El 28 de junio de 1999 el Comandante Fidel Castro realizó una desafiante intervención sobre lo que entonces era «el nuevo concepto estratégico de la OTAN».
Al hablar en la primera sesión de trabajo de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de América Latina y el Caribe-Unión Europea, en Río de Janeiro, Brasil, Fidel pidió se aclarara a propósito de la alianza militar europeo-norteamericana, «si los países de América Latina y el Caribe están o no comprendidos dentro de la periferia euroatlántica definida por la OTAN» y sus palabras fueron seguidas por aplausos pero nadie las respondió… excepto el tiempo.
La entrada en la OTAN de Colombia, recién anunciada por el Presidente Juan Manuel Santos en vísperas de unas elecciones en ese país en las que no está postulado, y sin que medie referéndum o decisión legislativa alguna, además de revelar la baja intensidad de la democracia colombiana demuestra una vez más el contraste entre el carácter visionario de Fidel y la mediocridad de buena parte de sus pares latinoamericanos de aquel entonces, muchos de los cuales han sido procesados por corrupción o se encuentran prófugos de la justicia, mientras quienes desde el Norte los usaron a su servicio les dan la espalda.
Un caso ejemplar, es el del ex Presidente panameño Ricardo Martinelli, quien atrapado en un proceso judicial por sus delitos en el ejercicio del gobierno reveló sus servicios a la CIA en relación con Cuba y Colombia: «Cuando la CIA (Central de Inteligencia estadounidense) pidió que yo detuviera un barco norcoreano proveniente de Cuba que cruzaba el Canal de Panamá, no pestañeé» y “cuando las negociaciones con las FARC comenzaron en Cuba, nosotros apoyamos los intereses estadounidenses”. Aunque Martinelli no da detalles sobre cuáles era esos «intereses estadounidenses», vale recordar que, además de la Isla caribeña, el otro mediador en las conversaciones de La Habana era el gobierno del Primer Ministro noruego Jens Stoltenberg, ¿casualmente? actual Secretario General de la OTAN, cuya embajada en la capital cubana financió varios eventos relacionados con la estrategia obamista de smart power hacia Cuba. Más interesante aún es que un consistente opositor del proceso de paz colombiano, Álvaro Uribe, publicara una carta de apoyo a Martinelli, dirigida por Uribe al juez estadounidense que lleva el caso contra el político panameño, donde lo califica como un defensor de «los valores democráticos» frente al «castrochavismo».
El testimonio del expresidente colombiano Andrés Pastrana en su libro La palabra bajo fuego, donde cuenta su visita a EE.UU. inmediatamente después de tomar posesión George W. Bush, cuando fue el cuarto jefe de Estado en reunirse con el nuevo presidente, sólo precedido por los de México, Canadá y el Reino Unido, prueba la importancia que tiene ese país para Washington:
“La primera impresión que me llevé de los denominados ‘Halcones’ (Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz) fue la de que tenían una postura más escéptica que sus antecesores frente a la opción de buscar una paz negociada con las FARC y el ELN, y que eran partidarios, en cambio, de adelantar más acciones militares contra la guerrilla. No les preocupaba tanto el tema de la droga como el riesgo que significaban estas organizaciones terroristas para la sociedad colombiana y para la defensa de la democracia. Por supuesto, esta es una posición que habría de enfatizarse mucho más después del trágico 11 de septiembre de 2001″.
Agrega Pastrana que ya envueltos en la “guerra global contra el terrorismo”, “los Estados Unidos rompieron la fila de entrega de helicópteros, entregando primero los que estaban comprometidos con el Plan Colombia que los que ellos mismos necesitaban para su operación en Afganistán contra el régimen talibán”.
Al decidir entrar en la OTAN el Presidente de Colombia rompe con la Declaración de América Latina y el Caribe como Zona de Paz que él mismo suscribiera en La Habana en enero de 2014 junto a todos los jefes de estado o gobierno de la región.
Ahora con las FARC fuera de las armas y la otra organización guerrillera colombiana, el ELN, en negociaciones de paz con el gobierno qué sentido tiene seguir reforzando a los militares colombianos si no es para facilitar a EE.UU. y sus aliados la amenaza y la acción militar en Latinoamérica y el Caribe. Especialmente cuando todas las vías son utilizadas para desestabilizar a Venezuela, que como otros espacios intervenidos por la OTAN posee importantes reservas de hidrocarburos.
«¿A dónde nos conduciría la nueva e insostenible doctrina de la OTAN?», se preguntaba Fidel en 1999, y ya el tiempo está respondiendo.
(*) Publicado por Al Mayadeen y La pupila insomne.