A fin de ser no tildado de machista, aclaro que en este escrito el término hombre es utilizado de manera genérica (hombre-mujer) como se hacía en la antigüedad.
En El Leviatán Hobbes rezaba que todos los hombres eran iguales por naturaleza, en cuanto a sus facultades mentales y corporales. Pero estas igualdades tenían un sentido contraproducente, pues a su vez también eran las generadoras de la desconfianza, lo cual los encaminaba inexorablemente a un estado de guerra, ya que al generarse tal desconfianza el hombre trataba de ser cauto, anticipándose y dominando a los demás. Así mismo, este estado de guerra se produce por tres motivos: Competencia por bienes materiales, inseguridad o desconfianza hacia los otros y vanidad y/u orgullo. En definitiva, el hombre busca el satisfacer sus necesidades a través de bienes materiales, desconfía de los otros, por lo mismo se anticipa a estos defendiéndose o atacando según como se le vea, y además, busca siempre el sentirse superior a los demás. Dentro de todo esto se enmarca el derecho natural a la libertad, y es aquí donde ese derecho se traduce en que el hombre puede usar su poder según su conveniencia en pos a la autopreservación.
Pero todos estos elementos que llevan al hombre a la enemistad -y teniendo en consideración el profundo miedo a la muerte-, son los que hacen también que el hombre busque la paz, por lo mismo, la única manera de conseguirla es mediante un pacto o contrato, en donde los individuos deleguen sus derechos a una persona soberana, lo cual permite el establecimiento de un poder fuerte que está por encima de todos, pero que todos a su vez reconocen.
Me permito citar latamente a Hobbes:
«La única vía para construir ese poder común, apto para la defensa contra la invasión extranjera y las ofensas ajenas, garantía de que por su propia acción y por los frutos de la tierra los hombres puedan alimentarse y satisfacerse, es dotar de todo el poder y la fuerza a un hombre o asamblea de hombres, quienes, por mayoría de votos, estén capacitados para someter sus voluntades a una sola voluntad. Ello significa: elegir un hombre o asamblea que lo represente, que todos consideren como propios y donde puedan reconocerse a sí mismos como autores de lo que haga o planee aquel que representa su persona, en todo lo que respecta a la paz y la seguridad colectivas; que, por otra parte, sujeten sus voluntades a la voluntad de aquél, y sus juicios a su juicio. Esto implica más que la mera aprobación o acuerdo; es una unidad concreta de todo en una sola persona, instituida mediante un pacto de cada individuo con los demás, tal como si cada uno dijera a todos: autorizo y transmito a este hombre o asamblea de hombres el derecho que me asiste de gobernarme a mí mismo, a condición de que vosotros transmitáis también a él igual derecho y autoricéis sus actos de igual forma. Hecho lo cual, la multitud así reunida en una sola persona se convierte en Estado, en latín civitas. Este es el origen del gran Leviatán o (designándolo con más reverencia) el dios mortal al que debemos, bajo el Dios inmortal, la paz y la defensa. Esta autoridad, transferida por cada hombre al Estado, tiene y emplea poder y fuerza tales que por el temor que suscita es capaz de conformar todas las voluntades para la paz, en su propio país, y para la ayuda mutua contra los enemigos, en el extranjero. En esto radica la esencia del Estado, que puede definirse como sigue: persona resultante de los actos de una gran multitud que, por pactos mutuos, la instituyó con el fin de que esté en condiciones de emplear la fuerza y los medios de todos, cuando y como lo repute oportuno, para asegurar la paz y la defensa comunes. El titular de esta persona se denomine soberano y su poder es soberano; cada uno de los que lo rodean es su súbdito».
Este es en mi opinión uno de los principales pactos societarios, en el cual coloquialmente hablando, los hombres a través del razonamiento dijeron “para qué nos vamos a matar los unos a los otros, si podemos convivir, es ilógico o mejor dicho poco razonable que nos estemos devorando entre nosotros mismos por el miedo a la muerte si la muerte la encontramos en esta misma lucha contra dicho miedo”. Es así como también se comienza a dejar atrás esa concepción del hombre como un ser malvado para si mismo, el homo homini lupus (hombre lobo del hombre) y se remplaza por una visión más optimista y alentadora como es la visión del filósofo romano Senéca «el hombre es algo sagrado para el hombre«.
Muchos años después, el sociólogo francés Émile Durkheim acusaba como punto de preocupación el cómo las grandes estructuras sociales o la sociedad era un elemento de influencia en los pensamientos y acciones de los individuos.
El núcleo de la sociología durkheimiana lo encontramos en el uso del concepto “hecho social”, entendido como las estructuras sociales, así como las normas y valores culturales que son externos y coercitivos para los actores, son externos y coercitivos porque no son propios del individuo y se le imponen a la fuerza, es decir, cuando nacemos somos seres a culturales y anómicos, pero es la razón misma de nacer en una sociedad donde existen normas, reglas, leyes, etc. Lo cual hace que a través de lo que muchos psicólogos llaman socialización primaria, nos incertemos en la sociedad adquiriendo y aceptando todas estas leyes, normas, formas de comportarse, etc. Para entender la razón por la que Durkheim desarrolló el concepto de hecho social y su significado necesitamos examinar al menos algunos aspectos del contexto intelectual en el que vivió.
Durkheim hacía la distinción entre dos grupos de hechos sociales: los hechos sociales materiales y los inmateriales o no materiales. Los hechos sociales materiales, son los más visibles porque son entidades reales y materiales, aunque como decía Durkheim “a veces el hecho social se materializa y llega a convertirse en un elemento del mundo exterior”, la aquitectura sería un ejemplo de esto. Pero el hecho social que tiene más relevancia para Durkheim, son los hechos sociales inmateriales. Los hechos sociales inmateriales corresponden a lo que hoy llamamos normas y valores de la sociedad, o de forma extensa, la cultura.
La lógica de la teoría durkhieminana la podemos encontrar en uno de sus principales textos “La división social del trabajo”. Aquí, Durkheim concibe dos tipos de sociedad: la primera y más primitiva a su entender corresponde a la sociedad con solidaridad mecánica, que se caracteriza por una estructura social laxa y con poca o ninguna división en el trabajo; por el contrario, el otro tipo de sociedad corresponde a las sociedades con solidaridad orgánica, estas son más modernas y presentan una división del trabajo mayor y más refinada. La división del trabajo es un hecho social material que indica hasta qué punto se han especializado las tareas y responsabilidades.
Los cambios en la división del trabajo han sido fundamentales en la estructura de la sociedad, de modo que una sociedad caracterizada por la solidaridad mecánica se mantiene cohesionada porque sus individuos tienen conocimientos similares, mientras que una sociedad en la que prima la solidaridad orgánica se mantiene unida porque los individuos tienen distintas tareas y conocimientos, creándose una red de interdependencias, por ello la sociedad moderna se mantiene unida por la especialización de las personas y la necesidad de servirse unos con otros. En esta manera de diferenciar dos tipos de sociedades, Durkheim también diferencia al derecho dentro de una sociedad y otra. Una sociedad mecánica se caracteriza por un derecho represivo, cualquier ataque a su sistema de valores compartido es algo de gran importancia para la mayoría de los individuos, por lo que el transgresor suele ser castigado muy severamente si se considera su acción una ofensa contra el sistema moral colectivo. Por el contrario, una sociedad de solidaridad orgánica se caracteriza por el derecho restitutivo – a los individuos se les pide que cumplan con la ley o que restituyan a aquellos que resulten perjudicados por sus acciones. En este tipo de sociedades la gente no suele reaccionar emocionalmente ante el incumplimiento de las leyes.
Mientras que en el primer tipo de sociedad la administración de la justicia corre a cargo de las masas, en el segundo tipo la administración del derecho restitutivo corre a cargo de especialistas, lo que concuerda con la especialización característica de la división del trabajo.
Si bien todas las sociedades de alguna siempre han estado ligadas a leyes, normas, pactos de convivencia, etc., no es menos cierto que la saturación de normas y leyes pueden llevar al hombre al colapso, pues es difícil llegar a un punto donde se equilibren la libertad de actuar o pensar frente a pasar a llevar la libertad de otros, el principio que todos entendemos como regulador de la libertad es el de “mi libertad llega hasta donde pasa a llevar la libertad de los demás”, aunque yo adhiero más a lo infinito de la libertad, las libertades no se restringen sino que se extienden unas con otras. Esto mismo es lo que hace que me pregunte, a propósito de los nuevos proyectos de ley, como por ejemplo la ley antidiscriminación –tan mal estamos como sociedad que tenemos que crear leyes para resguardar aspectos tan básicos como el respeto mutuo-, no creo que una ley antidiscriminación termine con la misma, acá existe una responsabilidad de todos nosotros como sociedad, el ser reproductores de actos, pensamientos, conductas hacia quienes serán nuestros herederos, herederos a los cuales le estamos dejando lo peor de nosotros, aspectos de los cuales en las sociedades más primitivas se sentirían avergonzados, la discriminación, el odio a lo mal llamado diferente, lo que Honneth denominaría la falta de reconocimiento, reconocer al otro como un similar, sujeto de los mismos derechos y deberes, de los mismas virtudes y defectos, aunque ojo, esto de la discriminación corre para ambos bandos, el racismo no solamente es el odio de los blancos hacia los negros, de los heterosexuales hacia los homosexuales, la discrminación y muchas otras falencias son aspectos de los cuales nos tenemos que hacer responsables como sociedad, pues finalmente la única ley que necesitamos como sociedad es saber, entender y comprender que no necesitamos de leyes que nos enseñen a ser lo que por condición somos, seres humanos.
Juan Ignacio Villalobos Gaete
Licenciado en Sociología