En un país condenado a perder parte de su patrimonio cultural por la fuerza inevitable de su naturaleza telúrica, da tristeza y rabia que la falta de financiamiento y de interés se lleve lo que es parte de nuestra identidad y memoria. Cada cierto tiempo presenciamos el cierre de algún teatro, un antiguo cine, un centro cultural, una iglesia u otro edificio de inestimable valor patrimonial debe ceder paso a un centro comercial o un edificio de oficinas.
Hoy nos enteramos que Valparaíso perderá una tradicional librería declarada patrimonio inmaterial. Un edificio de fachada neoclásica que data de 1851 y que desde 1960 acoge a la librería “Ivens”. El valor de este inmueble no estaba dado sólo por su arquitectura sino por lo que su presencia significaba para la cultura porteña y constituía la puerta de entrada al centro histórico de la ciudad. En su lugar los visitantes y lugareños desde ahora encontrarán una empresa de telefonía móvil. Misma suerte ya corrieron otros espacios de la Plaza Aníbal Pinto como el Café Riquet o la antigua cristalería Jacob. Si una ciudad como Valparaíso, declarada patrimonio de la humanidad, permite esto que queda para el resto del país.
Al mismo tiempo en Montegrande, tierra de Gabriela Mistral, sus ciudadanos se quedaron sin biblioteca. Digno homenaje a la poetisa que expresamente dejó su patrimonio y los recursos que produjeran sus obras a los niños de su pueblo para que estos pudieran disfrutar de la puerta abierta al mundo que un libro significa.
Ciertamente las autoridades tienen responsabilidad en la materia, pero también las empresas que en vez de apoyar atropellan y la comunidad que permite que le arrebaten lo suyo con resignación.
Sin duda, con todo lo demoledor que puede ser un terremoto, nada parece más destructivo que la indolencia de una sociedad que le da la espalda a la cultura y al patrimonio.
Edgardo Bruna
Presidente Unión Nacional de Artistas (UNA)