Modernité, modernité…

Modernidad, modernidad… ¡La cantidad de boludeces que se dicen en tu nombre! La “economía social de mercado” agoniza, los culpables de la debacle financiera le dan el tiro de gracia con megagalácticas “Cutufas”, y quienes manejan el billete quieren incinerar el cadáver acelerando la “modernización” de la economía


Autor: Director

Modernidad, modernidad… ¡La cantidad de boludeces que se dicen en tu nombre!

La “economía social de mercado” agoniza, los culpables de la debacle financiera le dan el tiro de gracia con megagalácticas “Cutufas”, y quienes manejan el billete quieren incinerar el cadáver acelerando la “modernización” de la economía.

Tú, que en una de esas tienes el dudoso privilegio de ser chileno, ya sabes de qué va el chollo. El bueno de Sarkozy y sus pares europeos están intentando prolongar la vida laboral hasta los 70 años. El pretexto es muy simple: visto que la esperanza de vida se va prolongando… es normal que trabajemos más largo tiempo.

Lo curioso es que Francia detenta el triste record europeo del más alto nivel de desempleo para quienes han alcanzado una edad superior a los 50 años. Trabajar hasta los 70… ¿Cómo? ¿Dónde?

Uno se dice que la estadística de la mortalidad se ha transformado en una herramienta de equilibrio financiero para los sistemas de previsión. La tasa de mortalidad como variable de ajuste, he ahí el remedio que le puede arreglar el cagazo a las AFPs, y a la previsión francesa.

El que muere en el curro no cobra pensión. De ese modo se logra liberar una parte no despreciable de la riqueza nacional para aumentar la rentabilidad del gran capital.

Te recuerdo que en un período de 20 años la “modernización” de la economía francesa logró traspasar nueve puntos porcentuales de PIB desde la remuneración del trabajo a la remuneración del capital, o sea unos 150 mil millones de euros al año. Y aun quieren más.

El Parlamento Europeo acaba de rechazar (¿provisoriamente?) una proposición para eliminar el tope de la semana laboral que está en 48 horas. Una iniciativa, al parecer inglesa, proponía aumentarla a 65. Modernización, te digo. Francia ha vuelto a la semana laboral de 39 horas sin restituirle a los trabajadores algunos de los derechos cedidos cuando se redujo a 35.

Otro elemento “modernizador” tiene que ver con la eliminación de toda restricción a los despidos y la reducción de las indemnizaciones que hasta ahora los acompañan. Te estoy hablando de la tristemente célebre “flexibilización” del mercado del trabajo, tema del cual tenemos en Chile los más ardientes y brillantes defensores. No hace mucho, -para hacerle frente a la crisis-, Herman Somerville propuso una reducción generalizada de salarios. Si no sabías de qué va la flexibilidad laboral, ahora lo sabes.

He aquí la “modernización” con la cual hay que enfrentar la crisis financiera provocada por maleantes de alta alcurnia. Maleantes que, -no contentos con haber provocado la más grande catástrofe económica de la post guerra-, se van de putas con nuestro dinero.

Después de perder U$ 24 mil 500 millones en un trimestre, y de recibir del Congreso de los EEUU U$ 150 mil millones en ayuda, AIG envió a sus máximos ejecutivos a hoteles de lujo cuidando de mantener las fiestuzas muy secretas. AIG se gastó más de un millón de dólares de dinero público en fines de semana moviditos.

Después de ser rescatados con dinero público franco-belga, los tigres del banco Fortis hicieron otro tanto: se fueron a Mónaco en donde organizaron una cena para cincuenta personas que costó la módica suma de 150 mil euros. Tres mil euros por persona, o sea 2 millones 800 mil pesos el cubierto. Herman Somerville tiene razón: hay que bajarle el salario a los atorrantes para poder pagar estas delicadezas.

Quién no entienda ni la modernización ni la modernidad que se vaya enterando: las bacanales de la Roma decadente serán alpargatas viejas al lado de lo que viene.

Por el momento, los remedios que la “modernidad” le ofrece a la crisis se resumen en darle plata a los bancos especuladores y a los patos malos que los dirigen, y en subvencionar empresas, -como las salmoneras-, que no son precisamente benefactoras de la humanidad.

Bacanales, de acuerdo. Pero con dinero público. Si no fuese el caso… ¿De qué sirve el Estado?

¿Será que me estoy poniendo arcaico? ¿Ah? ¿Ah?

Por Luis Casado


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