Con la crisis de 2008 los bancos internacionales estuvieron en el ojo de la tormenta. Hoy no pasan tanta zozobra, al punto que Lehman Brothers salió de la quiebra. No tienen controles y su plata está cada vez más sucia.
Durante dos siglos o más, el capital financiero quiso presentarse ante la humanidad como casi un benefactor del progreso del mundo. Pese a las denuncias del ruso Vladimir Ilich Uliánov, alias Lenin, que analizaba a principios del siglo XX las consecuencias calamitosas, guerras incluidas, que traería la fusión del capital industrial con el bancario, los financistas cesaron en aquella propaganda sobre las ventajas de esa etapa superior del capitalismo.
Tras el desplome del Lehman Brothers en Estados Unidos, en setiembre de 2008, la realidad se puso del lado de los críticos del sistema financiero. Un poco antes, con el crac de diciembre de 2001 y el anterior “corralito bancario”, los argentinos habían experimentado en carne y ahorros propios el carácter perverso de La City metropolitana y las recetas del FMI y el Banco Mundial.
Eso pasó hace una década, que parece un siglo. En 2011 y lo que va de 2012 nuevos acontecimientos nacionales e internacionales arrimaron más leña al fuego.
Por ejemplo, la bancarrota moral del Dominique Strauss-Khan, hasta mayo del año pasado director gerente del FMI, fue un sacudón de otra índole, pero en la misma dirección de la debacle del Lehman Brothers. Fue detenido en Nueva York acusado de ataque sexual por una mucama del hotel Sofitel. Luego de algunos meses la acusación de esa mujer fue desestimada por la justicia, pero se había corrido el velo sobre el estilo de vida disipada y corrupta que caracterizaba al banquero francés.
Nueve meses más tarde, DSK volvió a la cárcel en su país, acusado de participar de una red donde se mezclaban prostitución VIP, proxenetismo, devolución de esos favores con negocios con el poder, etc. El banquero, ya imposibilitado de concursar para las presidenciales de Francia, rodaba así al fondo del abismo, junto a jefes policiales y otros personajes que viajaban por el mundo con pasajes de primera y hoteles 5 estrellas, gratis.
El otro baldón para los bancos fue la renuncia del ejecutivo de Goldman Sachs, Greg Smith, que cumplía funciones importantes en la sección londinense de la entidad. Con una columna en The New York Times publicada el 14 de marzo último, Smith sostuvo que renunciaba porque “me disgusta cómo gente insensible habla de estafar a sus clientes. En los últimos 12 meses he visto a cinco diferentes gerentes referirse a sus clientes como marionetas”.
“Puedo decir que el ambiente (en Goldman) está hoy más tóxico y destructivo de lo que nunca he visto”, concluyó el renunciante. Si él lo dice…
Se trata de un banco sobreviviente de la crisis de 2008 y que posteriormente fue denunciado por sus negociados en Europa, particularmente del maquillaje de las cuentas públicas de Grecia. Habría ganado allí unos 600 millones de euros (800 millones de dólares) presentando esas cuentas como no tan calamitosas como lo eran y terminaron mostrándose en 2010.
Delitos varios
Mario Draghi era vicepresidente de Goldman Sachs para Europa y disimuló la cuantiosa deuda externa de Grecia y el verdadero nivel de su déficit público. Los números reales hubieran dejado a Atenas afuera de la zona del Euro porque se pactaba que la deuda pública no superara el 60 por ciento del PBI y que el déficit no sobrepasara el 3 por ciento del producto. Grecia estaba muy por encima de esas pautas, pero pudo zafar gracias a los dibujos y Swaps (pases de monedas y virtuales créditos) de los ejecutivos que atendían en las dos ventanillas (Goldman y el Banco Central Europeo). Draghi fue designado en noviembre de 2011 titular del BCE.
Como se pudo ver a partir de octubre de 2010, esa acción delictiva de los bancos internacionales, más los malos gobiernos de socialdemócratas y liberales (Papandreu y Papademos, respectivamente), sobre el pueblo heleno terminó cayendo un ajuste brutal. Hubo ajuste, pobreza, desempleo, recesión, privatizaciones, congelamiento salarial y previsional, mayores impuestos, etc. Toda esa desgracia fulminó al país del Partenón, por ahora en dos etapas. Ya vendrá una tercera, si la resistencia de los sindicatos no logra frenar la ofensiva neoliberal de Papademos y sus socios mayores del BCE y Alemania.
Varios ejecutivos de Goldman pasaron a desempeñar altos cargos políticos, caso Mario Monti como jefe de gobierno de Italia luego de la caída de Silvio Berlusconi. Una medida supuestamente positiva, de blanquear los ingresos de sus ministros, abrió muchas dudas sobre tal enriquecimiento.
Por ejemplo, la ministra de Justicia, Paola Severino admitió que en 2010 había ganado 10 millones de euros. Su colega de Desarrollo Económico, Corrado Passera, declaró réditos por 3.5 millones de euros en el mismo período. Y así de seguido el resto del gabinete.
Como el análisis se detuvo aquí por un momento en Italia, y sin pretender acusar a esos ministros de mafiosos, llama la atención que para muchos analistas la mafia en ese país y en el mundo no se limita a los negocios sucios de la Cosa Nostra u otros grupos clásicos delictivos.
Una entrevista de Elena Llorente desde Roma, publicada en Página/12 (24/2), pone estos conceptos en boca del diputado Leloca Orlando, dos veces alcalde de Palermo (Sicilia): “hay que ver las mafias como empresas multinacionales cuya principal preocupación son las financias y la coalición con el empresariado. La criminalidad organizada tiene miles de millones de euros y de dólares para lavar provenientes de las actividades ilegales más diversas y por eso sus ojos miran hacia la actividad bancaria y financiera”.
El entrevistado criticó la falta casi absoluta de controles: “las reglas no existen. Hasta ahora poco y nada se ha concretado”. Su conclusión fue que Europa puede convertirse en un gigantesco lavadero de dinero sucio del mundo.
Los yanquis, los peores
No es cuestión de cargar las tintas contra los italianos o los griegos, al fin de cuentas Goldman Sachs es tan norteamericano como Wall Street. Lehman Brothers también lo era y su caída provocó el inicio oficial de la crisis mundial, que ha tenido tantos quebrantos y sufrimientos para millones de personas (sólo en Estados Unidos se duplicó la tasa de desempleo, fenómeno extendido en otras naciones como España, Grecia, Portugal, Italia, etc).
El 6 de marzo pasado se supo que el Lehman Brothers había salido oficialmente del capítulo 11 de la Ley de Quiebras, con la designación de un Consejo de Administración que comenzará a pagar una mínima parte de las deudas. Tiene 18.000 millones de dólares en efectivo, pero deberá pagar 65.000 millones a sus acreedores y el total de lo reclamado son 370.000 millones. ¿Cómo podrá hacerlo si los números son tan desfavorables? Los banqueros del nuevo Consejo buscarán una fórmula mágica. Pueden inspirarse en el empresario argentino Enrique Pescarmona, que justificando sus operaciones redituables en la Argentina menemista, pontificó: “hacer negocios con plata es fácil, hay que saber hacer negocios sin plata”.
Los bancos norteamericanos son los mayores responsables de la crisis, pero no sólo por el daño provocado por sus negocios propios de la valorización financiera, el negocio de hipotecas inseguras y la venta de derivativos, los negociados ya citados de Goldman Sachs, etc.
Hay algo mucho peor. EE UU estafa al mundo con la emisión de miles de millones de dólares en billetes que no tienen ningún respaldo y que sirven para comprar bonos del Tesoro pero también para lavar dinero sucio incluso de origen criminal.
El portal ruso tpp.inform.ru sostuvo el 11 de marzo último (“La gran estafa”) que “la Reserva Federal (Fed) recurre a prácticas ilegales de impresión de dinero y trasferencias de bonos falsificados, lo que evidencia que la mafia financiera internacional nunca cesa de manipular las monedas mundiales para conseguir sus objetivos geopolíticos”. Esas transacciones financieras fraudulentas, afirma el citado portal, están dirigidas a cambiar radicalmente el orden mundial y a preservar una posición dominante de las empresas transnacionales.
En general los códigos de conducta de los banqueros son muy similares en todo el mundo capitalista. En Argentina fugaron antes del corralito 16.000 millones de dólares, gracias a la información privilegiada del cavallo-menemismo (Clarín 11/06/2002). Entre los involucrados estuvieron muchas entidades privadas de primera línea. Por aquellos años los delitos imputados a los hermanos Rohm frustraron la privatización ya decidida por el gobernador José M. de la Sota para el Banco de la Provincia de Córdoba. En febrero pasado una investigación judicial se ocupó del Banco BNP Paribas, cuya sucursal argentina habría transferido fondos al exterior omitiendo el reporte.
En fin, que con tantos desfalcos, uno comprueba la genialidad del dramaturgo y poeta marxista Bertolt Brecht, quien se preguntaba: “¿Qué delito es robar un banco, en comparación con fundarlo?”
Por Emilio Marín
El Ciudadano