Moyenei Valdés es recordada en Chile como una de las voces de Mamma Soul, y Roco Pachukote como vocalista de una de las bandas de rock más exitosas de México: Maldita Vecindad. En 2007, unieron sus vidas y caminos musicales, dando forma a una fiesta mestiza que transmite un mensaje de cambio social y activismo.
El 9 de noviembre pasado, Roco Pachukote debutaba en Chile acompañado de Goy Karamelo (uno de los fundadores de ese episodio del rock argentino llamado Karamelo Santo). Pero no era un concierto, sino un conversatorio, en Balmaceda 1215, sobre producción y autogestión musical en México y Argentina, que, a la larga, giró en torno al momento que la música latinoamericana atraviesa de mano de las nuevas tecnologías y del rol social y político de los creadores.
No podría haber sido una mejor instancia, considerando que para él su trabajo creativo nunca ha estado separado del activismo por las causas de su país, comunes, también, al sur del Río Grande.
A mediados de los ’80, el rock mexicano estaba dormido. Maldita Vecindad fue una de las bandas que vino a romper el letargo en el enorme país del norte, con su mezcla de ritmos tradicionales, rock y ska, logrando un inusitado éxito masivo.
“Nuestra generación abrió un espacio. Muchos lo rechazaron, pero nosotros nos tomamos los medios masivos, porque son nuestros, y tienen una función que no están cumpliendo: Informar lo que sucede y mostrar la cultura del pueblo”, explica Roco al lado de su compañera chilena, en relación al éxito y papel que jugó su banda por 25 años.
EL BENDITO AZAR
Las vidas de Roco y Moyenei Valdés se unieron por esas casualidades que, a la larga, parecen inevitables.
Ella llegó por defecto a México en 2006, tras no poder ingresar a Estados Unidos por asuntos de visa. Arrastraba nuevos planes luego del auge y caída de Mamma Soul, que en otros tiempos de la industria, vendió disco de oro, fue nominado al Grammy latino y tocó en estelares y matinales televisivos.
Tras un primer breve encuentro con la escena local, realizó una gira de un año, logrando una buena acogida de la receptiva ‘movida urbana’ azteca. En 2007, conoció a Roco, cuando llegó a trabajar con el Colectivo de Jóvenes en Resistencia Alternativa.
“Nos conocimos como activistas. Todos me decían que teníamos mucho en común, pero yo encontraba que veníamos de mundos muy distintos. Finalmente, fue una casualidad. Y aquí estamos”, comenta riendo en la cocina de un centro cultural en Recoleta.
Su trabajo musical coincidió con su noviazgo y, a pesar de las diferencias estilísticas, su actual proyecto Sonidero Mestizo, “se atreve a explorar en lo más profundo de nuestras raíces y a mezclarlas sin prejuicios ni pudor”, dice.
El resultado, según ellos mismos, es funk-montuno, cumbia-reggae, ska-mambo, spoken-dub, world-hip-hop. Es decir, una mezcla urbana, caliente, y combativa, fruto inexorable de los tiempos.
“Nuestro trabajo confluyó en una fusión musical y de la palabra, como la verdadera historia, la historia viva de nuestros pueblos, contada mediante el arte, no por la historia oficial”, detalla Roco, quien demuestra su experticia en las relaciones cruzadas entre Chile y México, citando el viaje de Mistral luego de la Revolución y a Siquieiros pintando murallas en Chillán.
FIN DE LA LARGA NOCHE
Desde que emprendieron el viaje, buscaron hacer “un puente creativo, espiritual y musical entre nuestras culturas”. Primero lo hicieron en México, luego en otros lados de Latinoamérica. Hoy tienen un espacio creativo en casa (Atlaxinolli), donde diseñan proyectos sociales y reciben a otros artistas.
Así trabajan y han trabajado con comunidades campesinas, en las zonas autónomas zapatistas, con el movimiento campesino e indígena popular de Oaxaca (Asamblea Popular de los Pueblos), y ahora con el pueblo huichol, en defensa de su territorio sagrado contra la gran minería, haciendo expediciones, talleres y organizando enormes festivales de rock junto a otras bandas comprometidas en la defensa de la cultura tradicional y de los trabajadores.
Roco fecha el ’92 como un punto de inflexión: “Para los 500 años de América, la tradición mítica de los indígenas mexicanos hablaba del ‘fin de la larga noche’. Por primera vez se cuestionó el ‘descubrimiento de América’ y hubo protestas en toda América y España. Había que volver a contar esa historia”.
Con el levantamiento zapatista en 1994, todo fue más claro: “Toda la sociedad mexicana fue convocada; artistas, intelectuales, porque la palabra zapatista era totalmente incluyente”, explica.
“La cultura, el arte, es la manera más poderosa que hemos encontrado para transformarnos a nosotros mismos y luego a la sociedad (…) la conciencia cultural desmorona el control del sistema, surgen medios libres, conciertos, producción independiente, foros autogestivos… Ese es nuestro camino”, explican.
Respecto a su relación con el mainstream, Moyenei aclara que tocan en festivales de multinacionales por trabajo. “No nos podemos restar al mercado, porque nos paga por lo que hacemos. Pero yo no me pondría tetas ni cantaría canciones de amor para que me compraran”, afirma.
“Es un logro que bandas como nosotros tengamos acceso a esos festivales y podamos dar nuestro mensaje. El trabajo de las bandas comerciales es muy distinto. Maná habla de ellos, nosotros hablamos de arte urbano, de los problemas de los indígenas. Por eso la gente nos respeta”, continúa el ex vocalista de Maldita Vecindad.
“Lo único que podemos es ser verdaderos. No seré la mejor militante, la mejor madre, la mejor cantante, no soy un estereotipo ni soy perfecta, pero sí verdadera”, dice ella, madre de tres hijos.
Respecto a la situación en Chile, Moyenei piensa que “hemos perdido mucho tiempo en criticarnos, en tener miedo más que en actuar. Ahora se dan situaciones muy bonitas, donde la gente se da la mano y se une, en vez de sacar la lista de las cosas en contra del otro”, señala.
Al día siguiente de Balmaceda, Roco fue invitado a un taller para jóvenes presos en la cárcel de Puente Alto, dada su experiencia en eso. A petición de los talleristas (Rock Diaguita), inició la sesión con una ceremonia a la mexicana. Con su caracol, saludó a los cuatro rumbos y a las siete direcciones.
“En México, en 40 minutos, apenas les sacas una sonrisa a los jóvenes presos; pero acá están muy sanos, todavía sus ojos brillan, están aprendiendo. Eso me dio mucha esperanza”, concluye.
Por Cristóbal Cornejo G.
Onda Corta, suplemento arte & cultura
El Ciudadano Nº115, primera quincena diciembre 2011
Fotografía de www.chilango.com