Luego de la década de 1950 con el incremento de los movimientos populares, a nivel de América, Estados Unidos desarrolla una política injerencista en el continente, en el cual Venezuela destacaba, por la lucha de clase que se pone en juego por un país más igualitario, donde el pueblo de a pie, tuviera acceso a los servicios, a los alimentos, a la educación, en sí, a una vida más justa en que el todos se beneficiaran de las riquezas de una nación petrolera.
Posada Carriles es enviado a la nación caribeña para eliminar a los líderes de la izquierda que se manifestaran contra el modelo neoliberal (democracia representativa). Durante su labor como jefe de la división general de seguridad de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (DISIP), hubo personas asesinadas, desaparecidas y torturadas, las hermanas Esquivel son la viva voz de la violación de los derechos humanos por parte de este agente de seguridad en la década de los años 70.
En la autobiografía realizada por este oficial, destaca que “nuestros amigos norteamericanos nos entrenaron y adiestraron”. Marlene y Brenda Esquivel víctimas de la tortura de Posada Carriles, lo conocían como Comisario Vasilio, ellas descubren su verdadera identidad luego de la voladura del avión de Cubana de Aviación el 6 de octubre de 1976, donde viajaba la delegación juvenil de esgrima de la Isla, en el que fallecieron 73 pasajeros.
Las hermanas describen que durante su detención en los 70 las llevaron a una comisaría. Marlene, con una bebé de apenas 24 días de nacidas, frente a un hombre con una altura aproximada de 1.90 metros y de manos grandes, éste tomaba a la infante y le tapaba la nariz con la intensión de asfixiarla. También, daba la orden a sus esbirros de quemar la pierna de la niña con cigarrillo, ya que Marlene no delataba a los compañeros revolucionarios.
Por otra parte, a Brenda la metieron en un calabozo con delincuentes comunes y así arranca una serie de torturas. Para el momento de su detención se encontraba con un embarazo de 8 meses de gestación. Un funcionario pone en alerta a Carriles y éste expresa “mata a esa semilla antes de nacer porque va a ser un comunista”. Esta mujer luchadora, perdió a su bebé en las torturas, y permaneció 17 días con el feto muerto en sus entrañas, estuvo muriéndose, en estado de fetidez. Ella, considera que quedó viva para dar este testimonió, pues es un milagro estar con vida.
Estas hermanas siempre estuvieron claras en que era difícil la extradición de Carriles a Venezuela,- país del que se escapó del presidio por la voladura del avión de Cubana de Aviación-, para cumplir condena por los delitos cometidos contra los ciudadanos de este país caribeno, ya que era un protegido de los Estados Unidos.
Historias como esta son comunes en el desarrollo de la vida de Posada Carriles, elemento nefasto de la historia latinoamericana, quien especialmente en Venezuela tuvo sus mayores turturas, entre 1967 en el gobierno de Raúl Leoni y 1974 en el de Rafael Caldera, ocupará altos cargos dentro de la inteligencia del Estado y actuará a sus anchas con total impunidad, eliminando personas que, a su entender, el solo hecho de ser comunista, los hacía elegibles para la tortura y la muerte segura.
Al final, tuvo una muerte si se quiere feliz, cobijado por el gobierno de los EE.UU. para el que siempre trabajo como elemento de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y terminó sus días de miseria histórica, en una vejez plena para luego fallecer de causas naturales. Tipo de suerte que no le permitió a los centenares de seres que murieron bajo su mano o bajo sus órdenes.