Un pequeño estudio europeo se suma al creciente cuerpo de evidencia de que la estructura del cerebro y los patrones de actividad en adolescentes transgénero se asemejan más a los típicos de su género deseado que del género asignado al nacer.
«Aunque se necesita más investigación, ahora tenemos evidencia de que la diferenciación sexual del cerebro es diferente en personas jóvenes con disforia de género», dijo la autora principal, la Dra. Julie Bakker, sobre los hallazgos de su equipo, que se presentaron el 23 de mayo en la reunión anual de la Sociedad Europea de Endocrinología en Barcelona.
Bakker dijo que ahora los expertos estarán mejor equipados para apoyar a estos jóvenes, «en lugar de simplemente enviarlos a un psiquiatra y esperar que su angustia desaparezca espontáneamente».
Después de décadas de investigación sobre factores genéticos y epigenéticos, en la mayoría de las naciones occidentales los profesionales médicos y expertos en salud mental han adoptado la teoría principal de que la orientación sexual y la identidad de género se originan en el cerebro durante el desarrollo fetal.
Estos avances son particularmente relevantes para las personas transgénero: una identificación con el sexo opuesto al asignado en el momento del nacimiento. La disforia de género (DG) solía considerarse un desorden psiquiátrico y, hasta que la comunidad científica general aceptó el hecho de que la identidad de género es innata, las personas transgénero experimentaban ansiedad y angustia desde muy temprana edad por no sentirse identificadas con su cuerpo.
Ahora, ser transgénero se ve como una condición que requiere atención y validación, para evitar graves repercusiones psicológicas durante la vida. Dados los desafíos emocionales de crecer transgénero, más la necesidad de terapia hormonal para retrasar la pubertad o desarrollar las características físicas de un género deseado, los expertos coinciden en que el diagnóstico temprano de transgénero es crucial para estas personas, para darles dignidad y un mejor comienzo en la vida.
Con la esperanza de encontrar una herramienta de diagnóstico eficiente para ese fin, Bakker y sus colegas recurrieron a la imagen por resonancia magnética (IRM) en tiempo real, que permite a los investigadores medir el tamaño de las regiones cerebrales y observar cómo se activan en respuesta a los estímulos.
Su investigación incluyó ocho grupos con 20 sujetos cada uno: niños prepúberes cisgénero, niñas prebúberes cisgénero, adolescentes hombres DG, adolescentes mujeres DG, adolescentes hombres cisgénero, adolescentes mujeres cisgénero, niños y niñas DG, y hombres y mujeres DG. Los sujetos fueron sometidos a IRM mientras tenían un tubo nasal que administraba una feromona masculina llamada androstadienona, conocida por provocar una mayor activación del hipotálamo en mujeres cisgénero que en hombres cisgénero. A los grupos de control se les aplicó solo aire puro.
«Hallamos que las respuestas hipotalámicas, tanto de las adolescentes como de los niños con DG, eran más similares a las de su sexo experimentado que del sexo asignado al nacer, lo que respalda la hipótesis de una diferenciación sexual atípica del cerebro en estos individuos», escribieron los autores.
Un análisis posterior de diferentes áreas cerebrales confirmó que los volúmenes de materia gris de niñas y niños DG, infantes y prepúberes, se asemejan a los de su sexo deseado. Curiosamente, el equipo también descubrió que las adolescentes DG tienen una conectividad neural atípica en estado de reposo en su red de procesamiento visual, lo que sugiere que las personas con DG han alterado la señalización en las vías cerebrales que median la percepción del yo y del cuerpo.
Fuente: IFLScience