El discurso de Allamand en el Consejo General de RN del sábado 2 de junio se ha interpretado como una proclamación oculta; mientras por un lado todos saben que es el candidato del partido, por otro, todos están de acuerdo en que no hay que decirlo. Hay un acuerdo tácito de que no era ni es el momento de proclamaciones. De hecho, no sólo se trata de una afirmación común en RN, sino también es la tesis del Gobierno y de la Alianza. No adelantar la carrera presidencial es la orden del día y la “directriz” del Ejecutivo.
Los días previos al discurso se debatía al interior de RN en torno a si el Consejo se convertiría o no en una instancia de proclamación. Rápidamente, se impuso la tesis de que el evento no sería un acto político para proclamar. A su vez, desde la UDI se mandaba un mensaje doble; de que no era el momento de proclamaciones y de que en caso de ocurrir sería una mala estrategia para Allamand.
En ese contexto se desarrolló el discurso. El propio Allamand fue explícito al mencionar que no era “hora de proclamaciones” y que el tema presidencial debía resolverse el próximo año.
¿Qué se dijo en el discurso? El planteamiento lo podemos dividir en cinco dimensiones:
En la primera parte se menciona su experiencia y su vocación de poder. La política y el partido son para Allamand un “proyecto de vida”. De ese modo, vemos que su vida ha estado ligada a la política desde su época de escolar a principios de los 70 participando de manera decisiva en los principales hechos políticos de la fase; reorganización de la derecha, Alianza Democrática, política de los acuerdos, triunfo presidencial de Piñera y hoy como aspirante a la Presidencia de la República. El mismo afirma que agradece “haber podido… desde que era estudiante secundario… dedicar mi vida entera a servir al país”.
La construcción de partido ha sido uno de los aspectos relevantes de su proyecto político. Es más, este hecho ha permitido que las batallas políticas de los últimos 25 años hayan sido exitosas. En esa dirección afirma que “los países necesitan organizaciones -como la nuestra- que promuevan sus ideas y proyectos en forma permanente, y necesitan dirigentes… que lo hagan en tiempos de popularidad… y más aun, en tiempos de derrota; cuando hay que asumir la responsabilidad de gobernar y más aún cuando hay que luchar, desde la oposición… ¡No se puede ganar las elecciones con los partidos y pretender gobernar sin los partidos!
La segunda dimensión de su discurso se relaciona con la coyuntura. En esa dirección hay tres referencias. La primera es el diagnóstico de que la política y los partidos viven tiempos de crisis. Como Allamand es uno de los animales políticos de la fauna local tiene una alta valoración de la política. De hecho, la califica como una actividad “noble” que requiere ser revalorizada. En esa dirección afirma que “un país que desprecia la política… le da la espalda a forjar un proyecto común que aglutine los sueños y esperanzas de su gente… abjura de su historia y compromete su porvenir… y abre las puertas a los oportunismos y aventuras personales”.
El guiño que le hace a la DC es muy sutil y ha pasado inadvertido. En esa dirección valora el liderazgo de Aylwin, hace un llamado a fortalecer el centro político, a la necesidad de buscar consensos y esperar en algún momento “ampliar la Alianza gobernante”.
Y finalmente, en el diagnóstico surge el tema presidencial. El Consejo de partido en este tema ha estado lleno de simbolismo y prudencia política. Cinco son los aspectos que menciona; a) que las definiciones deben ser en el 2013 “y no antes”, b) que debe hacerse en forma unitaria con la UDI –es decir, con primarias-, c) que la unidad es la condición para “ganar otro gobierno”, d) que “quienes somos ministros debemos abocarnos al cumplimiento de nuestras tareas sectoriales” y e) que “que estoy resuelto a asumir, cuando el tiempo llegue, cualquier responsabilidad que Uds. me confieran”.
El tercer elemento de su discurso se relaciona con la valorización de los logros del Gobierno. En este aspecto no sólo hay una lealtad con “su gobierno”, sino también una manera de entender la política y de hacer gobierno. En esa dirección, plantea que se gobierna para hacer cambios y mejorar la calidad de vida y “que Chile está empezando a cambiar la vida de la gente”. En ese contexto enumera los cambios que el Gobierno ha impulsado en educación, economía, adultos mayores y participación política.
Cuarta dimensión. En este punto surge la visión de país que Allamand tiene y aspira plasmar en un futuro programa de gobierno. No obstante, afirma que si bien “no es el momento de hablar de programas futuros… sí es oportuno compartir nuestra idea de Chile”. Tres son los pilares que definen la base sobre la que hay que construir país: libertad, desarrollo y paz social.
En términos generales “la base de nuestra idea de Chile es la de un país unido… con voluntad de diálogo y con capacidad de forjar acuerdos… un país integrado -sin discriminaciones-… un país justo en el que todos importan igual… sin los abusos del más violento o del más poderoso… una democracia más transparente y participativa… un país solidario… con un Estado fuerte que no deje a nadie atrás. Sin un Estado atento y eficaz no hay justicia, no hay equilibrio, no hay paz social”.
La Quinta dimensión se relaciona con los desafíos políticos del futuro. En esa dirección afirma que “Chile ha entrado en un ciclo político… en el que gobernar se hará cada vez más difícil y la ciudadanía será cada vez exigente”.
Este nuevo escenario “traerá problemas públicos cuya solución será cada vez más compleja. La diversidad de la sociedad obligará a arbitrar entre intereses opuestos… y hacer prevalecer el interés general”.
Lo complejo, es que estas coyunturas se manifiestan en un “en un escenario inestable de fuerzas políticas”. Se refiere principalmente a lo que ocurre en la Concertación. El diagnóstico se relaciona con “la división de las fuerzas que la integran… con que los sectores de centro aparezcan cada vez más debilitados y arrinconados… y con que ha perdido la orientación: Hoy la Concertación no sabe a dónde va”.
Por ello, “para gobernar Chile se va a necesitar experiencia y liderazgo para escuchar y atender en forma oportuna las demandas sociales, para forjar acuerdos y alcanzar soluciones… para seguir perfeccionando nuestro sistema político mediante reformas a la Constitución, sin el salto al vacío que significan las asambleas constituyentes y se necesitará convicciones firmes para preservar la economía social de mercado, corrigiendo sus imperfecciones, pero sin debilitar sus fundamentos”.
¿Los efectos de un discurso?
El discurso de Allamand abre una nueva fase en la lucha presidencial del oficialismo en la que Longueira, Golborne y la UDI no sólo deberán apurar los pasos, sino también deberán poner en la mesa de la Alianza y de la Opinión Pública un relato que los posicione como estadistas tal como lo hace Allamand en este discurso.
De hecho, el relato de Allamand ha arrinconado al ministro independiente al identificar un escenario futuro en el que se necesitará “experiencia, liderazgo” y acción política. ¿Cómo puede ser que un hecho político de esta magnitud no hay generado interés en Golborne al afirmar que estuvo preocupado de un partido de futbol y que no está “muy pendiente de los temas políticos”?
Al mismo tiempo ha obligado a Longueira a asumir un rol más activo si quiere convertirse en presidenciable. Algo en este terreno está por ocurrir. No olvidemos que donde hay un poder hay un contrapoder.
No obstante, el oficialismo sigue empatado en términos presidenciales sin tomar decisiones. En esa dirección debe definir un cronograma en el que destaque el mecanismo, los tiempos, los equipos y las ideas fuerza de la campaña y del futuro gobierno. A la fecha, nada de eso está resuelto. Sólo hay candidatos “no oficiales” y una carrera presidencial latente y encubierta que no sólo le genera problemas al Gobierno, sino también los tiene compitiendo entre ellos y no de cara a los electores reales.
El “se siente, se siete Allamand Presidente”, se escuchó en cantidad y calidad del mismo modo como se escuchó en el Consejo de la UDI en relación a Longueira. Hasta el momento el único que se ha quedado sin esa tradicional arenga es Golborne.
Si bien no hubo proclamación formal, hay candidato con perfil “de estadista” y un partido que “ha cerrado filas” en torno a Allamand. RN está listo para la batalla final.
Por González Llaguno