De cordillera a mar, el agua se nos va acabar

Para cualquier país con recursos naturales en abundancia, el consumo humano es materia de segunda necesidad

De cordillera a mar, el agua se nos va acabar

Autor: lefraru

Para cualquier país con recursos naturales en abundancia, el consumo humano es materia de segunda necesidad. La historia económica del país es clara, desde que el dictador Augusto Pinochet comenzó su régimen militar, comenzó una cruzada privatizadora que hasta el día de hoy mantiene los recursos naturales, incluyendo los vitales, en manos de empresarios y transnacionales.

En el norte de Chile, la coludida atmósfera político-económica en la que está inmersa la explotación pesquera, ha configurado propuestas aparentemente legales, diseñadas para entregar los recursos pesqueros al pequeño grupo económico que tiene las riendas de la totalidad de los recursos marinos del norte grande. El grupo que lidera Roberto Angelini posee el 60% de las acciones de Orizon y el 77% de las de Corpesca. Incorporando en la región de Atacama otro beneficio, pueden extraer recursos al interior de las cinco millas, en zona exclusiva de pescadores artesanales, en territorios frágiles, con especies inferiores y bajo la talla comercial, alcanzado sus máximos excedentes.

Pero el problema de la explotación de recursos naturales no queda ahí. Chile, propietario de una de las reservas de agua más abundantes del planeta, entre sus principales consumidores tiene un denominador común: la escasez y la mala calidad. El agua dejó de ser un bien nacional de uso público, para constituirse en un bien de uso privado y Atacama ha pagado las peores consecuencias. En la actualidad la Región de Atacama tiene el agua de peor calidad y de más alto costo del país. En Chañaral el consumo de agua, según la Superintendecia de Servicios Sanitarios,  triplica su valor, 15 metros cúbicos -el consumo promedio de un hogar- sobre los $ 25 mil.

Las empresas mineras instaladas en el norte de Chile, requieren de agua y energía para su funcionamiento. Las transnacionales saben muy bien que el Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental en un país sumergido en un aparente desarrollo, proporcionará facilidades para explotar a los largo de todo Chile, en zonas biológicas vulnerables, como el caso de las hidroeléctricas en la Patagonia chilena y la termoeléctrica Castilla en Punta Cachos. En este sentido, está demostrado que los diversos organismos están preocupados por buscar un crecimiento económico sin calidad de vida, especulando dentro de sus reglamentos la creación de nuevas organizaciones especiales, sin solucionar problemas de la realidad, comprendiendo la calidad de vida con el PIB per cápita, sin evaluar las medidas de impacto ambiental y entender que ambos objetivos no son rivales, sino complementarios.

La necesidad de la industria por el agua es imperiosa, las proyecciones de la minería no tendrán alcance si no cuentan con agua y energía en abundancia. En este sentido, son muchas las empresas que están incorporando el mar como un elemento de abastecimiento al corto plazo. Por esta razón, se ha instrumentalizado la ecología como herramienta para ocultar e implementar ciertos proyectos en el borde costero. Anglo American en Atacama, quiera o no, debe hacerlo, necesita el flujo de agua constante o se detiene la empresa. Este punto también incluye en el sur de Chile al empresario Douglas Tompkins, quien oculto tras el ecologismo, adquiere territorios bajo el DL: 2695 que promulgó Pinochet para “sanear” terrenos. Su lucha contra las hidroeléctricas radica en un solo punto: la calidad del agua. The Conservation Land Trust, fundada por Tompkins, comenzó con 289.562 hectáreas. Hoy opera entre Chile con un territorio que ha crecido en su extensión, superando en menos de una década el triple de su tamaño inicial, evidentemente que su negocio es apropiarse de todo el territorio donde exista agua.

Por esta razón en Atacama, la destrucción de Pascua Lama, la desertificación del valle del Huasco, la desaparición del río Copiapó, la Termoeléctrica Castilla, son la punta del iceberg en el negocio de incorporar el mar para el funcionamiento de las empresas, tanto mineras, desalinizadoras, termoeléctricas y para todas aquellas industrias que han visto como el recurso hídrico, continental y marino están privatizados, continuando con la vieja tradición derechista de entregar a las transnacionales del mundo las condiciones idóneas para capitalizar el territorio terrestre y marítimo con sus recursos naturales a cambio de migajas.

Por Jaime Varas E.


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