuestros datos personales, gustos, sueños, historia de navegación van a parar a un mercado negro”. Junto con ello, hizo una pregunta, “¿Acaso hay libertad? El antídoto sería saltarse el propio pasado y ejercer la “desobediencia digital”.
La verdad, para quienes no están en la competencia para acumular más poder político o económico a cualquier costo, es mucho peor de lo que se piensa, porque a pesar de que la manipulación siempre ha existido, que se resolvía entre humanos, la gravedad de hoy reside en la masificación del engaño y porque su efecto se irradia a casi toda la humanidad, mediante el mal uso de la inteligencia artificial. La inteligencia artificial no es un atributo exclusivo que posee un grupo de intelectuales tocados por alguna varita mágica para producirla y aplicarla, sino de personas o entidades financiadas con mucho dinero que se dedican a estudiar, investigar y desarrollar una especialidad que puede alcanzar altos niveles de complejidad, elevando a sus creadores a la categoría de los nuevos gurús de nuestro tiempo.
Todos hemos desarrollado alguna vez un algoritmo básico sin saberlo. Cada vez que Ud. sale de su casa, aplica una lógica que ordena los actos que hace rutinariamente para comenzar sus actividades, como despertarse, bañarse, tomar desayuno, coordinar con su familia la hora para trasladarlos en auto o utilizar otra alternativa. Por eso, dentro de un contexto matemático, los algoritmos son normas o instrucciones específicas que hace posible la ejecución de actividades rutinarias y/o repetitivas, de modo que no produzca dudas a quien debe realizar dicha actividad, o a las máquinas. El algoritmo es lógica aplicada, es decir, principios para la demostración que siguen una razón argumentativa de las palabras, pensamientos o ideas.
El ex agente del servicio secreto de EE.UU., Peter Cavicchia III, prestó servicios especiales para el banco JPMorgan Chase & Co., con la ayuda de más de 100 ingenieros avanzados de la compañía de datos Palantir Technologies Inc., donde cada ingeniero podía costar al banco hasta US$ 3.000 diarios por sus servicios, formando el grupo Cavicchia para limpiar correos electrónicos e historiales de navegación, ubicaciones de GPS de teléfonos inteligentes, impresoras, descargas de empresas, y transcripciones de conversaciones telefónicas grabadas digitalmente del personal del banco. Como Ud., puede notar, son servicios muy costosos.
El software de Palantir (algoritmo) agrupó, buscó, ordenó y analizó estos datos, destacando las palabras claves y patrones de comportamiento que el equipo de Cavicchia había señalado como “posibles abusos de los activos corporativos”. Mediante el algoritmo de Palantir, se alertaba al equipo de amenazas internas, por ejemplo, cuando un empleado comenzaba a llegar a su trabajo más tarde de lo habitual, considerado un signo de “posible disgusto”, dato que dispararía una mayor revisión y posiblemente una vigilancia física ampliada a horas no laborales, del personal de seguridad del banco. Por supuesto, a nuestro entender, la cantidad de razones por lo cual una persona se atrasa en llegar a su trabajo, es inmensa y aún cuando el sistema aprende, no garantiza otra cosa que lo aprendido es historia, que puede o no repetirse.
Todo terminó cuando los altos ejecutivos del banco se dieron cuenta que ellos también estaban siendo observados. Lo que comenzó como una prometedora sociedad de maestros del “big data” y las finanzas globales, se convirtió en un escándalo de espionaje. Este tipo de software rastrea fuentes de datos dispares (documentos financieros, reservas de líneas aéreas, registros de teléfonos celulares, publicaciones en redes sociales), y busca conexiones que los analistas humanos podrían perder de vista o no realizar. Nadie pone limitaciones a nada.
A estas alturas, ya podemos entender lo que ocurre si extrapolamos procesos similares en la sociedad civil para estandarizar opiniones, impulsar determinadas políticas, socializar actitudes, tipos de liderazgos, desviar discusiones importantes reemplazándolas por opciones o preferencias que son del “gusto de una gran mayoría”. La principal objeción es que “la mayoría” también puede ser manipulada por los mismos sistemas antes descritos. Podemos notar que casi todas las aplicaciones que utilizan los actuales celulares inteligentes, exigen al usuario acceso para leer todos sus datos de textos, audio, videos, archivos, micrófono, contactos, e incluso pueden borrar y hacer un sinnúmero de operaciones, que la mayoría desconoce ocurre en los celulares, al punto que si Ud. pasó por un establecimiento comercial, sin hacer ninguna compra ni operar ningún sistema de información de la empresa, luego en su casa, llega un mensaje que no pidió, para que responda una encuesta de satisfacción como cliente.
Los sistemas actuales con sofisticados algoritmos, han sido usados por planificadores con fines confidenciales, quienes no rinden cuenta a nadie para intervenir sin autorización, y que pueden sirven para realizar cacerías, como cazaron a Osama bin Laden, rastrear insurgentes, espiar civiles, vigilancia en el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU. También se usa a Palantir para detectar fraude en Medicare, o el FBI en investigaciones criminales, la NSA en Seguridad Nacional para examinar a los viajeros aéreos y vigilar a los inmigrantes, etc. En los sistemas inteligentes, gran cantidad de información es procesada, sobre la base de premisas reduccionistas o acotadas, porque dada la complejidad de la interacción humana, la respuesta correcta puede llegar a ser muy amplia, compleja, diversa o desconocida.
No solo se trata de espiar y capturar datos masivos. En la actual sociedad de la era digital, los algoritmos, los datos estadísticos, las condicionantes que reúnen determinados objetivos, están modificando la realidad que rodea a los humanos a nivel planetario, sin ningún filtro ético. En las pantallas de misteriosas oficinas donde se asientan los personajes ligados al poder fáctico con mucho dinero, pueden estar viendo sus datos o los de los norteamericanos para hacer correlaciones tales como, «Colega de…», «Vive con …» «Operador de … (número de celda, celular)», «Propietario de … (vehículo)». «Hermano de …» , incluso «Amante de …», etc. Todas estas correlaciones humanas y muchas más, se vuelven una cuestión de registros listas para ser reveladas por un algoritmo inteligente. Todo es un “spidergram” ahora (una especie de red de araña), que se puede correlacionar para objetivos determinados, extrayendo la información que se obtiene de todos los usuarios de las redes virtuales, sin que sepan nada.
Las infracciones cometidas a la privacidad de los datos en Facebook asociada con Cambridge Analytica, son un juego de niños en relación a Palantir, repleta de secretos por sabotaje contra diversos oponentes, que ha podido desplegar 2.000 ingenieros para funcionar como una consultoría que ha operado con Hershey Co., Coca-Cola, Nasdaq, American Express, Home Depot, Airbus SE, Merck KGaA, la policía de Los Ángeles, etc. Fred Alger Management Inc., que posee acciones desde al menos el 2006, revaluó Palantir en diciembre en alrededor de US$ 10 mil millones, según Bloomberg Holdings. Pero, tanto como el dinero, aquí también hay una respuesta ideológica, son entidades ligada a los grupos de extrema derecha.
Las redes sociales digitales en verdad no son tales, sino redes virtuales, donde la solución «que incluye la gestión de inteligencia», está formando una realidad virtual en que todo puede ser sospechoso o erróneamente sospechoso causado por una línea de programación equivocada, o producto de un supuesto erróneo o una omisión, de la que nadie se hace cargo. Sin embargo, en algún momento estos sistemas entrarán en conflicto con la verdadera realidad humana, debido a una característica que sólo tienen los humanos. Cada vez que los humanos emocionamos, podemos cambiar el curso de acción y eso hasta hoy y tal vez nunca, ha podido o podrá ser imitado por robot o sistema inteligente alguno.
Las generaciones que pertenecen al mundo analógico, anteriores a los 70´s, está menos dispuesta a dejar que otras personas o los sistemas inteligentes la suplanten en sus decisiones, sin embargo, la respuesta para escudriñar en la vida de las personas, seguirá siendo un rol a cargo de la inteligencia artificial con algoritmos diseñados para aprender mientras operan automáticamente. Como dice el Dr. Roberto Cataldi, “La cultura que hemos heredado ha sido en gran medida analógica, lo que ha condicionado una forma de comunicarnos, de sentir, de informarnos, de estudiar, de leer y escribir, en fin, de entender el mundo o tal vez de tener una cosmovisión. Pero ese mundo, esa cultura, ya sería cosa del pasado, porque la realidad que vivimos es virtual.”La respuesta a estas interrogantes pareciera que debe ser nueva, pero no lo es. La soberbia del hombre por el poder, la acumulación de riqueza, la avaricia, la exclusión, la desigualdad, terminará por si misma con la autodestrucción de este tipo de sociedades, como está escrito en la historia humana de los antiguos imperios, exceptuando que la destrucción puede llegar a ser inconmensurable y con muchas pérdidas humanas.
La señal más clara de un principio de auto destrucción fue la propia elección de Donald Trump, como presidente de EEUU. Es el producto que desvirtuó la auténtica decisión de los electores, de no haber mediado la manipulación de sistemas inteligentes que crearon un falso liderazgo para responder a una falsa realidad virtual, bombardeando a los electores con mensajes falsos específicos, para crear terror psicológico. En ese mismo sentido, los sistemas con inteligencia artificial que operan en Wall Street, y los modelos matemáticos económicos que operan en la FED, no garantizan que estén entregando la respuesta correcta real a las operaciones bursátiles de hoy, ni para resolver la próxima crisis de mañana, que sigue gestándose y se mueve ajena a la voluntad oficial apoyada por la inteligencia artificial virtual, y sobre la cual, un reventón social, puede ocasionar una situación que ningún robot podrá resolver. No obstante los señalado, nos queda la esperanza de que siempre podremos tirar del enchufe.
Por Mario Briones R.