Al menos cinco personas murieron y otras cuantas resultaron heridas –algunos de gravedad- luego de un tiroteo registrado este jueves, en la redacción de un periódico de Annapolis, en el estado norteamericano de Maryland. Así lo informaron las fuerzas policiales, que al mismo tiempo confirmaron que el único sospechoso está detenido.
Al respecto, el presidente Donal Trump, ante la abatida, reaccionó de manera parca y escribió en su Twitter: “Mis pensamientos y oraciones están con las víctimas y sus familias”.
¡EE. UU. con el ojo en la mira!
En marzo, otro tiroteo ensombreció una escuela de secundaria de Great Mills, también en Maryland. Este atentado dejó “varios heridos”, según medios de información locales.
La balacera se produjo un mes después de la masacre del instituto Marjory Stoneman Douglas de Parlkand, en Florida (sur), donde 14 personas fallecieron y otras 17 resultaron heridas. Estos sucesos han vuelto a abrir el debate sobre el control de armas en EE. UU.
Trump se hace la vista gorda
Mientras continúan los devastadores hechos violentos en lugares públicos, el presidente Donald Trump, más allá de sonar condescendiente con las familias, asegura que nunca derogará la protección al porte de armas, por considerar que los tiroteos son ejecutados por «trastornados mentales».
Estudios recientes realizados por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) revelan que tan sólo una de cada cuatro personas que participaron activamente en un tiroteo habían sido diagnosticadas previamente con una enfermedad mental, lo que supone apenas el 25 %.
Estos datos contrastan con las declaraciones realizadas por el Mandatario después de cada tiroteo, quien normalmente opta por calificar las actuaciones fatales como un «problema de salud mental» y evita la propuesta de debate sobre el control de armas que afecta al país.