Las dos almas del Socialismo

El justificado rechazo popular al modelo “socialista” que existió en la URSS y Europa oriental y a las versiones del mismo en China, Vietnam, Korea del Norte y Cuba, es una causa y reflejo del desprestigio que han sufrido las ideas del socialismo como tal

Las dos almas del Socialismo

Autor: Wari

El justificado rechazo popular al modelo “socialista” que existió en la URSS y Europa oriental y a las versiones del mismo en China, Vietnam, Korea del Norte y Cuba, es una causa y reflejo del desprestigio que han sufrido las ideas del socialismo como tal.

Como parte de esa desvalorización, el socialismo se confundió con el Estado todopoderoso, como si éste fuera una entidad neutral al servicio del pueblo ignorando que, a fin de cuentas, los estados existentes obedecen en sus estructuras más fundamentales a los intereses de la clase gobernante –ya sea el gran capital privado (el famoso 1%) o la cima burocrática de los mal llamados países socialistas que controla a través de su dictadura de partido único al sistema político, la economía y las fuerzas armadas de esos países.

Al mismo tiempo, el término “socialismo” también se ha aplicado a la social democracia, que antes de convertirse al neoliberalismo en las últimas décadas, favorecía la regulación de la economía capitalista y el mantenimiento del “estado de bienestar” (welfare state) en el contexto de una democracia política.

A primera vista parecería que la social democracia y el Comunismo de origen estalinista no se parecen en nada, pero el texto “Las Dos Almas del Socialismo” de Hal Draper (al cual se puede acceder a través del enlace al final de esta introducción) muestra lo mucho que estas ideologías y prácticas políticas tienen en común, lo que justifica clasificarlas como parte de lo que Draper llama “socialismo desde arriba”.

No es por nada que el libro “Partidos Políticos”, un clásico de la sociología política de Robert Michels, quien acuñó el término “la ley de hierro de la oligarquía”, se basó en un análisis de la burocracia del Partido Social Demócrata alemán de principios del siglo XX.

Las burocracias social demócratas siempre han dependido de la desmovilización y burocratización de los movimientos sociales, especialmente los sindicatos obreros.

Estos procesos de burocratización desde arriba ocurren en aras de la conciliación con la clase patronal y la estabilidad económica y política para eliminar el riesgo de tener que confrontar a gente politizada involucrada en movimientos militantes y democráticos.

Esto es para Draper el denominador común de la social democracia y el Comunismo de origen estalinista: ambos son enemigos acérrimos de la autogestión y de la democracia obrera y popular.

“Las Dos Almas del Socialismo” es también un ensayo magistral sobre la historia de las ideas de la democracia y el colectivismo. Remontándose al pasado lejano, Draper traza históricamente la existencia de dos tradiciones paralelas: una de tipo colectivista nada democrática, como fue el caso de Platón y Pitagoras, y mucho más tarde de Tomás Moro, todos ellos antecesores del socialismo desde arriba; y la otra tradición asociada con movimientos populares democráticos no colectivistas, como Catilina y los hermanos Graco.

Es con Tomás Munzer, el líder del ala izquierda revolucionaria de la Reforma religiosa alemana, que surge el lazo entre un movimiento social de tipo colectivista con una profunda lucha democrática, lo que sienta la base del socialismo desde abajo.

Draper señala que esta fusión de las ideas colectivistas y democráticas culmina con Carlos Marx, quien inicia ese proceso con su primer artículo donde polemiza a favor de la libertad de prensa absoluta y la eliminación de toda censura gubernamental.

Para Draper, lo que distingue a Marx es que es el primer pensador socialista influyente que llega al socialismo a través de la lucha por la democracia política.

Es esa preocupación con la relación entre la democracia y el colectivismo que lleva a Marx a criticar, por ejemplo, al líder social demócrata alemán Ferdinando Lassalle por su idolatría del Estado, y al francés Saint Simon, uno de los verdaderos antecesores del estalinismo, por su obsesión con la industrialización, modernización y planeamiento desde arriba sin preocuparse por ningún aspecto relacionado con la democracia.

Paradójicamente, fueron esas ideas que Marx criticaba en sus contrincantes de izquierda que acabaron por atribuírsele a él mismo. El texto de Draper pone esa paradoja en relieve.

—–

Una nota personal: Hal Draper fue mi mentor político, especialmente durante los agitados años de los sesentas en la Universidad de California de Berkeley, cuando yo era estudiante de posgrado en Sociología. Draper, quien trabajaba como bibliotecario de la Universidad, fue el principal guía ideológico del “Free Speech Movement” en el otoño del 1964 lidereado por Mario Savio. En los setentas, Draper se consagró como historiador y teórico marxista con la publicación de los varios volúmenes de su “Karl Marx’s Theory of Revolution” y otros libros que trataron temas tan importantes como los mitos y distorsiones sobre el concepto de la “Dictadura del Proletariado” en el pensamiento de Marx y Engels.

Por Samuel Farber*

Abril 2, 2012

(*) Samuel Farber nació y se crió en Cuba y es el autor de varios libros y artículos sobre la Revolución Cubana incluyendo su más reciente “Cuba Since the Revolution of 1959. A Critical Assessment” (Haymarket Books, 2011).

Lea: Las Dos Almas del Socialismo

Publicado en Havana Times

Texto -de origen externo- incorporado a este medio por (no es el autor):


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano