El pasado domingo 3 de Junio, último día del Festival Internacional de Teatro y Marionetas, «La Rebelión de los Muñecos», tuvimos la gran oportunidad de asistir a la Clase Magistral que dictó Phillip Huber en el Anfiteatro del Museo de Bellas Artes – Viaje Inmóvil, que se trató en realidad de la presentación completa de su show «Suspended Animation», más una rueda de preguntas que el público realizó a través de una simpática traductora, la que también nos explicó todo lo que Phillip quizo expresarnos.
Maravilloso fue comprobar que este titiritero no tiene más secretos que su gran amor y entrega por este oficio.
Tanto el teatrillo, los muñecos y las coreografías de estos han sido realizados por el mismísimo Huber, quien trabaja en esto desde hace más de 40 años y ha construído ya más de 50 muñecos.
Como la gran mayoría de los titiriteros, Phillip Huber es autodidacta, y trabaja largas horas en sus marionetas, demorando aproximadamente 400 horas en la construcción de cada una de ellas, y luego todo un año de ensayos antes de llevarlas a los escenarios. Y no podría ser menos, considerando que sus marionetas tienen hasta 23 hilos, que mueven pies, manos, cejas, senos, caderas, hombros, bocas, ojos, orejas, lenguas…
Este evento se transformó en una gran experiencia para todos, pero principalmente para los titiriteros que asistimos ese día. y es que Huber, además de hablarnos de sus comienzos y de su trayectoria, desnudó su teatrillo ante nosotros e incluso invitó a todos los presentes a subirse al escenario con el fin de mostrarnos más de cerca los mecanismos internos de sus marionetas. En síntesis, el sueño dorado de un titiritero.
Por la tarde, debido a una confusión horaria, vivimos la frustración de no poder asistir a la última función de este Festival: «La Polar», de la compañía organizadora Viaje Inmóvil. Una gran pena, considerando que es una obra muy actual, que reconstituye la última reunión del directorio de esta Multitienda, realizando incluso un juicio popular sobre este grupo.
Pero superado el sentimiento de frustración, éste es reemplazado por un sentimiento de gran satisfacción por haber sido parte de este Festival y haber tenido la oportunidad de ver obras tan disímiles, pero todas muy interesantes.
Por Tania Corvalán
El Ciudadano