La relación entre los colores y géneros se empezó a usar en el siglo XX cuando muchos guías de moda consideraron que el color azul de tonalidad delicada se apropiaba más a los hombres, mientras el rosa a las mujeres por ser de connotación fuerte y decidido. Aunque no siempre fue así, otros decidieron hacer caso omiso a estas recomendaciones.
En 1927, la revista Time publicó un cuadro sugiriendo los colores más apropiados para los más pequeños del hogar, de acuerdo a las sugerencias de los grandes almacenes de los Estados Unidos. En la propuesta se planteaba que los niños vistieran el rosa y las niñas el azul y a los padres les pareció buena la idea; ya no comprarían un nuevo guardarropa cuando llegase otro bebé. Pero esta realidad cambió años después.
La segunda guerra mundial marcó otra vez la controversia entre la relación de género y colores, cuya razón en los Estados Unidos y sin causa los fabricantes de ropa asumieron que el color azul sería para los niños y el rosa para niñas.
En la década de los sesenta y setenta, los colores con respecto al género se manejaron de manera neutral, pero las pruebas prenatales donde los padres conocían el sexo de sus hijos llevaron a que los diseñadores de ropa a retroceder e identificar al género con los colores y que se encuentra arraigado en este siglo XXI.
Además, la creación de los medios de comunicación y con ello el marketing, cuya estrategia de venta logró convencer a los consumidores que para ser una niña o niño «normal» debían comprarse determinados productos entre ellos, cosméticos o colores de ropa.
El mito de que las mujeres prefieren el color rosa ha quedado desmentido en los diferentes estudios que han realizado científicos, donde se ha evidenciado que la mayoría de personas les gusta más el azul que el rosa, este último es el que menos gusta.
Sin embargo, una realidad a la que no se puede escapar que resulta difícil conocer, es que si los niños están predispuestos a un color u otro, sin tener presente los sesgos de tonalidades aprehendidas por sus padres.
Entre los diversos estudios, la mayor revelación ha sido que los colores determinan nuestro comportamiento en la sociedad, más de lo que pensábamos; un ejemplo de ello es que si a un niño se le viste de color rosa la gente pensará que se inclinará por el mismo sexo.
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