La destrucción de la Estación Espacial Internacional (EEI) cuando llegue al fin de sus días útiles, es un gran dolor de cabeza para las agencias espaciales, particularmente a la Administración Nacional de la Aeronáutica (NASA).
En noviembre, el habitáculo más grande de la humanidad fuera del planeta, arribará a 20 años de vida útil, y aunque no hay planes de dejarla de usar a corto plazo, los técnicos de la NASA ya comienzan a tener dolores de cabeza con su destino final.
Al día de hoy no hay ningún plan de emergencia para que sea destruida en caso de algún fallo en sus sellos, sistemas o simplemente, la colisión de un meteorito que ponga en riesgo toda la comunidad espacial como los satélites.
El procedimiento normal para la destrucción de capsulas espaciales no útiles, satélites y laboratorios espaciales como el Skylab, es hacer que se precipiten a tierra sobre uno de los océanos y se destruya en el proceso de reingreso a la atmosfera.
Sin embargo, hoy esta posibilidad es bastante remota, puesto que no se han hecho los cálculos de reentrada y que la estación espacial, carece de combustible para entrar en una caída controlada sobre alguna zona segura.
Sin embargo, la agencia reconoce que todavía no posee la capacidad de asegurar un reingreso seguro de la voluminosa estación espacial.
Para evitar que la fecha de obsolescencia los agarre desprevenidos, la NASA comenzó a trabajar en un plan de reingreso que ya se encuentra en revisión por su par ruso, Roscosmos.
El procedimiento de estrellar la estación espacial no es fácil ni barato. Solo en combustible, se estima que el gasto sea más de 950 millones de dólares para poder moverla y llevarla a una trayectoria segura de impacto.
Se planteó que fuese utilizada como hotel espacial a partir de 2025, pero el mantenimiento y la degradación de los materiales con la que fue construida, hacen que esta opción sea la menos viable.
Por los momentos, los científicos esperan que no sea necesario trabajar a toda prisa en un plan de emergencia.