En Chile se impone una cultura autoritaria de abordaje de conflictos

Experto en estudios del conflicto afirma que en América Latina y en Chile en particular se aprecia una cierta falta de trabajo cognitivo de las elites sobre el diseño y establecimiento de mecanismos democráticos que permitan manejar los conflictos, mantener la estabilidad política y construir un tipo de gobernanza que sea capaz de hacerse cargo de las nuevas circunstancias que enfrenta el trabajo de la representación y que por tanto se instale como promotora de la cultura democrática.

En Chile se impone una cultura autoritaria de abordaje de conflictos

Autor: Wari

La huelga de tripulantes de cabina de Latam que duró 16 días y que terminó unilateralmente luego que la asamblea no estuvo dispuesta a aceptar la imposición para extender beneficios a los trabajadores no sindicalizados, se constituyó en el mejor ejemplo de las nuevas características que tendrán las negociaciones colectivas. Lo anterior, producto de un año de entrada en vigor de la nueva reforma laboral que está generando una redefinición en las estrategias de las partes en conflicto.

Por otro lado, el acuerdo alcanzado en la madrugada del 27 de junio entre el ministro de Justicia, Hernán Larraín y la Asociación Nacional de Funcionarios Penitenciarios (Anfup) a horas de iniciarse un paro nacional mostró otra de las características de la cultura de conflictos imperante en el país desde hace muchos años: el negociar directamente con los ministros del ramo y no con los directores de servicio, como pasó con Claudia Bendeck, directora nacional de Gendarmería.

En este escenario conversamos con Rolando Garrido Quiroz, quien actualmente preside INCIDES, Instituto de Innovación Colaborativa y Diálogo Estratégico. El Dr. Garrido desde los años noventa se ha dedicado al estudio de los conflictos y al diseño e implementación de programas y proyectos en el abordaje de procesos de diálogo, negociación, resolución de conflictos y gestión de crisis, tanto en Chile como en algunos países de América Latina y el Caribe.

Ha sido consultor, investigador, analista, profesor y relator, impartiendo cursos, talleres, seminarios y asesorando a instituciones públicas, privadas y sociales, trabajando con universidades, gobiernos, empresas, organizaciones sociales y organismos internacionales, entre varios proyectos, creando centros de prevención y resolución de conflictos, programas en negociación estratégica o en misiones interamericanas como observador en situaciones de crisis política y procesos de diálogo nacional.

-¿Cómo definiría la cultura de conflictos imperante en Chile?

-Directamente proporcional a la falta de participación efectiva en los procesos de resolución de conflictos, es decir, la autoridad define cuáles son los conflictos que hay que resolver y la forma de hacerlo, algo así como ¿ustedes tienen un conflicto? yo lo resuelvo. En este sentido, prima la creencia de ‘resolver algo’, cuando más bien, la autoridad lo que hace es ‘administrar’ conflictos.

Junto con ello, los ‘organizadores del conflicto’, es decir, quienes lo visibilizan, apelan a una autoridad para que lo resuelva. Alguna vez, a este fenómeno cultural lo identificamos como una paradoja de la democracia chilena ¿Por qué se ha extendido por tanto tiempo a casi ya tres décadas del retorno a la democracia? Pienso porque como sociedad seguimos apelando a un padre o a una madre solucionador o solucionadora de nuestros conflictos. En otras épocas a un militar o a un sacerdote.

En síntesis, se impone una cultura autoritaria de abordaje de conflictos, desde la autoridad gubernamental, las direcciones de las empresas y los grupos sociales que así mismo definen qué tomarse, cuándo hacer una toma o paro, hasta cuándo y cómo deponer o insistir en una acción de presión. En ello, la autoridad gubernamental, las gerencias de empresas y los líderes sociales no se diferencian mucho, aunque parezca insólito o inaudito plantearlo de esta forma.

De una manera u otra, en esto existe una creencia implícita en el proceso de toma de decisiones, la idea de que ‘ganar un conflicto’ implica ‘resolverlo’ y eso es no entender la necesidad que tenemos como sociedad para abordar los conflictos en toda su expresión, no desde la lógica del ‘ganador’, sino desde una sana y necesaria disposición para aprender del conflicto, su naturaleza, sus dinámicas y su riqueza implícita, que nos permita encauzar cambios en sociedades autoritarias, en una cultura autoritaria, en una democracia autoritaria, donde las palabras diálogo, participación, negociación, acuerdos, son aderezos, adornos para una comida donde no están todos invitados, para un menú que fue impuesto y, para una digestión que claramente se les va a ‘repetir’ a los comensales.

-¿Por qué se trata de evitar la conflictividad? ¿Por qué no se previene o se trata de encauzarla positivamente?

-En nuestra cultura de tratamiento de conflictos priman básicamente dos conductas deficitarias: o los evitamos, porque nos molestan, no nos gustan los conflictos, asociamos conflicto con algo negativo, tanto así que hablamos de ‘personas conflictivas’ y, con ello, algo indeseable, o bien, los confrontamos porque nos empeñamos en querer ganar los conflictos desde una trinchera, los que están conmigo y los que están en mi contra. En ambas conductas, aprendidas socialmente, dejamos fuera múltiples posibilidades de tratar bien los conflictos.

El maltrato de conflictos es sinónimo de subdesarrollo, es falta de inteligencia, es decir, se abandona o se esquiva la posibilidad de vincular conflictos con paz sostenible, ya que la paz activa, dinámica, en construcción permanente surge, primero, de la validación de conflictos y el reconocimiento de su estado de latencia o estado manifiesto, por tanto, somos capaces de construir condiciones de paz cuando asumimos la existencia de los conflictos y estos son  ‘bien tratados’ en su justa naturaleza, tamaño, dinámica, tipología y proyección.

Los conflictos se pueden encauzar hacia espacios de colaboración entre los actores, toda vez que los actores en un conflicto entienden que, en la incompatibilidad de intereses inicial, se abre un diálogo e inmersos en un proceso dialógico, las partes pueden entender cuáles de esos intereses tienen niveles de afinidad, de compatibilidad o de antagonismo.

Prevenir o anticipar conflictos ya nos pone en una dinámica constructiva de cultura e infraestructura de paz viva o activa. Ya no me asustan los conflictos, no me desagradan, sino que los asumo en su dimensión concreta, como parte de la vida misma, de estar vivos en una diversidad social, con expresiones plurales de cada actor de la sociedad, organizada y por organizar. Conocer y reconocer situaciones conflictivas nos permite producir archivos de conflictividad, diccionarios de la a A la Z sobre conflictos, observatorios, lupas, laboratorios, etc. Luego de identificarlos, diagnosticarlos, podemos tratarlos, encauzarlos, transformarlos en oportunidades de aprendizaje.

-¿Por qué Chile está tan atrasado respecto a otros países en torno a contar con universidades, corporaciones y fundaciones que tengan una base sólida teórica metodológica, que respondan a una epistemología compartida con centros e instituciones que llevan años estudiando el fenómeno de los conflictos para enfrentarlos con acompañamiento científico y tecnológico?

-La investigación para la paz y el estudio de los conflictos tiene larga data y consolidación como campo académico científico inter y transdisciplinario, principalmente en Europa y Norteamérica, sin embargo, en Chile y América Latina en general, su introducción y desarrollo ha tenido un bajo impacto como campo de estudio sistemático interdisciplinario.

En Chile, su inserción en el ámbito académico e institucional público y privado, derivó en un correlato reduccionista, vinculado a la promoción de mecanismos alternativos de administración de conflictos, con primacía de la mediación y el arbitraje como sistemas alternos de resolución de disputas, promoviendo procesos de institucionalización próximos a las necesidades del sistema de justicia y de las relaciones comerciales, laborales y cohesión social, habiendo tenido por efecto, inhibir o debilitar el desarrollo de las bases epistemológicas originarias interdisciplinarias, así como el pertinente diálogo científico, académico e interinstitucional sobre sus avances científicos tecnológicos con la comunidad internacional de mayor consolidación en esta área de estudios.

Existen, por cierto, referentes consolidados en este campo interdisciplinario de desarrollo científico y académico como, por ejemplo, PRIO, Peace Research Institute Oslo en Noruega creado en 1959. Por su parte. a mediados de los años 60 se crea SIPRI, Stockholm International Peace Research Institute y el Department of Peace and Conflict Research de la Universidad de Uppsala a principios de los años 70. En la misma época surge IIASA, International Institute for Applied Systems Analysis en Austria, iniciativa científica impulsada por las máximas autoridades políticas de las superpotencias, EE.UU. y la Unión Soviética. Todos estos institutos, centros y departamentos existen hoy y están plenamente vigentes contribuyendo a los procesos de construcción de paz en el mundo.

Cabe recordar que, en Camp David, Estados Unidos, a fines de los años 70 en pleno conflicto por la península del Sinaí entre Egipto e Israel se prueban las metodologías que en el ámbito de la negociación venían desarrollando expertos de la Universidad de Harvard, que luego se consolidan en el reconocido Programa de Negociación de su Escuela de Leyes en 1983. Así mismo, nace el KROC Institute de la Universidad de Notre Dame a mediados de los años 80 y paralelamente se crea en el País Vasco, España el Centro de Investigación para la Paz Gernika Gogoratuz. La lista de centros, institutos e iniciativas consolidadas y vigentes en distintas zonas del planeta es larga y su contribución ha sido clave, estratégica y, a veces, silenciosa hasta el día de hoy.

En Chile, alguna vez existió la Asociación Chilena de Investigación para la Paz, ACHIP, donde estaban Carlos Portales y Augusto Varas, pero fue una experiencia efímera y discontinuada surgida en dictadura en los años 80, sin embargo, la lógica de los fondos y las modas temáticas de los fondos no lograron consolidar esa valiosa iniciativa. Lo propio ocurrió en su época, aunque de mayor vida con la Comisión Sudamericana de Paz y, en cierto sentido con Serpaj, aunque ninguna de estos esfuerzos logró el nivel de consolidación institucional que alcanzaron programas, centros e institutos en Europa y Norteamérica que hasta el día de hoy continúan en funcionamiento y vigencia.

En América Latina fue creado a mediados de los años 90 el Programa de Resolución de Conflictos de la Pontificia Universidad Javeriana en Colombia, donde, en lo personal, comencé mi proceso formativo en este campo interdisciplinario unos años antes específicamente en Villeta, Colombia, en un programa de la Universidad de las Naciones Unidas, UNU y la Javeriana de Bogotá, liderado por Pedro Valenzuela, quien hoy es miembro del Consejo Consultivo Internacional de INCIDES.

En lo profesional, me tocó dirigir el proceso de diseño e implementación del Ceprec, Centro para el Estudio, Prevención y Resolución de Conflictos de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra en República Dominicana, apenas comenzado el nuevo milenio a partir de habernos adjudicado con mi consultora Necso una licitación internacional para crear el Ceprec, centro que permanece en funciones en este país del Caribe. Proyectos y programas similares desarrollamos en Guatemala y Bolivia abriendo perspectivas tecnológicas y metodológicas en el campo interdisciplinario de los conflictos, las crisis y los procesos de diálogo y negociación, incorporando instrumentales, técnicas y préstamos ancilares del mundo de las artes visuales, la poesía, el aikido y la psicología del deporte entre diversos aportes a este campo con enfoques inter y transdisciplinarios.

Sin embargo, un centro o instituto de características similares a las entidades descritas continúa siendo materia pendiente en Chile, ya que los programas o centros existentes operan en el ámbito restringido de la mediación o el arbitraje tipo mentholatum como paliativo para todo tipo de conflictos, u otras iniciativas amparadas en conceptos de corto alcance como convivencia y cohesión social; con ello quiero decir que sus lentes analíticos e instrumentales de intervención para comprender las violencias, los conflictos y las crisis no son suficientes para abordar la complejidad y dinámicas de estos fenómenos en nuestra sociedad contemporánea.

-Existe en Chile un centro académico que estudia el conflicto, pero realiza un trabajo cuantitativo enfocado principalmente en la sociología y la economía y que habla de cohesión social. ¿A su juicio es el camino correcto pese a que no realiza un trabajo en lo que se denomina transformación de conflictos?

-La pregunta nos da la oportunidad para referirnos a los diversos enfoques que existen para el abordaje y tratamiento de los conflictos, uno de ellos el de transformación de conflictos. Hace poco, tuve la oportunidad de estar como público en un seminario sobre conflictos socioambientales en Chile. Había autoridades del poder judicial, ex ministros de gobierno, académicos, representantes de ONGs y autoridades en temas de derechos humanos.

Al menos, había cinco discursos o discursividades distintas frente al mismo tema y, con ello, se expresaban, sin estar plenamente conscientes de ello los expositores, los enfoques de administración, resolución, gestión, regulación y el enfoque de transformación de conflictos para abordar la temática de los conflictos socioambientales en Chile.

Claramente, la académica invitada, proveniente de una universidad extranjera hablaba sobre la materia desde el enfoque de transformación de conflictos, toda vez que se hacía cargo de la naturaleza y dinámica de este tipo de conflictos, donde no solamente existen intereses cruzados, sino necesidades antagónicas e identidades diversas en zonas de incompatibilidad. Sin embargo, los ex ministros se referían al tema desde el enfoque de gestión del conflicto, desde el ‘managment’. Algo así como estos proyectos empresariales de alto impacto en el territorio, con grandes inversiones, hay que gestionarlos ‘rapidito’ para asegurar las inversiones y el crecimiento económico que por añadidura le reportaría al país.

Entre el ‘rapidito’ o gestión exprés eficiente y un tipo de conflictos que impactan el medio ambiente, los asentamientos humanos, las identidades culturales expresadas en un determinado territorio en zonas patrimoniales, ese ‘rapidito’ del mundo de los negocios y la gerencia pública no era el enfoque más pertinente para la naturaleza de este tipo de conflictos. Este tipo de aproximaciones al fenómeno del conflicto van a seguir ocurriendo, es decir, emplear enfoques, cuyo foco no es capaz de identificar el objetivo en la mira y los sujetos que habitan en esa mira.

Se va a ver borroso, opaco, desajustado y el tratamiento va a ser a tientas, donde los marcos regulatorios colisionan entre sí, sistemas de gestión auditables, mecanismos de participación con una ciudadanía más díscola e informada y procesos de toma de decisión más complejos, van a abrir más grietas y brechas que caminos de comunión, convergencia, encuentro y colaboración en función de un desarrollo sostenible compartido. Hablar de valor compartido y gestionar toma de decisiones consensuadas ‘a lo rapidito’ es no entender nada, ni de diálogo como tecnología social, ni de los conflictos como fenómenos dinámicos multicausales. A nivel de enfoque es algo parecido a sobreponer una máscara de soldador con visor oscuro a unos lentes de alta definición para ‘hacer el punto’.

Si un instituto o centro de investigación no es sólido y abierto en su base epistemológica y capaz de comprender a cabalidad los alcances de los lentes analíticos, bien equipados en cuanto a la diversidad de enfoques (administración, regulación, resolución, terminación, gestión o transformación de conflictos) van a continuar viendo lo que quieran ver con lentes de utilería para todo evento. Aquí, ciencia y tecnología desde el campo científico es exigible y una necesidad básica. A mayores avances científicos, mayores avances tecnológicos.

Por ello, felicito al primer doctor que se recibe en Chile del programa de Doctorado en Ciencias de la Complejidad Social de la Universidad del Desarrollo, ya que su tesis doctoral se centró en una investigación que abordó los conflictos de agua, es decir, la mirada puesta en el presente y en un futuro de alta complejidad, valga la redundancia. Lo propio, con investigadores de IDEA de la Universidad de Santiago y otras universidades que indagan aristas interesantes del tema migraciones o el Instituto de Estudios Internacionales, haciéndose cargo del archivo y memoria de la política exterior de Chile y emprendiendo el diseño de nuevos programas. Para atrás o para adelante, desde el archivo o desde la simulación de escenarios futuros, nos queda bastante por avanzar innovando y colaborando.

No bastan solo las ciencias sociales, ni un mix entre sociología y economía o derecho. Recordemos que quienes llevan la delantera en este campo, comenzaron a mediados del siglo pasado o mucho antes con las matemáticas y sus aplicaciones a los procesos de toma de decisiones y el comportamiento estratégico, derivando en los aportes de la teoría de juegos y los estudios sobre la negociación como fenómeno multidimensional para poner tan solo un ejemplo ilustrativo que esto no se trata de una teoría menor proveniente de la sociología u otra disciplina en particular.

-¿Qué es una tercera parte en un conflicto? ¿Existen en Chile terceras partes validadas en la sociedad?

-Todos aquellos actores que son y juegan el rol de facilitadores de procesos de diálogo, negociación, resolución y/o transformación de conflictos, cumpliendo diversos papeles como terceras partes o tercer lado. Entre ellos, este tipo de institutos y centros que ofrecen garantías a las partes para el tratamiento adecuado de conflictos estancados o empatados en la búsqueda de salidas co-construidas.

Son aquellos actores que juegan el rol de emisarios culturales, mensajeros de una paz por construir entre las partes, que practican los buenos oficios, que ejercen de investigadores de hechos, mediadores, conciliadores, diseñadores de espacios, facilitadores de la comunicación, etc. Puede ser un pontífice, es decir, un constructor de puentes, un organismo multilateral o internacional, un programa o centro universitario, personas legitimadas, personalidades públicas, científicos, artistas, constructores del bien compartido, gente que reconoce en las partes conflictuadas, historias legítimas, razones de ser, capacidades de diálogo.

Recuerdo que, para el proceso de diálogo sobre la problemática de la detección del paradero de los detenidos desaparecidos en Chile, en el contexto de la detención de Pinochet en Londres, este proceso partió en un ambiente de desconfianzas mutuas entre representantes de las Fuerzas Armadas y los abogados representantes de las víctimas de violación de los derechos humanos. En ese proceso, por ejemplo, participaron psicólogos expertos en trauma psicosocial, metodólogos y científicos como Claudio Bunster (ex Teitelboim), quien por su labor científica le tocó conocer de cerca el mundo de las Fuerzas Armadas en el contexto de las misiones científicas que requerían traslados a lugares complejos, que por los medios disponibles solo podían acceder con el acompañamiento del mundo militar o naval. Conocer y reconocer los mundos del otro o como dicen los literatos de esa otredad o ajenidad es parte de este ejercicio de validarse como tercer lado.

La importancia del rol de las terceras partes radica en sus capacidades para encauzar y facilitar por vías pacíficas, creativas y adaptativas tipos de salidas admisibles o plausibles para las partes en conflicto. Por supuesto, que tienen intereses en el conflicto, pero no desde la perspectiva de un lado, de una de las partes, sino del lado que permite salvaguardar las condiciones mínimas para el entendimiento y búsqueda de soluciones que las partes, en la adopción de sus decisiones, pueden construir espacios de convivencia, espacios de esperanza para un futuro pletórico en interdependencias, en síntesis, de paz sostenible.

-¿Qué es INCIDES?

-INCIDES es un modesto esfuerzo por incidir en la construcción de una cultura e infraestructura de paz sostenible, de paz activa o viva donde sea necesario. A la modestia organizacional de nacer sin fondos del Estado o de entidades privadas le sumamos una herramienta a la mano que es la innovación colaborativa, es decir, solos como organización o plataforma no llegamos a ninguna parte, necesitamos de la fuerza, la experiencia, la riqueza, la inteligencia de otras personas e instituciones que definen como propósito común innovar desde estrategias colaborativas y cultivando diálogos estratégicos.

Somos una sociedad que se constituye como instituto interesado en desarrollar investigación aplicada y asesoramiento en el co-diseño e implementación de sistemas de innovación colaborativa para la generación de nuevos programas y proyectos en el ámbito privado, público, social, nacional e internacional. En esto somos modestos desde nuestro quehacer organizacional, pero ambiciosos en las metas y propósitos.

Queremos despertar, provocar las inteligencias colaborativas entre personas e instituciones, facilitando metodologías y tecnologías sociales que pongan mayor atención en la riqueza del capital humano que poseen, pero que no siempre favorece una mayor interconectividad o sinapsis. Nos motiva ser una plataforma multidimensional de servicios con el propósito de incidir en un cambio generativo, sostenible para el desarrollo de sistemas de convivencia abiertos, flexibles, colaborativos, innovadores e inclusivos.

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-¿Cómo surge Incides?

-INCIDES surge de la convicción y necesidad de promover el diálogo intencionado en nuestra sociedad. Diálogos con propósito, con sentido de futuro, amorosos de su presente, respetuosos de su pasado y atentos del futuro. Diálogos interartísticos, diálogos sociales, diálogos científicos, diálogos políticos, diálogos interculturales. Estimular encuentros intraorganizacionales e interinstitucionales, facilitar el despliegue de las inteligencias humanas, respetuosas del medioambiente vivo, de la diversidad de puntos de vista, de la heterogeneidad de sistemas de creencias y avances científicos para producir innovación colaborativa ancestral y proyectiva.

Germinamos de ideas que se han llevado a la práctica y otras que están en el papel o archivo digital, en el boceto y también en la evaluación de procesos., entre la idea y el proyecto, entre el proyecto y la consolidación de metodologías y tecnologías. Por tanto, su ADN, sus orígenes, sus radicancias, están gestándose, están por hacerse, sin complejos, con convicciones y visiones compartidas. Con amistades conocidas, sólidos en sus áreas de trabajo, con profesionales reconocidos y otros y otras por conocer y reconocer. Estamos abiertos, invitando a quienes quieren innovar y quieren colaborar y por, sobre todo, a quienes ya lo están haciendo, sean personas, equipos humanos, o instituciones.

-¿Qué programas forman parte de INCIDES?

-Los programas de INCIDES surgen de la experiencia y la memoria, de los archivos, de los intentos, de los éxitos y fracasos, de los aprendizajes, de creerse el cuento que la paz se construye, no surge por generación espontánea. INCIDES en lo institucional es una sociedad por acciones recientemente constituida este año 2018. Alberga empresas y emprendimientos que estaban en el congelador como NECSO, otras en el horno como PREGCI y DIEVAM y otras gateando como METHAS, entre diversas iniciativas, que son acogidas en la plataforma de INCIDES como programas para desarrollar nuevos proyectos.

NECSO Consultores Internacionales fue una empresa que surgió en 1999 orientada a ofrecer servicios de consultoría y capacitación en el ámbito de la negociación de conflictos sociales y organizacionales.  Colaboró con la creación de centros de estudios como CEPREC en República Dominicana o Postítulo de Negociación Estratégica en Guatemala, por nombrar algunos proyectos. DIEVAM surge en el marco de un proyecto internacional de investigación (2014-2015) ejecutado en Ecuador para promover el diálogo entre escritores, cineastas y artistas visuales ecuatorianos, chilenos y de otras nacionalidades. PREGCI comenzó como cursos y talleres en prevención y gestión de crisis el año 2016 y, hoy en día, se ha consolidado como un sistema y una tecnología social para prevenir y gestionar crisis en instituciones complejas.

-¿Qué es el efecto diapasón?

Efecto diapasón es un proyecto fílmico documental con el cual estamos naciendo como INCIDES y para la realización de este proyecto asumimos la modalidad de la campaña de crowdfunding como estrategia innovadora y colaborativa que pone al alcance de personas e instituciones participar y poder incidir de manera directa en contar esta historia y hacer posible que este film llegue a todas partes con su mensaje. Surge primero con la idea de contar la vida y trayectoria de Alejandro Rojas Wainer, un ex dirigente estudiantil, presidente de la Fech entre 1969 y 1973, ex diputado de la República, que luego de su exilio y errancia por Europa y Norteamérica, específicamente en Canadá, rubricó su idea de revolución en un proyecto de alto impacto como lo es el ‘Pensar y comer verde en la escuela’ / ‘Think and Eat Green at School’ desarrollado en Vancouver desde la Universidad British Columbia.

Las entrevistas al Dr. Rojas fueron derivando en agregar al proyecto biográfico sobre este académico y científico chileno, radicado en Canadá y recientemente fallecido el mes de abril de este año, un documental audiovisual donde el mismo Rojas habla en medio de este registro, sobre ‘el efecto diapasón’, que tiene que ver con la idea de multiplicar los huertos escolares como estrategia participativa de las comunidades escolares y de la comunidad en general o ciudadanía activa, generando múltiples espacios de esperanza para enfrentar problemas globales como el cambio climático y la sustentabilidad alimentaria desde un paradigma agroecológico.

¿Qué es la metodología “learning with life”?

-El Dr. Rojas, que en vida también fue miembro del Consejo Consultivo Internacional de INCIDES, fue quien desarrolló esta metodología denominada ‘aprendizaje con la vida’ que, en términos simples, expone el aprendizaje más allá de la sala de clases y las metodologías clásicas de enseñanza. Nada nuevo bajo el sol, que el mismo Rojas reconoce la influencia de personas como Paulo Freire, entre otros. Su valor ha sido inmensamente proyectivo para contagiar a las nuevas generaciones con la idea y la acción de que, metiendo las manos en la tierra, niños, profesores y la comunidad entera, es posible no tan solo reconocer de dónde provienen los alimentos que consumimos y su valor nutritivo, sino que también el hecho de poder participar activamente en el proceso de siembra, compostaje, cosecha, hasta ver servido ese alimento en la mesa o comedores de sus casas o establecimientos de educación.

Fue así como este proyecto inspirado en la metodología ‘learning with life’ logró primero resolver el sustento alimentario de las habitantes del campus donde se emplaza la Universidad British Columbia para los 50.000 miembros de esta casa de estudios y, luego expandir esta experiencia a la mayoría de las escuelas públicas de Vancouver. Algo notable, digno de contar y ver.

-¿Cuáles son los próximos desafíos?

-Estamos recién comenzando este año, primero, presentando credenciales con algunas instituciones y autoridades que pensamos juegan un rol estratégico en el desarrollo de una cultura innovadora y colaborativa en Chile. Lo mismo con personas e instituciones en el extranjero. Hemos nacido en enero de este año y nos hemos ido presentando no con un afán comunicacional o promocional, sino que abriendo diálogos que esperamos sean estratégicos. En síntesis, somos unos perfectos desconocidos para el establishment, sin embargo, con las personas e instituciones que hemos ido abriendo conversaciones valoramos puntos de encuentros y visiones compartidas en la necesidad de innovar desde la colaboración y en el potencial de abrir diálogos estratégicos.

Nuestros programas y proyectos están concebidos para dialogar entre ellos y con las necesidades de abordar conflictos, crisis, diálogos y negociaciones en nuestra sociedad. PREGCI pone el acento en fortalecer capacidades preventivas para enfrentar y abordar crisis. La gracia no es ufanarse de ofrecer servicios para manejar crisis comunicacionalmente como si eso reportara un logro. Pensamos que eso es parte del subdesarrollo que tenemos como país. Creer que hay un mago que, por la vía de sus redes de influencia, maquilla o hace desaparecer las crisis, es soberbia, por no decir un cuento, donde un viejito pascuero ‘ayuda’ a sus clientes a soportar el desprestigio de sus acciones mediante el diseño de acciones mediáticas.

Las personas y las organizaciones que se proyectan a un mejor futuro son las que están abiertas al aprendizaje. Hablar, pensar en crisis en tiempos de paz, cuando estas no han ocurrido o estallado en la cara, permite desarrollar una cultura preventiva de crisis para que la gestión de aquellas que se tornan manifiestas genere aprendizaje y capacidades adaptativas de cambio en entornos complejos y dinámicos.

Por su parte, el Programa DIEVAM ya partió con el rodaje de la película documental ‘Efecto diapasón’ y pretendemos publicar algunos libros en el próximo tiempo que pongan en conocimiento el trabajo que estamos desarrollando como INCIDES. Los demás programas como PRODIÁLOGOS, CO-INCIDES, NECSO, METHAS o PAÍS INCLUYENTE tienen sus propios tiempos y estamos en proceso de conformar equipos interdisciplinarios que dialoguen entre sí, es decir, un nuevo proyecto dirigido al mundo público, privado o social puede perfectamente vincular en su ejecución a dos o más programas de INCIDES. En eso estamos, con paciencia, prudencia, convicción y pasión.

Por Aldo Fernández


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